Si están hablando de una mayor competencia, estoy de acuerdo. Pero si esconden un mayor control del Estado, su propuesta me parece una barbaridad.
No me gusta el concepto de “democratizar los medios”. Me inquieta por diversas razones. La más importante es porque puede significar cosas positivas, pero también muy negativas.
Si estamos hablando de una mayor competencia en el mercado de la televisión abierta, me parece muy bien. Entre más cadenas nacionales, mejor para los consumidores. Como suele suceder en todos los sectores de la economía, la competencia siempre produce mejores productos que los monopolios u oligopolios.
El problema es que el concepto de “democratización de medios” también lo han utilizado gobiernos populistas de izquierda en América Latina para justificar medidas que nada tienen que ver con una mayor competencia y apertura en la televisión. Al contrario de lo que prometen, acaban por limitar la libertad de expresión y fortalecer el poder del gobierno en turno sobre los medios de comunicación.
En Argentina, por ejemplo, la presidenta Cristina Fernández, declaró la industria del papel periódico como de “interés público” y fijó un precio único del producto. Esto, en palabras de la mandataria, con el propósito de “democratizar los medios”, asegurando “que los pequeños y medianos empresarios del interior tengan igualdad de condiciones de acceso a un insumo básico del diario que es precisamente el papel”. Suena bien. Pero lo mismo teníamos en México en las épocas autoritarias. El Estado era el único que podía proveer papel a los periódicos y así los controlaba. Como hace hoy en día la presidenta argentina con los pequeños diarios de las provincias que le deben la viabilidad de sus negocios. ¿Ese es el tipo de “democratización de medios” que queremos en México? Yo no.
También está el caso de Venezuela. Algunos medios privados de ese país apoyaron el golpe que intentó derrocar al presidente Hugo Chávez en 2002. Como castigo, cuando retomó el poder el mandatario venezolano promulgó una serie de leyes para regular la “programación, publicidad, promociones e informaciones” de los medios. Además se le dieron más frecuencias “al Poder Popular” (léase al aparato político chavista), se negó la renovación de ciertas concesiones a empresas privadas e incluso se expropiaron algunos medios. Aunado a esto, cada vez se hicieron más frecuentes las cadenas nacionales para escuchar los interminables discursos del presidente Chávez. Todo esto con el objetivo explícito de “democratizar a los medios”. ¿Es eso lo que queremos en México? Yo no.
El presidente Rafael Correa, de Ecuador, piensa que “una de las cosas fundamentales para una verdadera democracia es democratizar los medios de comunicación. Es terrible esa relación entre poder económico y poder informativo”. En su país, por tanto, impulsó una nueva Constitución para prohibir “a los empresarios invertir en medios de comunicación”. Así lo justificó: “Se les debe prohibir que tengan poder informativo. Si son industriales, que inviertan en industrias; no en hacer diarios. Si son banqueros, que se dediquen a las finanzas y no a poner canales de televisión. Eso es muy sano para la sociedad”. Si la iniciativa privada tiene prohibido invertir en los medios, pues el Estado se queda como el único con capacidad legal de tener estaciones de radio y televisión. Así piensan que se puede “democratizar los medios”. ¿Queremos eso en México? Yo no.
La izquierda mexicana, el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad y el movimiento estudiantil #YoSoy132 coinciden en la urgencia de “democratizar los medios” en México. ¿A qué se refieren? Si están hablando de una mayor competencia, estoy de acuerdo con ellos. Pero si detrás de estas palabritas esconden un mayor control del Estado en los medios de comunicación, como ha sido el caso de los presidentes de Argentina, Venezuela y Ecuador, su propuesta me parece una barbaridad y una regresión para la democracia-liberal mexicana.
Twitter: @leozuckermann
Leído en: http://www.excelsior.com.mx/index.php?m=nota&seccion=opinion&cat=11&id_nota=838288
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