jueves, 19 de julio de 2012

Rafael Loret de Mola - El Juarismo de AMLO/ Y el Maderismo de FC

Rafael Loret de Mola
Desde sus inicios, Andrés Manuel López Obrador se ha postulado como un juarista irredento, considerando al Benemérito como el eje de la República y del nacionalismo, también de la mexicanidad por la pureza de su origen indígena. Más allá de las enormes cualidades del héroe –el mayor de los mexicanos para quien esto escribe-, no puede negarse que la muerte fue para él una especie de salvación histórica: de no haber padecido la angina de pecho que lo derrumbó en el Palacio Nacional, acaso hubiese cambiado papeles con otro oaxaqueño, Porfirio Díaz Mori, quien también le encontró tanto gusto al poder que se adhirió al mismo hasta desencadenar una revolución, muy similar a la que ya se gestaba contra Don Benito. De haber vivido, éste seria recordado como el dictador y Don Porfirio como el gran revolucionario y no antihéroe. Pero los hubiera no existen y las cosas fueron como hoy las recordamos.

Pues bien, fue Juárez quien, al estructurar la República imponiéndose a los traidores conservadores que trajeron a un barbudo enajenado de Miramar para hacerse cargo de un falso imperio, haciéndolo además con desventaja militar extrema pero con la fuerza de la razón, desterró para siempre a éstos por inclinarse ante los cetros europeos y a cuanto oliera a extranjero; lo mismo que hoy, para decirlo sin recovecos: los tres últimos sexenios –incluyendo al del simulador Ernesto Zedillo-, han sido los más entreguistas de toda la crónica sobre nuestra nación atormentada por la impudicia, la corrupción... y la traición. De nuestra soberanía quedan apenas jirones deshechos por la demagogia y las ansias de los mandatarios soeces por ser cobijados por la impunidad. Tal es el caso, sin duda, de Felipe Calderón. La sentencia del Benemérito es inapelable: 


--El triunfo de la reacción es moralmente imposible. 


Pero no en la praxis tras doce años de gobiernos paralizantes –todavía más que los neoliberales priístas-, en los que sólo se incubó la violencia, casi en las mismas proporciones que la guerra contra los invasores y sus aliados, los de la derecha, listos a recuperar medallas y acceder a títulos nobiliarios a costa de esclavizar a los indígenas y someter a su voluntad a los depauperados e incluso a cuantos no coincidieran con ellos, a rajatabla. Un círculo rojo como el de Fox. Los paralelismos son exactos y la memoria no nos deja mentir cuando podemos documentarla con infinidad de textos sobre los atropellos sufridos por la población en aquella época en la que sólo la flama libertaria del gran Juárez pudo sobreponerse a tanta adversidad. 


Valga el recordatorio para Andrés Manuel quien parece estar dispuesto a hacerle el caldo gordo a los panistas continuistas y a quienes, desde el norte, ansían en declarar a México un “estado fallido” para poder intervenir a sus anchas sin necesidad de disparar un solo tiro. Ya me lo decía uno de los comandantes de la Zona Militar que abarca Chihuahua y parte de Coahuila: 


--Imagínese, si nos metemos por nuestra cuenta a territorio norteamericano –como se llegó a decir quienes aducían que el ejército mexicano protegía a los narcos hasta después de cruzar el Bravo y las mojoneras-, sencillamente ¡nos dan en la madre! Ellos tienen equipo sofisticado, armamento de sobra, radares, aviones, en fin, todo de lo que carecemos ¿Cómo ganar en tal desigualdad de condiciones? 


En México se votó; hubo vicios que, por desgracia, se ampliaron ante la negligencia de quienes ahora protestan. ¿Por qué, me sigo preguntando, nada hicieron para prever los excesos d gastos, el carrusel de votantes y la compra-venta de sufragios que también se dieron hace seis años cuando Calderón usurpó el poder? No hubo la menor iniciativa de “las izquierdas”, salvo negar contumazmente la legitimidad del mandatario sin renunciar a integrar parte del mismo gobierno ocupando los escaños y curules ganados en la misma lid, para no caer en recurrencias fatales, como si éstas fueran parte de sus estrategias para escalar puntos sin ampliar coberturas. Esto es, lo mismo que hacía el PAN, incapaz de penetrar en las zonas rurales en donde no eran bien vistos pero resuelto a ganar los votos urbanos con la ayuda de las fuentes eclesiásticas y los diarios con vocaciones de monaguillos. Bien sabemos quienes se pueden poner el saco. 


La izquierda está, sin duda, más preparada para protestar y presionar, ganando con ello calles y asegurándose posiciones a trueque de una ambigua paz social, que para ganar los comicios. Desgraciadamente así sucedió en 2006 cuando los operadores de López Obrador, la pequeña elite de incondicionales intelectuales, no supieron como defender los sufragios, entre ellos el de este columnista, de quienes habían confiado en esta opción política para evitar la continuidad devastadora de la derecha en el poder absoluto. Las consecuencias señalan que no nos equivocamos. Mucho ruido y pocas nueces, además de seis años más de campaña proselitista en los que López Obrador caminó hasta por la última senda del país, incluso aquella por donde también transitan los violentos ocultos en la escarpada sierra de Las Cañadas. ¿No los encontró en algún momento cuando respiraban el mismo aire? Es prácticamente imposible que tal no ocurriera, pero de esto ni el tabasqueño ni sus grandes estrategas, Manuel Camacho y ahora Ricardo Monreal, no han dicho una sola palabra. Queda todo a la especulación... razonada, aunque parezca una torpe contradicción. 


¿Qué hace ahora López Obrador? Nada menos que convocar a la derecha, al “PAN de Gómez Morín, recordando que sus principios ideológicos son democráticos, tanto que no dudó en llamar al panista Calderón “espurio” cuando el IFE le otorgó una ventaja de medio punto porcentual sobre él, con algo así de doscientos mil votos de más, negándose a abrir los paquetes electorales. Una situación diametralmente opuesta a la actual. ¿Por qué no entonces adujeron que se habían roto las reglas constitucionales con una elección de Estado, prefabricada para atajar la posibilidad de un viraje radical hacia la izquierda? Había pruebas de sobra sobre la intervención del entonces mandatario, Fox, y de los empresarios que apoyaron, con muchísimo dinero, loa fase media y final de la campaña de Calderón con aquella monserga del “peligro para México”. No hubo defensa jurídica sino callejera... y así señores míos, dejaron pasar seis años sin la menor iniciativa para interrumpir la tendencia viciada del alquimismo; al contrario, a la iniciativa presidencial –debe reconocérsele un mérito en esto al señor Calderón aun cuando sabía que no pasaría en el Congreso-, que pretendía instalar las ciudadanías ciudadanas, reducir el número de legisladores y crear las segundas vueltas electorales –de haberse dado, López Obrador estaría feliz esperando la consumación de una nueva jornada con Peña como único rival-, pero los perredistas temieron que “la derecha sumara” y ganara, como reconoció, en su momento, otro de los pandilleros al servicio de Andrés Manuel, Martí Batres. 


Ha sido la antidemocracia, contraria a Juárez, la que ha llevado a López Obrador al punto actual. No se trata de que simpaticemos con él o no –en muchas ocasiones le he exaltado por su labor incansable y sus dotes de luchador social-, sino de ver la realidad sin taparse los ojos como hacen sus incondicionales quienes le han colocado en un nicho, como si fuera un dios. De este punto a la autocracia sólo existe un peldaño. 


Debate 


Así como Andrés Manuel siente devoción por Juárez, aunque no siga sus apotegmas, Calderón no disimula su devoción y admiración por la figura de Madero, el hacendado valiente que, en vez de robar, legó sus bienes en pro de la Revolución aunque careciera de condiciones de mando para someter a sus irregulares tropas, las del norte y las del sur, empeñadas en lo mismo pero desde distintas visiones... y con una horda de traidores detrás. Pero Calderón observa en el apóstol su perfil de demócrata por haber obligado al dictador, Porfirio Díaz, a acceder a elecciones, las primeras de ellas controladas por él mismo, hasta su dimisión en mayo de 1911. Curioso: ahora los panistas manifiestan igualmente su convicción sobre el patriotismo de Díaz, cuyos restos permanecen en París mientras algunos insisten en devolverlos a la tierra patria. 


Alguna vez, por Coahuila –ahora convertida en una especie de set para policías y narcos, en plena venganza de la administración federal-, descubrí que se honraba, con mayor fervor cívico, a la figura de Don Venustiano Carranza –cuya esfinge, en bronce, tengo siempre sobre mi escritorio al lado de la de Juárez, más cercana al lábaro patrio-, y no a la de Francisco Madero, visto por muchos como el gran redentor por haber derruido a la autocracia. Un mandatario estatal me dijo al respecto: 


--Sucede que sentimos más cerca a Don Venustiano –cuyo despacho, en el Palacio de Gobierno de Saltillo, permanece intacto-. Madero, aunque nació en San Pedro de las Colonias, en el norte del Estado, es más hombre del centro, aunque la batalla de Ciudad Juárez fuera decisiva para él, y acaso, pese a su heroicidad, menos ligado al cambio de a deveras. 


Entendí que Madero no rompió el orden constitucional sino se apegó a él, reconoció el interinato de Francisco León de la Barra y después arrolló en los segundos comicios de la era. Sólo así asumió el poder hasta que la contrarrevolución, financiada por el beodo Henry Lane Wilson, triunfó con el “chacal” Huerta como puente. Fue entonces cuando surgió, inmensa, la figura de Carranza, a quien se pretendió desprestigiar por los botines de guerra que los suyos tomaban –de allí que se dijera carrancear en lugar de asaltar-, pero que, al fin, legó una nueva Constitución y un nuevo orden a la ensangrentada nación. 


Recurriendo a la memoria, pueden comprenderse algunos desplantes actuales. 


La Anécdota 


Al no promulgarse la ley para proteger a las víctimas de los criminales, recordé una conversación con el priísta Rodolfo Echeverría Ruiz, sobrino del ex mandatario, semanas después de la matanza de Tian´anmen: 


--No estoy de acuerdo cuando se manifiestan diciendo “2 de Octubre no se olvida”. Debemos olvidar ese capítulo, cerrar las heridas y continuar andando. Así, como ya hicieron en Beijing. Pero resulta que en aquel drama estuvo involucrado su pariente, el ex presidente, y que los chinos no olvidan... como tampoco dejamos de recordar nosotros a quienes fueron asesinados por mandatos de la superioridad política o por las bandas criminales mezcladas con las corporaciones policíacas y militares. 


E-Mail: loretdemola.rafael@yahoo.com.mx


Leído en: http://www.vanguardia.com.mx/eljuarismodeamloyelmaderismodefc-1329003-columna.html

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