lunes, 17 de diciembre de 2012

Javier Solórzano - Adam Lanza

Los estadounidenses están abrumados y asustados con ellos mismo. Ver desde dentro (estamos en California) las reacciones sobre lo que pasó el viernes en Connecticut da una mirada diferente de lo que hoy ve el mundo. Han pasado de la sorpresa a la indignación y al dolor, pero no se ve que se estén preguntando por lo que en buena medida ocasionó la tragedia: la venta indiscriminada de armas. Si bien el tema son las armas es evidente que de por medio hay muchas cosas más. 

No se puede soslayar en medio de la etapa por la que pasa Estados Unidos el gran problema que está siendo su vida interna. La soledad de muchas y muchos, el vivir bajo la guerra y su industria, pasar por un momento más complejo del que se cree en materia económica, han colocado a nuestros vecinos bajo una situación de repercusiones mayores. La economía tarde que temprano se verá de nuevo sacudida, y en lo social Estados Unidos está presentando signos de una enfermedad de consecuencias serias; entre muchas y muchos se está perdiendo el sentido y razón de la vida. 





Dentro de la explicable gran cobertura que se ha hecho en los medios de comunicación locales, lo que han tratado de hacer es ver el dolor vía la mirada religiosa o psicológica. El asesino Adam Lanza de 20 años parece ser ajeno a la vida cotidiana de los EE. UU. y no como lo que es: un producto de ella. Los medios llevan a los religiosos o a los psicólogos para que traten de explicarles a los estadounidenses lo que pasó y darles en la medida de lo posible tranquilidad, pero en pocos casos aparece la autocrítica a la forma de vida. Al final de la historia lo que está de por medio son los propios estadounidenses, su forma de vida y su forma de ver el mundo. 

En un extraordinario video de TED, Chimamanda Adichie (www.ted.com/talks/lang/es/chimamanda) de manera brillante expone su realidad y la importancia de que una historia sea vista a través de las muchas historias que la componen. Al hablar sobre las críticas que le hizo en una conferencia un estudiante estadounidense por la violencia de uno de sus personajes, Chimamanda le respondió que ella había leído American Psycho y que eso si le parecía violento, un asesino en serie.

Todo depende de cómo veamos las cosas, pero es evidente que en EE. UU. hay una sola forma de verse y cuando pasan este tipo de tragedias, el sábado se presentaron hechos violentos con armas en La Vegas y Alabama, pareciera que no tienen que ver con ellos y que quienes las llevan a efecto son ajenos a la sociedad misma. Si siguen pasando por alto que las armas tienen que ver con su forma de vida y son las que también provocan más las tragedias como la de Connecticut seguirán viviendo siempre cerca de la pesadilla. Si bien la circulación y venta de armas se basa en una decisión constitucional, la Segunda Enmienda, ha llegado el momento en que en este país se preguntan en qué están metidos. 

Las sentidas lágrimas de Barack Obama eran sin duda de dolor y por imaginar que sus hijas y muchos niños en la Unión Americana pudieron pasar por lo que pasaron 16 menores en la escuela primaria de Newton, pero también sus lágrimas eran por la impotencia ante una batalla que sabe que tiene perdida. Estados Unidos está de nuevo ante su espejo con una de sus peores caras. Esta extraordinaria nación hoy sabe que el problema no está fuera de casa como siempre lo hacen ver, el problema está dentro y son ellos los que tiene que resolverlo. Como bien decían un grupo de profesores de la UCLA el sábado: ¿cuántos Adam Lanza hay por todo el país? 

– 17 de diciembre de 2012

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