lunes, 7 de enero de 2013

Raymundo Riva Palacio - Adiós al avestruz

O P I N I Ó N
R A Y M U N D O  R I V A  P A L A C I O
Estrictamente personal
Adiós al avestruz

Sorpresas. Esto es lo que anticipan diplomáticos para la primera reunión con los embajadores mexicanos en el mundo que tendrá el Presidente Enrique Peña Nieto y el nuevo canciller José Antonio Meade. Pero para esta reunión que se celebra hace tiempo a principios de cada enero, no habrá demasiadas sorpresas de lo que ya se pudo ver. Los embajadores ya no tendrán que defender las razones de la guerra contra todos los cárteles de la droga, ni aprenderse y aplicar a su mejor entender la dialéctica de ese conflicto, como lo hicieron durante seis años. Ahora, además de su trabajo político, tendrán que recuperar el énfasis económico perdido, en términos reales, desde 1985.

Despojar a Relaciones Exteriores de una de las funciones primarias que realizan las cancillerías en el mundo fue un error estratégico que comenzó a la mitad del sexenio de Miguel de la Madrid, cuando en el cambio económico al modelo neoliberal, una de las subsecretarías que desaparecieron de Relaciones Exteriores fue la de Asuntos Multilaterales, que se encargaba de esa materia. De un día para otro, el subsecretario Jorge Eduardo Navarrete se quedó sin trabajo, y el Gobierno mexicano, como lo consolidó el Presidente Carlos Salinas, injertó la economía al aparato productivo de Estados Unidos.



Se mantuvo así durante el gobierno de Ernesto Zedillo y en el de Vicente Fox se profundizó el desastre de la política exterior. Con Jorge Castañeda, su obsesión de una reforma migratoria total –su famosa descripción de "la enchilada completa" en Los Angeles Times-, y su debilidad por Washington, la Cancillería se convirtió en una dependencia de caprichos. Ernesto Derbez, quien lo sustituyó, ya le había quitado desde el principio de ese gobierno –cuando fungía como Secretario de Economía-, todas las negociaciones económicas multilaterales.

Esa época, se espera, dejarla atrás. La Cancillería tomará un nuevo rol protagónico que la saque del marasmo de Patricia Espinoza, posiblemente la secretaria más mediocre que se recuerde en décadas, y regrese a una política exterior activa y dinámica, que obligue al avestruz a sacar la cabeza de la tierra, como estuvo los seis años de gobierno de Felipe Calderón, donde siempre fue relegada, sin oponer resistencia, a que los temas importantes se vieran en otras áreas de la administración federal.

A veteranos del Servicio Exterior no les han gustado los nombramientos que ha hecho Meade en la Secretaría, algunos de los cuales los consideran una ofensa para la diplomacia mexicana. Se quejaron desde los primeros cambios, al integrar ex funcionarios de Hacienda –de donde saltó Meade- a la diplomacia. Respingaron aún más fuerte con el nombramiento de Sergio Alcocer Martínez Castro como subsecretario para América del Norte, y de Juan Manuel Valle Pereña, como jefe de la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo.

En el caso de Alcocer Martínez Castro pudieran tener razón, pues no figura nada en su currículo de conocimiento en materia bilateral. Es ingeniero y reconocido experto en resistencia de estructuras en sismos, cuyos análisis y criterios fueron incorporados al reglamento sísmico de la ciudad de México. El punto de contacto con Meade es que trabajó con él como subsecretario de Energía, por lo que lo conoce perfectamente, como sucede también con Valle Pereña, que fue jefe de la Unidad de Banca, Valores y Ahorro de Hacienda, cuando Meade fue secretario, y su subalterno en la Financiera Rural.

Meade incorporó en dos áreas estratégicas a expertos en planeación y ejecución financiera, despojándolas de su característica meramente diplomática. Hay un golpe de timón muy fuerte en la cancillería, matizado sólo por la designación de Carlos de Icaza como subsecretario del ramo –en la gira del Presidente electo Peña Nieto por Europa, fue el único embajador presente en las conversaciones con el líder del país- y la ratificación de Juan Manuel Gómez-Robledo en la de Asuntos Multilaterales y Derechos Humanos. Los dos son diplomáticos ampliamente reconocidos, pero su prestigio no ha tamizado las crítica dentro del Servicio Exterior por los nombramientos. Pero no es un asunto de nombres, sino de diseño. Quizás, parafraseando a Georges Clemenceau, quien llevó a Francia a la victoria en la Primera Guerra Mundial, la diplomacia es demasiado importante para dejársela a los diplomáticos.

rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa

Leído en http://www.noroeste.com.mx/opinion.php?id_seccion=104

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor, sean civilizados.