lunes, 25 de febrero de 2013

Denise Dresser - Tufo salinista

Hay mucho de salinista en la Cruzada Nacional contra el Hambre de Enrique Peña Nieto. Hay mucho de parecido. Hoy, al igual que ayer, la política contra la pobreza es parte de las lógicas entrelazadas con las cuales el Presidente en turno quiere ser neoliberal y neopopulista al mismo tiempo. Quiere promover la inversión privada en Pemex con una mano, y compensar a los pobres con otra. Quiere ofrecer una cara eficientista a los mercados y una cara asistencialista a los desposeídos. El objetivo es asegurar clientelas y también crear condiciones políticas para una mayor liberalización económica. Se trata de privatizar y compensar, abrir y construir apoyo clientelar, sacar al Estado de ciertas áreas de la actividad económica pero aumentar su intervención en otras. La Cruzada contra el Hambre es el Programa Nacional de Solidaridad reinventado.




Al igual que Pronasol, la Cruzada peñanietista no representa una transferencia de recursos de largo plazo que produzca la posibilidad de elevar el ingreso de sus beneficiarios. Al igual que Pronasol, los criterios para la asignación de despensas parecen estar electoralmente motivados. Al igual que Pronasol, la Cruzada provee compensación selectiva a poblaciones que estarán en el centro de la contienda electoral. Al igual que Pronasol, la estrategia de Enrique Peña Nieto mitiga el impacto de la pobreza pero no se centra en sus causas estructurales. Un ataque frontal a la pobreza entrañaría políticas macroeconómicas centradas en la generación del empleo y el incremento del ingreso. El gasto social a través de una política compensatoria no puede neutralizar los efectos de una política económica que ha concentrado la riqueza y redistribuido muy mal la que hay.

Como lo aprendimos a través de los años del Pronasol, la capacidad limitada del Estado para aliviar pobreza es producto de esfuerzos que acaban por politizarla. Al responder a imperativos electorales, y centrarse en poblaciones que no son las más pobres, la Cruzada contra el Hambre coloca un énfasis desproporcionado en los pobres urbanos y opera en función de criterios que poco tienen que ver con el alivio a la pobreza. Aunque la Cruzada a fin de cuentas logre proveer una red de seguridad social mínima -a través de la selectividad social de un subsidio- esa entrega no está libre de ataduras partidistas. De ataduras clientelares. Al canalizar recursos sin vigilancia el PRI puede atender las demandas sociales a nivel local, pero sin rendir cuentas sobre su actuación. Puede dar y repartir, regalar y subsidiar. Puede entregar despensas y cosechar votos.

Como lo ha reportado Reforma, la Cruzada contra el Hambre no considera a municipios que sufren extrema pobreza, pero sí considera localidades que enfrentan elecciones competidas. No hay apoyo para Batopilas, Chihuahua, pero sí para Torreón, Coahuila. No hay dinero para Zirándaro, Guerrero, pero sí para Cancún, Quintana Roo. Tal y como ocurriera con el "programa estrella" de Carlos Salinas de Gortari, la Cruzada actual está basada en criterios discrecionales y politizados, no en lineamientos claros y apartidistas. No busca ayudar a los que menos tienen, sino a los que más votan. No busca aliviar la pobreza, sino producir rendimientos políticos. Ya no a través de grandes programas subsidadores, sino a través de pequeñas intervenciones focalizadas. Ya no mediante acciones gubernamentales de gran alcance, sino a través de pequeños donativos estratégicos. La Cruzada contra el Hambre intenta darle una cara compensatoria y popular a un régimen que colocará el IVA a medicinas y alimentos. Por un lado Peña Nieto enfatiza su compromiso con los desposeídos, y por otro contempla medidas que seguramente serán altamente impopulares.

La entrega de apoyos materiales a cambio de apoyo político puede ser un tema que no le quite el sueño a algunos mexicanos. Pero aquellos preocupados por la equidad y la calidad de la democracia mexicana deben contemplar el surgimiento de la Cruzada contra el Hambre con consternación. El esfuerzo puede, sin duda, fortalecer ciertos vínculos entre el PRI y la sociedad, pero no el tipo de lazos que son parte integral de las democracias funcionales. La Cruzada contra el Hambre -como el Programa Nacional de Solidaridad en su momento- sólo indica que quienes quieren gobernar a través de la manipulación se han vuelto más adeptos para usarla.



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