El terror en el que viven los habitantes de Tamaulipas lejos de aminorarse se ha recrudecido en los últimos meses.
Ahí, el Cártel del Golfo libra desde hace años una férrea batalla contra Los Zetas por el control de esa entidad fronteriza con Estados Unidos, que se recrudeció en los últimos seis años y que, al parecer, no tiene para cuándo ser frenada. Apenas ayer, grupos de blogueros –los únicos que informan o previenen sobre hechos de violencia en diversas ciudades del estado–, denunciaron que, desde el domingo pasado, sólo en Reynosa han muerto unas 50 personas y no dos –como afirman las autoridades–, en diversos enfrentamientos entre grupos criminales.
El estado que gobierna Egidio Torre Cantú ha quedado a merced del crimen organizado sin que nadie diga y haga absolutamente nada. Como hemos reportado en este espacio, en esa entidad no importa que seas Rodolfo Torre Cantú, candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI) a la gubernatura de Tamaulipas, asesinado junto cuatro colaboradores el 28 de junio del 2010, o un migrante centroamericano que cruza ese territorio rumbo a Estados Unidos, en busca de mejorar sus condiciones de vida.
Ahí está la masacre contra 72 migrantes realizada entre el 22 y el 23 de agosto de 2010 en San Fernando. Cuando se pensaba que ese asesinato masivo, que tuvo repercusión mundial, no podía ser superado, en esa misma localidad, ubicada al sur de Matamoros, en abril de 2011 al menos 177 cadáveres fueron localizados en diversas narcofosas.
El macabro hallazgo puso de nuevo el nombre de Tamaulipas y la ineficacia del gobierno de Felipe Calderón Hinojosa en su lucha contra el crimen en las portadas de los principales diarios del mundo. Los Angeles Times publicó entonces un reportaje que tituló: “Las narcofosas: ¿el Auschwitz de México?”, en el que destacó que la entidad era “un Estado fallido” y sus ciudadanos “prisioneros de ciudades de las que no pueden salir”.
Los tamaulipecos, particularmente los que comentan en los blogs ciudadanos que han sido utilizados como herramientas de prevención y alerta, mientras la policía y las autoridades permanecen calladas, describen la situación de esta forma: si no te “alineas” a los intereses del crimen organizado, si hablas sobre el tema, si tu negocio florece, si sales a divertirte con los amigos “acabas golpeado, mutilado, desaparecido, asesinado y enterrado”.
Por si fuera poco, los medios de comunicación en Tamaulipas están amenazados por los diferentes grupos delictivos. Los medios han aplicado la autocensura, para no ser víctimas del crimen organizado. La información que publican se limita a cuestiones políticas, sociales y de bajo impacto, o a notas “autorizadas” incluso por los propios grupos delincuenciales.
Por ello, son las redes sociales las que han tomado el lugar de los medios tradicionales. Desde diversos sitios, blogueros anónimos informan a los ciudadanos sobre balaceras, persecuciones y ejecuciones que se suceden a diario en las ciudades más importantes de la entidad, para que éstos tomen precauciones.
Aun así, ni las autoridades locales ni la Presidencia de la República a cargo de Enrique Peña Nieto se han pronunciado sobre el estado de indefensión en que viven los más de 3 millones 300 mil habitantes de la entidad. El 10 de marzo pasado, en la ceremonia donde Peña Nieto realizó un recuento de los primeros 100 días del sexenio Jesús Murillo Karam, titular de la Procuraduría General de la República (PGR), dijo que acabar con la violencia “no va ser ni tan fácil ni tan pronto”.
Se entiende que una situación de este calibre no se solucionará en días, pero no es posible que la autoridad federal no haya hecho un solo pronunciamiento sobre cómo ayudará a la población civil a salir de esa pesadilla. Al contrario, el gobierno de Enrique Peña Nieto –y ni qué decir del de Egidio Torre Cantú– usan el silencio como respuesta a los llamados de auxilio de la ciudadanía.
Si bien Peña Nieto ha dado golpes espectaculares en sus 103 días de gobierno, ninguno de ellos tiene relación con restablecer la principal exigencia que los mexicanos le hicieron en su campaña: seguridad. Ese silencio es, hasta ahora, su talón de Aquiles. Es la estrategia de callar y voltear el rostro al tema del combate a la delincuencia donde sus prematuros éxitos pueden opacarse rápidamente.
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