martes, 30 de abril de 2013

Ciudadanos ejemplares: Matilde Petra Montoya: "La cirujana"


Matilde Petra Montoya Lafragua, nacida el 14 de marzo de 1857, Matilde ya sabía leer y escribir a los cuatro años, sin embargo, su padre pensaba que era una pérdida de tiempo.

A los 11 años quiso que la inscribieran en la Escuela Primaria Superior (ahora secundaria), cosa que no logró debido a su corta edad, así que con maestros particulares terminó su preparación y presentó a los 13 años el examen oficial para maestra de primaria, el cual aprobó sin dificultad, pero su edad fue nuevamente un impedimento para obtener trabajo.



Debido a lo anterior, se inscribió en la carrera de Obstetricia y Partera, que dependía de la Escuela Nacional de Medicina.

Posteriormente, debido a dificultades económicas tuvo que inscribirse en la Escuela de Parteras y Obstetras de la Casa de Maternidad, que principalmente atendía a madres solteras y personas de escasos recursos.

A los 16 años recibió el título de Partera, empezó a trabajar como auxiliar de cirugía, con el objetivo de ampliar sus conocimientos de Anatomía, ya que en sus estudios de Obstetricia sólo le habían enseñado los conocimientos relativos al aparato reproductor femenino.

Con sus ahorros, tomó clases en escuelas particulares para mujeres y completar sus estudios de Bachillerato.

Al cumplir los 18 años, buscó acomodo en la ciudad de Puebla, ciudad de origen de su madre.

Ahí se hizo rápidamente de una numerosa clientela de mujeres que se beneficiaban con su amable trato y sus conocimientos de medicina, más avanzados que los de las otras parteras y aún que los de muchos médicos locales.

Algunos médicos envidiosos de su éxito orquestaron una campaña de difamación en su contra, publicando violentos artículos en los que convocaban a la sociedad a no solicitar los servicios de esa mujer poco confiable, acusándola de ser “masona y protestante”.

La presión fue muy grande y el trabajo se hizo insostenible, por lo que se fue a pasar unos meses a Veracruz.

De regreso en la capital poblana pidió su inscripción en la Escuela de Medicina, presentó constancias de su recorrido profesional, cumpliendo con el requisito de acreditar las materias de Química, Física, Zoología y Botánica, luego aprobó el examen de admisión.

Fue aceptada en una ceremonia pública a la que asistieron el gobernador de la entidad, todos los abogados del Poder Judicial, numerosas maestras y muchas damas de la sociedad que le mostraban así su apoyo.

Sin embargo, los sectores más radicales redoblaron sus ataques, publicando un artículo encabezado con la frase: "Impúdica y peligrosa mujer pretende convertirse en médico".

Agobiada por las críticas, Matilde Montoya decidió regresar con su madre a la Ciudad de México, donde por segunda vez solicitó su inscripción en la Escuela Nacional de Medicina, siendo aceptada a los 24 años.

Las publicaciones femeninas y un amplio sector de la prensa la apoyaban, pero no faltaban quienes opinaban que "debía ser perversa la mujer que quiere estudiar Medicina, para ver cadáveres de hombres desnudos".

Desesperada por la discriminación, escribió una carta al entonces Presidente de la República, el general Porfirio Díaz, quien dio instrucciones a Joaquín Baranda, Secretario de Instrucción Pública y Justicia, para que "sugiriera" al director de San Ildefonso dar facilidades para que ella cursara las materias en conflicto, ante lo que no le quedó más remedio que acceder.

Una vez más dirigió un escrito al presidente Díaz, quien envió una solicitud a la Cámara de Diputados para que se actualizaran los estatutos de la Escuela Nacional de Medicina y pudieran graduarse mujeres médicas.

Como la Cámara no estaba en sesiones y para no retrasar el examen profesional de Montoya, el Presidente Díaz emitió un decreto para que se realizara de inmediato el 24 de agosto 1887, del cual fue aprobada por unanimidad.

Participó en asociaciones femeninas como el "Ateneo Mexicano de Mujeres" y "Las Hijas de Anáhuac", pero no fue invitada a ninguna asociación o academia médica, aún exclusivas de los hombres.

En 1923 asistió a la controvertida Segunda Conferencia Panamericana de Mujeres, que se realizó en esta ciudad.

Dos años después, junto con la doctora Aurora Uribe, fundó la Asociación de Médicas Mexicanas.

Murió el 26 de enero de 1938, aunque nunca se casó, adoptó cuatro hijos, de los cuales le sobrevivieron un hijo en Puebla y una hija en Alemania, Esperanza, a quien envió a ese país para que se preparara como concertista, pero durante la II Guerra Mundial fue retenida en un campo de concentración y nunca se supo más de ella.

Un ejemplo de tenacidad en la persecución de un sueño ridículo para unos, imposible para otros y reprobado por los demás, fue Matilde Petra Montoya Lafragua, quien abrió a la mujer mexicana el camino de la ciencia.

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