Inusual es que la asamblea nacional de un partido político se suspenda por falta de quórum; insólito que eso le haya pasado al segundo partido en votos y presencia legislativa de México, el PAN.
La crisis por la que hoy atraviesa el partido que Manuel Gómez Morin fundó en 1939 se inició al día siguiente de la jornada electoral... de 2006. Ése era el momento para que sus dirigentes llevaran al panismo a una reflexión profunda sobre las fortalezas y debilidades que les entregaban los seis años del gobierno foxista; podían hacerlo al calor de la apretada victoria de Felipe Calderón, enfrentando el debate público sobre ese resultado y sus efectos post-electorales. Toda proporción guardada, podían haberse mirado en el espejo del PRI de 1989, cuando con Carlos Salinas en Los Pinos y Colosio al frente de ese partido, se preparó la XIV asamblea que sirvió para desahogar quejas y propiciar cambios, evitando nuevas fracturas.
Calderón no supo, o no quiso, abrir el debate sobre la situación del PAN ni sobre los resultados de la primera experiencia en el Ejecutivo federal; prefirió buscar culpables y los encontró en quienes se habían opuesto a su candidatura, en primer lugar Vicente Fox -motivos había- y Manuel Espino Barrientos, en ese entonces jefe nacional del panismo, a quien finalmente echó del cargo, para iniciar su intentona de un PAN con jefe nato.
Al relevo mandó a Germán Martínez, a quien obligó a renunciar al día siguiente de la jornada electoral de 2009; luego puso a César Nava, su secretario particular, a quien encomendó el análisis del fracaso, con una sola limitante: no afectar la figura presidencial. Nava cumplió al precio de su propio desdoro, lo que condujo a adelantar la elección del dirigente encargado de enfrentar las elecciones de 2012.
Cuando Gustavo Madero dejó la coordinación en el Senado, para inscribirse como candidato a jefe nacional de los panistas, muchos dieron por hecho que contaba con la anuencia y apoyo del inquilino de Los Pinos. Sin embargo, a los pocos días el propio Felipe empezó a enviar señales contradictorias, hasta que la confusión se generalizó al inscribirse en la contienda interna Roberto Gil, joven panista del primer círculo presidencial. Pese al desorden, que involucró incluso a la primera dama, Madero resultó electo, y fue la primera víctima. ¡Cuatro jefes nacionales en seis años; todo un récord!
Se dice que Calderón tenía en Juan Camilo Mouriño a su delfín, pero la tragedia truncó el proyecto sucesorio. Entonces el michoacano depositó su confianza en Ernesto Cordero, al que nombró secretario de Hacienda, dejando a Josefina Vázquez Mota tempranamente desprotegida. El choque fue inevitable, Madero quedó en medio. La ex secretaria de Desarrollo Social, de Educación, coordinadora de su bancada en San Lázaro, derrotó al preferido de Los Pinos, en donde todo fue, desde entonces, llanto y crujir de dientes.
Josefina inició su campaña con la sombra de la derrota como acompañante; los conflictos entre su equipo, el de Calderón en Los Pinos y el de Gustavo Madero en la sede nacional del PAN, ahora son conocidos. El resultado electoral de julio de 2012 vino a mostrar lo que nadie había querido admitir: el PAN enfrenta una profunda crisis, de la periferia al centro, de la base a la cúpula. Es una crisis estructural.
Queriendo imitar lo ocurrido en el PRI después de la derrota del 2000, el presidente Calderón pretendió tomar el control del PAN para, desde Los Pinos, pilotear la nave que se iba a pique; lo que logró fue polarizar y desatar la confrontación que mantiene postrado al panismo. Es en ese contexto, ya concretada la segunda alternancia, que se produjo la fallida asamblea extraordinaria, suspendida por falta de quórum.
El padrón de militantes y adherentes fue previamente sometido a depuración, con el resultado de que solo 368 mil ciudadanos, de casi 1.9 millones registrados, refrendaron su pertenencia al blanquiazul (Reforma, 6/01/13). Sin embargo, esa depuración no se ha reflejado en la integración de los consejos municipales y estatales, ni en la dirección nacional, herencia de los dos sexenios en el poder.
Los grupos en contienda deberían mirar el piso que los sostiene, ver a los panistas de base; podrían, entre todos, empezar la siguiente brega, para que no sea de eternidades.
Fuente: Reforma 2/04/2013
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