sábado, 25 de mayo de 2013

Cordero Se pinta solo - Jaime Sánchez Susarrey

El objetivo entonces no debe ser torpedear el Pacto, sino operar y mejorar las reformas. Esa y no otra es la tarea de una oposición responsable al interior de los partidos y las Cámaras

El senador Ernesto Cordero se pinta solo. Primero, ante la detención de Elba Esther Gordillo, afirmó que el gobierno del PAN jamás tuvo evidencia que hubiera irregularidades. Pero semejante despropósito impone una pregunta: ¿en qué planeta trabajaba el secretario de Hacienda de Felipe Calderón?

Ahora, el mismo Cordero denuncia que el PAN se ha convertido en un partido satélite del gobierno o, peor aún, que Gustavo Madero se comporta como un priista. La denuncia, que comparten los senadores calderonistas, carece de pies y cabeza. El malestar de todos ellos tiene una explicación muy simple: a) el Pacto por México les restó poder; b) las reformas que se han aprobado son positivas; c) ambos elementos redundan en el fortalecimiento del liderazgo de Gustavo Madero.



Ese es el fondo real de la cuestión. No es una lucha ideológica ni de principios. Es un enfrentamiento por el poder en el seno de Acción Nacional. Bajo una premisa muy simple: si al Pacto le va bien, a Madero le va bien y a nosotros (ellos) nos va mal. Corolario: hay que torpedear el Pacto.

Y eso es justamente lo que se propuso Cordero al anunciar los trabajos de reforma política al margen de la dirección nacional del PAN. El desafío a Madero fue frontal. No le dejó otra opción que destituirlo. De lo contrario hubiera quedado en ridículo dentro y fuera de su partido.

Sin embargo, la remoción de Cordero no conjura el conflicto ni constituye una victoria definitiva para Madero. La fracción calderonista seguirá peleando. Las próximas batallas se darán en torno a los resultados del 7 de julio y serán el preámbulo de la elección de la nueva dirección nacional a finales de este año. Nada, pues, está escrito.

Dicho eso, la estrategia de Madero buscará consolidar el Pacto, y la corriente que encabeza, mediante tres reformas: política, fiscal y energética. El contexto y los intercambios que se darán entre las fuerzas políticas son predecibles.

Porque fueron Madero y el PRD quienes pusieron la reforma política en el centro de la agenda del Pacto. Y de ese modo trazaron ruta. Ambas fuerzas plantearán una serie de exigencias, como condición previa, a la discusión de las reformas energética y fiscal, repitiendo lo que hizo Beltrones en 2007.

De ahí que sea ridícula la denuncia que el PAN se ha convertido en un partido satélite del PRI o que le está haciendo el trabajo -servilmente- al presidente de la República. Por lo demás, esa estrategia reedita lo que en su momento hicieron Luis H. Álvarez, Castillo Peraza y Fernández de Cevallos entre 1988 y 1994.

Gustavo Madero no está inventando el hilo negro. Está, por el contrario, recobrando las lecciones que han dejado los últimos decenios. El ascenso del PAN como partido opositor y como alternativa real de poder se fraguó con la negociación de las reformas económicas y políticas que arrancaron en 1989.

Diecisiete años después, el PRI -ubicado como tercera fuerza y en medio de una serie de conflictos- emprendió la misma ruta. Optó por la institucionalidad, al fungir como fiel de la balanza en la asunción de Felipe Calderón, y se convirtió en el interlocutor del nuevo gobierno. En 2012 los electores premiaron esa estrategia, como lo habían hecho en 2000 con el PAN.

En el extremo opuesto siempre estuvo el PRD. De haberse convertido en la segunda fuerza en 1988, cayó al tercer sitio en 1994. Y 12 años después botó por la borda el enorme capital político que lo dejó a escasos 230 mil votos de la Presidencia de la República.

Así que lo verdaderamente novedoso no está en la estrategia de Gustavo Madero, sino en la rectificación práctica y efectiva que inició Nueva Izquierda, del PRD, al proponer y sumarse al Pacto por México. Los dividendos de esa estrategia se harán presentes más temprano que tarde.

De ahí que sea paradójico que, mientras la izquierda racional avanza por la senda de la negociación, Cordero y los calderonistas alcen el hacha y bailen la danza de la guerra, gritando: "¡Revancha!".

Argumento que, por lo demás, no se sostiene racional ni históricamente.

Cordero et. al. denuncian voz en cuello que el PRI le negó a Felipe Calderón las reformas que ahora implementa con la ayuda del PAN. Pero lo que semejante delirio soslaya es que no hay un solo PRI, sino muchos. Y que Peña Nieto es la cabeza de una corriente modernizadora, como en su momento fue Salinas de Gortari.

Con un agregado elemental. Sólo un priista, y sólo desde la Presidencia de la República, podía tener la fuerza y capacidad de desmontar la oposición de las corrientes más conservadoras del PRI. De manera tal que la ventana de oportunidad que se ha abierto con Peña Nieto no se puede desperdiciar, so pena de ser un irresponsable o un miope.

Y en efecto, de qué otra manera se podrían calificar las posiciones de los calderonistas, si no es como irresponsables y miopes. El impasse que se vivió de 1997 a 2012 por fin se ha roto. El objetivo entonces no debe ser torpedear el Pacto, sino operar y mejorar las reformas. Esa y no otra es la tarea de una oposición responsable al interior de los partidos y las Cámaras.

El PAN está atravesando, sin duda, por la peor crisis de su historia. Perdió el poder, liquidó principios, cobijó actos de corrupción, politizó la justicia, fue ineficaz y... la lista se podría alargar.

Volver atrás es imposible. Los místicos del voto no resucitarán. Pero no hay duda que la democracia en México exige y supone partidos fuertes. El PAN, pese a los propios panistas, es uno de ellos. Responsabilidad y eficacia deberían ser sus banderas.

Fuente: Reforma 25 mayo 13

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor, sean civilizados.