domingo, 26 de mayo de 2013

Raymundo Riva Palacios - El hereje del Presidente


Uno de los más jóvenes jefes de Oficina presidencial que ha habido –cumplió 35 años en diciembre-, es también uno de los más sofisticados que han pasado en la era de los políticos tecnócratas en el gobierno desde 1985. Fuera de las estructuras de poder pocos lo conocen, pero entre sus interlocutores, reconocen que cada vez más, el Presidente le delega mayor responsabilidad. “Está metido en todo”, dice uno de los líderes de la oposición. “Y supongo que no es por metiche, sino por instrucción presidencial”.
Nuño no pertenece a la clase política mexiquense que satura la administración de Peña Nieto. Incluso, tampoco tiene una carrera asociada a ella. La suya comenzó en 2009, cuando acababa de terminar la maestría en la Universidad de Oxford, y entró a trabajar al Grupo Parlamentario del PRI en el Senado. De ahí saltó a la coordinación de asesores del presidente de la Comisión de Presupuesto en la Cámara de Diputados, Luis Videgaray, de cuya mano entró a la fraternidad mexiquense en la recta final del asalto al poder.
No ha sido un ascenso basado en amistades –a Videgaray nunca le habla de tú, sino de usted-, ni porque físicamente llena el estereotipo de esta generación en el poder. Ha sido el trabajo de un funcionario bien pulido en un campo que, para México, es totalmente innovador, el de la antropología política, que estudia los diferentes tipos de gobierno en función de cómo se estructuran en la sociedad civil.
Nuño comprende, como lo escribió en un artículo en la revista Alteridades de la Universidad Autónoma Metropolitana en 2005, que no existe una relación causal directa y unidireccional entre cultura y entendimiento, como es la línea de pensamiento dominante entre los politólogos. Además, entiende que las formas de participación política y el comportamiento de sus actores, están mas relacionados con el tipo de estructuras de poder; es decir, con el tipo y la cantidad de controles que se tengan sobre el ambiente y no tanto con su cultura.
Llevada esta teoría al terreno de la praxis política, se podría argumentar que este enfoque fue el que empleó en la negociación de la Reforma Educativa con el representante de la maestra Elba Esther Gordillo, su yerno Fernando González, quien alegaba que la evaluación del maestro debía ser el fin, no el principio de la reforma. Cuando Peña Nieto presentó ese punto en la toma de posesión, fue uno de los momentos de mayor ovación de su joven gobierno. Y por lo mismo, cuando la maestra fue encarcelada, no fue la cultura del caudillismo la que imperó, sino la relación del sindicato con las estructuras de poder –su sobrevivencia- y los controles sobre el ambiente –la posibilidad de extender las acusaciones penales, como un incentivo para alinearse-.
La llegada de Nuño a ese pensamiento no fue natural. En el inicio de su carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública en la Universidad Iberoamericana, estaba animado por autores de corrientes distintas. Leía a Juan Linz, el gran teórico del autoritarismo, y a Robert Dahl, cuyo libro seminal “Poliarquía”, habla sobre un gobierno integrado por muchos gobiernos, característico de las democracias liberales actuales. Pero en una de las muchas pláticas sobre su pasión, Roberto Varela, fundador de la Universidad Autónoma Metropolitana y maestro de decenas de antropólogos, con quien tenía una relación familiar muy estrecha, lo sacudió. Le hizo ver lo obsoleto de su pensamiento y lo introdujo a Richard Newbold Adams, profesor emérito de la Universidad de Texas en Austin, teórico del poder social.
“El problema de los politólogos es que se dedican a estudiar estructuras de poder y no han sido capaces de desarrollar una teoría que explique qué es el poder”, le dijo Varela. “Sin una estructura clara y precisa sobre el poder, los análisis institucionales y de diseños constitucionales se reducen a argumentos ingeniosos y aparentemente lógicos que se pueden acomodar con facilidad al gusto del autor”.
Para Nuño, esa plática dominical en un restaurante del sur de la ciudad de México, significó un antes y un después. Lo empujó a ser un lector meticuloso y obsesivo de Adams, en cuyo ciclo regresó a la obra de Varela. Pero fue su “Expansión de Sistemas y Relaciones de Poder”, lo que haría la diferencia para siempre. “’El Flaco’ –como lo apoda cariñosamente-, logró convertirme en un hereje de la ciencia política”, escribió en Alteridades.
Al terminar la licenciatura, se fue a Oxford, donde obtuvo el grado de maestría en Ciencias Sociales Latinoamericanas en el St. Anthony’s College, la más cosmopolita de las siete escuelas de graduados de esa universidad, donde su tutor fue Alan Knight, el historiador británico que escribió el mejor libro, quizás, que jamás se haya publicado sobre la Revolución Mexicana.
La influencia de los autores que ha leído se pueden apreciar en el trabajo que hace para el presidente Peña Nieto, al lograr sus objetivos mediante el control de los procesos energéticos que les interesan, parafraseando a Adams. Es lo que han hecho, por ejemplo, en el Pacto por México, donde el control de procesos y negociación con las élites de los partidos, permitieron establecer un ente de poder paralelo y meta constitucional para sacar las reformas que necesita Peña Nieto para cambiar el metabolismo a México.
Nuño está directamente involucrado en ese entramado. Pero no todo funciona de acuerdo con la teoría, y hay momentos donde el factor humano, que es una variable inestable, lo ha sacudido. No importa que tan inteligente sea –como se le reconoce- o preparado esté, la política requiere más que eso. Los demonios se salieron del clóset, como lo vieron cuando el Pacto estuvo a punto de desmoronarse. Otros en camino, tienen que ver con los compromisos adquiridos por el Presidente, que no hay manera de cumplir porque no hay dinero. No se hicieron las corridas financieras correctas y no hay presupuesto que aguante.
Los tiempos difíciles para Nuño ya llegaron, mucho antes de lo que hubiera querido, pero a tiempo para probar a todos que tiene la estructura y el talento para salir victorioso de esta prueba que, de otra forma, también puede acabarlo.

Leído en http://www.24-horas.mx/el-hereje-del-presidente/

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