domingo, 9 de junio de 2013

Rafael Loret de Mola - Locuras o alianzas

Dicen cuantos han pasado por la oficina principal de Palacio Nacional o el despacho de Los Pinos, cuya perspectiva son los inmensos jardines versallescos desde donde se observa la “senda de los presidentes” –esto es con los bustos de bronce de los mandatarios, aunque acaso debieron poner aquellos marcados por sus debilidades personales aunque, en algunos casos, tal podría resucitar la tendencia ancestral hacia los cultos fálicos-, no le es sencillo olvidarse de esos tiempos maravillosos cuando nadie les decía que no... salvo algunas consortes igualmente embebidas por el poder que creen eternos hasta el despertar hacia la pesadilla de la realidad.

Para nadie es un secreto que, por ejemplo, los Fox, ella y él naturalmente, guardaron, celosos, sus secretos para poder dar la cara tras algunos instantes bastante embarazosos; no menos, debemos recalcar a varios protagonizados por el presidente Enrique Peña Nieto –ya vi el vídeo en donde discursa con la lengua pegada, dubitativo e incluso inseguro, aunque no es necesariamente un diagnóstico sobre alguna adicción personal; pero, por desgracia, sí exhibe las debilidades del mandatario sobre todo en cuanto a ubicaciones geográficas y cuestiones científicas que se le enredan igualmente entre los labios-, como si comenzaran a institucionalizarse las (pen...) tonterías, perdón.





Pese a lo anterior, cuando no se cesa de vivir del escándalo y la consorte, con las muchas faldas de la señora Marta, presiona lo suyo para ampliar haberes y disponibilidades, hay tales noticias que no dejan de asombrarse; por ejemplo, la disposición de la pareja ex presidencial a registrar la marca “Mr. Fox” –algo así como el “señor zorro”, en inglés, porque en femenino nos remitiría, sin remedio, a la cacería de la zorra de hondas tradiciones inglesas, allá donde tanto se asustan con las corridas de toros hipócritamente-, para comercializar la marihuana mexicana en dos estados de la Unión Americana en donde su consumo –no el tráfico- ha sido legalizado: California y Colorado. Dicen que de esta manera es más factible combatir a las mafias que trafican con las drogas si bien oras voces conceden al producto condiciones medicinales destinadas a apaciguar los ánimos como tranquilizantes naturales, algo, por cierto, muy necesario para Don Vicente si nos remitimos a sus últimos años de gestión presidencial cuando tanto se dijo no podía separarse del Prozac. 

Veamos, de acuerdo a las enciclopedias, la “cannabis”, esto es la marihuana, es un psicotrópico que se consume con fines “recreativos, religiosos y medicinales”. Pese a las presuntas “bondades” de la misma, para la Organización de las Naciones Unidas (ONU) no es sino “la sustancia ilícita de mayor consumo en el mundo”, aun cuando la legalización del mismo toca a las puertas de Nueva York, sede de la más importante agrupación de naciones desde la Segunda Guerra Mundial –precisamente el tiempo en que popularizó la ingesta de la marihuana para mantener tranquila a la tropa estadounidense en las bárbaras trincheras europeas mientras Sinaloa, ahora cuna de tantos narcotraficantes y de gobiernos francamente ineficaces o coludidos con aquellos, se llenaba de sembradíos. Ahora hasta recordar este antecedente histórico resulta políticamente incorrecto. A eso le llaman algunos democracia. 

La postura de los Fox, señora y señor, dista mucho de lo cuanto le ocurrió, por ejemplo, a quien fungía como presidente de Bolivia en 1992, Jaime Paz Zamora –aunque su apellido ayudara bastante poco-, cuando fue detenido en el aeropuerto de Barajas en Madrid por llevar un cargamento de plantas de coca con el propósito de explicar que ésta, en sí, no debiera ser estigmatizada porque es parte de la cultura de su pueblo y, en muchos casos, salvación de los mismos. 

Veamos: en los pueblos andinos, como muestra, se utiliza la coca como el mejor analgésico destinado a intervenciones médicas en donde no llega la penicilina, el gran invento del doctor Fleming. Por desgracia, al refinarse, sus alcaloides dan lugar a lo que conocemos como cocaína, un estimulante perturbador que como droga daña severamente al organismo y extiende adicciones y riesgos hasta condiciones severas, peligrosas, para la sociedad en su conjunto. Hasta la fecha me pregunto por qué una empresa multinacional tan poderosa, como la Coca-Cola, orgullo de la penetración anglosajona y la consecuente ingerencia norteamericana sobre las soberanías ajenas, no se ha preocupado siquiera un poco en defender uno de los ingredientes de su “fórmula secreta”, guardada celosamente en World, Atlanta, Georgia, en los Estados Unidos por supuesto, en una caja fuerte inexpugnable protegida de los imitadores y de cuantos han sobrevaluado a la misma. 

Recuérdese que la bebida mencionada fue, por largo tiempo, una poción medicinal que se vendía en las farmacias precisamente como tranquilizante... hasta que el jarabe empezó a gustar por su sabor, o fue catapultado por la adicción que causaba beberlo. El hecho es que, ahora mismo, se estima en casi dos mil millones de unidades las que se venden ¡cada día! Y ni con eso la poderosa multinacional se preocupa por explicar los elementos que hacen posible la bebida favorita Ben El Mundo. No se olvide que de ésta fue de donde surgió Vicente Fox como ejecutivo en México, sobre todo en la región de Tampico en donde estaban sus promotores e impulsores, los Goldman, cuyos herederos son investigados en diversas naciones por posibles delitos de tráfico sexual y otras lindezas de este tipo. Dios los hace...

Pues bien, volviendo a la cocaína, no olvidemos que el templo faraónico de los Fox se edificó, precisamente, y no creo que por mera casualidad, sobre los terrenos del mayor laboratorio de refinación de cocaína que haya habido, hasta donde se sabe, en México, precisamente, insisto, en los terrenos aledaños del rancho familiar de los Fox, San Cristóbal, que no pudieron detectar la existencia d este foco del mal en varias décadas. Tuertos, cuando menos, sí son... o aliados de la peor mafia de todos los tiempos. Y de este antecedente se desprende la posibilidad de que, con el tiempo, Colombia y sus cárteles –de Medellín y Cali sobre todo-, cedieran la iniciativa para el tráfico de la droga a los grandes “capos” mexicanos y, sobre todo, al insondable Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera, quien salió del penal “de alta seguridad” de Puente Grande, en Jalisco, en enero de 2001, apenas menos de dos meses después de la asunción presidencial de Fox quien nos prometió un cambio irreversible: ¡marihuana para todos!, debió se su lema de campaña. Falló la aprendida mercadotecnia cocalera. 

¿No basta con tantos datos evidentes para iniciar las indagatorias sobre el dinero sucio que pudo obtener el matrimonio, con la señora Sahagún antes de Bribiesca en las ancas del caballo de la posrevolución que parece salido de los antiguos picadores del Jockey Club –los de ahora son bastante más modestos-, a lo largo de una gestión presidencial paralizante, oscura y turbia? Sólo falta descubrir cuantos ex presidentes pegan del mismo mal, aunque se digan libres del vicio de las drogas. Por ejemplo, calderón –siempre en minúsculas por tratarse de un usurpador quien jamás logró legitimarse-, tuvo otro tipo de preferencias: el alcohol, al más puro estilo del peor de los mexicanos, Victoriano “El Chacal” Huerta, muerto en la prisión de Fort Bliss, cerca de El Paso, Texas, cuando le sometían a una cirugía, sin anestesia, en el destruido hígado. Los testigos se asombraron al notar que, pese al obvio dolor, no movió ni un solo músculo de su ajado rostro de magnicida. 

Así, igual, algunos de quienes han pasado por la residencia oficial de Los Pinos y no exhiben una sola gota de arrepentimiento por sus legados tan deplorables. 

Ni una sola denuncia se formalizó contra Salinas a su salida y sólo la Procuraduría General, a cuyo frente se encontraba el panista Antonio Lozano un año después –1989-, le pidió que declara ministerialmente, en la embajada de México en Irlanda, a donde debieron trasladarse los agentes del Ministerio Público, sobre el asesinato de Luis Donaldo Colosio. 

Sólo el maestro Ignacio Burgoa Orihuela, ya extinto, denunció penalmente a José López Portillo por la manera amoral como endeudó a México restándole gran parte de su patrimonio. Pero no hubo ni siquiera la menor indagatoria, ni el mínimo seguimiento. El presidencialismo ha estado y sigue estando por encima del “estado de derecho”... como la deplorable monarquía española.
Leído enhttp://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/locuras-o-alianzas-1370756657


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