Desde el Fuerte McNair en Washington, donde visitaba al presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor de Estados Unidos, el secretario de la Marina, almirante Vidal Soberón, le habló al secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, la mañana del lunes para decirle que habían detenido a Miguel Ángel Treviño Morales, el jefe de Los Zetas, en compañía de dos personas más, cerca de la frontera tamaulipeca con Estados Unidos. Sabían que era el apodado Z-40, y creían que una de las personas que lo acompañaban era su hermano Omar, apodado el Z-42. La captura había culminado casi seis meses de trabajo de inteligencia enfocado a la detención del narcotraficante más sanguinario que operaba en México. Eran grandes noticias.
El secretario aportó los primeros detalles de la detención realizada cerca de Nuevo Laredo por comandos de élite de la Marina, entrenados en el Campo Pendleton, en el sur de California, y en instalaciones secretas en México, por asesores de las fuerzas especiales estadounidenses. La operación contra Morales Treviño no era desconocida del gobierno. En cada reunión del gabinete de seguridad, lo primero a lo que se revisia es al estatus de las operaciones especiales, entre ellas las investigaciones contra los jefes del narcotráfico. Pero el que se hubiera capturado al Z-40 le regalaba al presidente Enrique Peña Nieto su primer gran golpe contra ellos, y le permitía empezar a contrarrestar la idea de que una vez en el poder, pactaría con ellos.
El almirante estaba en gira por Washington, Colorado Springs, Colorado –donde se encuentra el Comando del Norte, responsable del paraguas de seguridad estratégica desde Alaska al Suchiate-, y Ottawa, con el secretario de la Defensa, general Salvador Cienfuegos, cuando se concretó la detención. Pero se mantuvo en comunicación con México. A media tarde informó que quien pensaban era Omar Treviño Morales, en realidad resultó ser el contador del Z-40, cuya identidad ya había sido doblemente verificada por los marinos. Y una vez más, como en el sexenio pasado, la Marina se colgó las medallas más relucientes en la interminable guerra contra los cárteles de la droga.
Para el almirante Soberón, sin embargo, fue un déjà vu. Como secretario particular de su antecesor, el almirante Francisco Saynez, fue testigo excepcional de la evolución de las fuerzas especiales de la Marina, de su capacitación por parte de los SEALs, el acrónimo anglosajón de los Equipos de Mar, Aire y Tierra de la Marina de Estados Unidos –los cuerpos de élite de las Fuerzas Armadas de ese país-, y de la autorización implícita para que mantuvieran una política de no prisioneros. Todos los jefes de cárteles de la droga que se le atravesaron, murieron. Con Morales Treviño fue diferente. La instrucción desde el arranque del sexenio era que se distinguirían de la política del ex presidente Calderón en el combate a la delincuencia organizada. Incluía entregar a todos con vida.
El almirante Soberón entendió perfectamente el mensaje. No importó cuál era el modo de operación previo, lo cambió. Era un tema institucional que no tiene nada que ver con las lealtades personales, en particular con el almirante Saynez, quien se puede alegar es el responsable de que lo hayan nombrado secretario de la Marina. El almirante Soberón no estaba en la lista de los posibles sucesores de Saynez hasta 10 días antes del cambio de gobierno. El 20 de noviembre pasado, el entonces secretario lo elevó de vicealmirante a almirante, con lo que se rompió el protocolo militar al ascenderlo sin tener la experiencia de mando de tropa en una región, zona o sector naval que exige el grado, que lo convirtió almirante más joven en la historia de la Marina, y lo colocó en la puerta de la sucesión. Soberón no estaba en el imaginario de los expertos, pero cuando el presidente Enrique Peña Nieto lo designó titular del despacho, se comprendió lo que había hecho Saynez.
La carrera del almirante Soberón no es una de palmarés. Para quien encabeza una de las armas responsables de la seguridad nacional del Estado Mexicano, sólo tiene una maestría en esa materia, y un diplomado en Derechos Humanos del Colegio Naval de Guerra de Estados Unidos, en Newport, Rhode Island, que es otro de los énfasis que el nuevo gobierno le quiso imprimir a sus cuerpos de seguridad que combaten frontalmente a los criminales. A nivel de mando de tropa, su máximo fue ser comandante de Flotilla que son barcos y aviones pequeños- en la Fuerza Naval del Pacífico, y comandante del Sector Naval en Matamoros.
Tampoco tiene una carrera distinguida como agregado naval en el exterior, y su experiencia se limita a la agregaduría en Panamá, que también se encarga de Nicaragua y Costa Rica. Su antecesor, el almirante Saynez, como el secretario de la Marina durante el gobierno de Ernesto Zedillo, el almirante José Ramón Lorenzo Franco, de quien fue jefe de ayudantes, por ejemplo, tienen una biografía que aplastan la suya. El primero fue agregado naval en el Reino Unido y adjunto en Washington, mientras que el segundo fue agregado naval en Washington y Francia. Ambos tuvieron cargos administrativos de alta relevancia, a diferencia del actual secretario de la Marina.
Su bajo perfil, de hecho, se puede apreciar en sus experiencias de vida, como lo mostró en una entrevista con la revista Armas en junio pasado. “El momento más difícil de mi vida fue durante mi comisión como comandante del remolcador oceánico ‘Yaqui’, en el cual se nos encomendó la misión de tomar remolque de un dique flotante de 3 mil 500 toneladas de desplazamiento”, dijo. “La tarea no fue fácil ya que se encontraba en las afueras del puerto de Salina Cruz, Oaxaca y las condiciones climatológicas eran adversas, lo que hizo que la maniobra fuera muy complicada y riesgosa; sin embargo, gracias al valor y profesionalismo de la excelente tripulación que tuve el honor de dirigir, pudimos cumplir con éxito la misión. Actualmente el dique se encuentra operando en Manzanillo, Colima, lo cual es motivo de orgullo y satisfacción”.
Nada que sorprenda. El almirante le debe el cargo a su antecesor y, de acuerdo con Armas, también al secretario de Hacienda, Luis Videgaray, con quien estableció una relación sólida cuando Peña Nieto era gobernador del estado de México y ambos eran los enlaces entre él y el secretario Saynez. Pero lo que cuenta al final son los resultados. Si con lo que carga en el equipaje es capaz dar golpes como el de Morales Treviño, el pasado se olvidará. Las medallas en los campos de batalla son las que perduran.
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