Tao Yuanming 365 o 372 - 427 Poeta Taoísta |
El regreso
Escapar, volver a casa!
Mi campo y jardín invadidos de yuyos, ¡debo volver!
Yo mismo ayudé a mi estómago a que esclavice a mi mente
¿por qué habría de andar así, abatido, melancólico?
Y si sé que no hay remedio para lo pasado,
también sé que hay esperanza para el futuro.
No andube mucho por el camino cuando me di cuenta
de que lo que hacía ahora estaba bien, que antes había errado.
Mi bote cabecea bajo una brisa suave,
flap flap, el viento sacude mis ropas.
Pregunto a un viajero por el camino que me queda
contrariado por esta luz tan tenue del crepúsculo,
cuando de repente alcanzo a ver mi cabaña
¡y lleno de alegría echo a correr!
Los sirvientes, alegres, salen a recibirme,
mi hijo pequeño me espera junto a la puerta,
los senderos están casi desaparecidos
pero pinos y crisantemos aún siguen allí.
Llevado de la mano por los chicos entro en la casa
en donde me espera una jarra de vino,
de la que me sirvo una copa.
Al ver los árboles y el campo se alegra mi corazón,
me reclino sobre la ventana del sur y dejo correr mi felicidad,
con cuan poco uno puede contentarse.
Todos los días deambulo por el jardín por puro placer,
hay una puerta allí, pero siempre permanece cerrada,
caña en mano, paseo y descanso y
de vez en cuando levanto mi cabeza y miro a la distancia.
Las nubes cruzan los picos sin tregua,
los pájaros temerosos ya saben que es hora de volver a casa.
Al volverse más débiles los rayos de sol e ir ocultándose,
me acerco a un pino solitario y me apoyo en él.
¡De vuelta a casa!
Dejemos en paz las amistades y que mis devaneos terminen de una vez,
el mundo y yo no tenemos más por qué relacionarnos.
Salir de nuevo, ¿a buscar qué?
Aquí disfruto de mis charlas en familia y
libros y laúd me dan placer y disipan las preocupaciones.
Los granjeros me dicen que la primavera ya está aquí,
empezaremos por trabajar los campos del oeste.
A veces paseo en mi pequeño carro,
otras remo solitario en mi botecito
siguiendo las aguas mansas
o a través de la colina por senderos tortuosos.
Los árboles, exuberantes, brotan sus hojas,
los arroyos fluyen alegres otra vez.
Me maravillan las estaciones de la naturaleza
y me conmueve pensar que mi vida también completará su ciclo.
¡Tan poco tiempo que nos es dado a los hombres sobre la tierra!
Entonces, sigamos las inclinaciones de nuestro corazón,
¿a dónde queremos llegar que vamos tan agitados?
No tengo deseos de riqueza ni expectativas de alcanzar el cielo.
Nada más que pasear a solas durante una bella mañana,
quizá cortar algunos yuyos o
trepado a la colina del este, silvar un rato,
o componer algún poema junto al arroyo
y así, en paz, volver a hogar último,
contento con los mandatos del cielo,
¿qué habría de preocuparme?
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