domingo, 1 de septiembre de 2013

Raymundo Riva Palacio - La otra cara de Peña Nieto

En el estereotipo donde tiene ubicado una buena parte de la opinión pública al presidente Enrique Peña Nieto, la semana previa a su primer informe de gobierno estuvo llena de derrotas. Una movilización de maestros a la Ciudad de México atoró la Reforma Educativa y en el mundo se empezó a cuestionar su capacidad para sacar adelante la Energética. Su informe de gobierno fue condicionado por la protesta en las calles, y la tribuna donde daría el mensaje político cambió de sede, día y hora constantemente. Canceló su gira de trabajo a Turquía, y lejos de los símbolos a los que este hombre formado en la escuela política más formal, rígida y refinada de México se ciñe, dará su mensaje encapsulado en Los Pinos.

La otra cara de esta moneda es como la diferencia entre el día y la noche. Frente a la percepción de Peña Nieto como una figura meramente telegénica cuya plataforma real de poder es la televisión, la opinión pública no es lo que rige su forma de gobernar. “No lo conocía, pero ahora que lo he visto actuar, me ha cambiado totalmente la idea que tenía de él”, admitió uno de los líderes en la oposición que ha tenido un trato intenso con él en los últimos meses. “Es un político que escucha antes de tomar decisiones”.





La idea que tenía este líder de Peña Nieto era la de un producto construido por Televisa. “La televisión fue un instrumento, no el fin”, dijo una persona que conoció de la estrategia de exposición nacional que realizó Peña Nieto desde sus primeros momentos como gobernador, y que inició tras la derrota de Roberto Madrazo como candidato a la Presidencia, cuando empezó a apoderarse  del PRI ante el vacío que se había creado. “El Presidente no se mide por las encuestas de aprobación, sino por los resultados”, agregó uno de sus colaboradores. En ese sentido, precisó un miembro del gabinete que lo conoce hace tiempo, “la eficiencia es lo que antepone”.
Eficiencia y resultados han marcado sus formas como político y gobernante. Desde su campaña para gobernador del Estado de México, Peña Nieto hizo que un notario diera fe de poco más de 600 compromisos de obras que hizo con el electorado, que al paso del sexenio fue entregando a los mexiquenses. “Te lo firmo y te lo cumplo”, ofreció a los electores en el estado, un método que repitió durante la campaña presidencial. Durante ella, el PAN buscó desacreditar su palabra y utilizó como estrategia de golpeteo compromisos incumplidos. Aunque le restó, no fue suficiente para cambiar el rumbo de la elección.

Resultados es lo que busca Peña Nieto, un Presidente que de acuerdo con quienes lo conocen bien y saben de la historia de los mandatarios mexicanos, guarda una enorme similitud en la forma de actuar con Adolfo Ruiz Cortínez, considerado por algunos como el mejor político que ha despachado en Palacio Nacional. Ruiz Cortínez era astuto pero reservado de sus intenciones finales, y no anteponía sus relaciones personales con la acción de gobierno. Una de sus anécdotas más famosas es cuando se decidió la candidatura del PRI al gobierno de Colima, donde su amigo Gilberto Flores Muñoz era contendiente. Ruiz Cortínez lo llamó en vísperas de que se anunciara la candidatura y le explicó que el PRI había decidido por otro candidato. “¡Nos ganaron, compadre!”, le dijo. Ruiz Cortínez era un Presidente que cuando debía tomar decisiones que afectaban a sus amigos, solía utilizar un recurso donde recomendaba algo como “amigo”, y sugería que le hicieran caso, para evitar que fuera el “Presidente” quien se lo dijera.


Peña Nieto siempre tiene en la mente la analogía con Adolfo López Mateos, un presidente mexiquense, quien ha sido el mandatario más popular que se recuerde en la segunda parte del Siglo 20. Pero su forma de hacer política está más cercana a la de Ruiz Cortínez. Vigilante cuidadoso de las jerarquías, cuando enfrenta una situación compleja y problemática, las rompe. “Convoca a quienes más sepan o tengan qué decir sobre el tema, sin importar sus rangos o si son amigos o están enfrentados”, comentó un miembro del gabinete. “Escucha, apunta, enfrenta las posiciones de uno con otros. A veces pregunta, y en ocasiones exhibe. 

Ruiz Cortínez estaba lleno de mañas políticas. Peña Nieto también, y esconde bien algunas de sus intenciones. Por ejemplo, durante el proceso para la nominación de la gubernatura en el Estado de México. Meses antes de que iniciara, invitó a la fiesta de quince años de su hija a todos los precandidatos. Fue un evento muy relajado, muy cálido, donde algunos bebieron un par de copas sin excederse en ningún momento. Peña Nieto no bebió absolutamente nada. “Sólo observó a todos los precandidatos”, dijo uno de los asistentes.
Dos de ellos sobresalieron entre los más recatados, Eruviel Ávila y Alfredo del Mazo. Pero sólo a uno, a Ávila, dijo otro colaborador antiguo de Peña Nieto, le envió un recado: cuídate. Eso hizo el gobernador actual, y Peña Nieto mantuvo en secreto la intención que tenía para con él. El PRD, que leyó de la misma manera los mensajes que emitía, comenzaron a elogiar a Ávila porque querían convencerlo de ser su candidato. Con los elogios de la oposición a Ávila, lo hizo candidato, una vez que ya había sido legitimado por sus adversarios.

La forma como hace política Peña Nieto ha sorprendido a quienes no lo conocían y tranquiliza a sus colaboradores. En el primer caso, porque lo ven como alguien que se complementa de sus cercanos —el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, le da un toque cosmopolita y soporte técnico; el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, el tejido político para la gobernabilidad—. En el segundo, porque encuentran un liderazgo del cual se habían sentido huérfanos desde la Presidencia de Ernesto Zedillo. 
Estos últimos días Peña Nieto hizo lo que, quienes lo conocen, esperaban que hiciera. No le importa el desgaste público sino sacar adelante la Reforma Educativa. Si para evitar una confrontación en las calles, tenía que encapsularse en Los Pinos para dar su mensaje, así lo decidió. Que le imputen derrotas no es relevante. En estrategia se llaman repliegues tácticos. Dos pasos adelante, parafraseando a Lenin, y uno para atrás. Eficiencia y resultados es lo que le importa. Si así logra el objetivo, todo lo que sucedió habrá valido la pena.


rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa


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