domingo, 16 de marzo de 2014

Raymundo Riva Palacio - Un jet-setter en picada


Si México es un país que se entiende por las biografías de sus protagonistas, Martín Díaz es quien mejor ejemplifica el árbol del poder. Sobrino de un poderoso y yerno de otro. Casado con una mujer que lo conectó con el aparato circulatorio de los medios de comunicación y encantador de quienes llegaron a la cima por la puerta de atrás, fue un empresario exitoso y con influencia ilimitada en dos gobiernos, una combinación de la que no muchos de los de su clase pueden presumir, hasta este año, cuando recibió un golpe sólo proporcional a la caída de lo alto a lo que llegó durante una década donde la abundancia y la opulencia eran su vida diaria.

Normal en él, se encontraba en Veil, uno de los destinos de nieve de la élite mexicana, cuando a mediados de febrero apareció en la prensa que la empresa de la cual era el segundo socio, estaba en problemas fiscales y la había inhabilitado el gobierno. Buscó desaforadamente salir esa misma mañana a los medios para responder lo que sería la punta de su desgracia, pero en esas horas matinales se había convertido en un fierro caliente que nadie quería agarrar.





Díaz es una de las figuras centrales en el escándalo de Oceanografía, la empresa petrolera que defraudó por al menos 400 millones de dólares a Banamex, mediante un esquema ilegal que usó años antes en el Banco Nacional de Comercio Exterior y en Interacciones, aunque descubierta a tiempo en esta institución privada, con lo que se impidió el desfalco.

Segundo accionista en importancia en Oceanografía, no hay un proceso judicial en su contra, pero las investigaciones apenas iniciaron. Más de 50 bancos y empresas que tenían relaciones con Oceanografía están revisando el esqueleto de sus transacciones, como el IMSS y el Infonavit que ya encontraron que también a ellas las engañaron.

Oceanografía utilizó una red de relaciones políticas edificadas durante los gobiernos del PAN, y convirtió una situación financiera incómoda en los 90s, en un negocio espectacular en la primera parte de este siglo, durante el cual armó la principal flota petrolera en el mundo, que incluye un catálogo de buques cuyo costo es superior a los 150 millones de dólares. El principal accionista, Amado Yáñez Osuna, se vinculó hace más de una década a Díaz, con quien hizo un tándem empresarial-político muy difícil de igualar.

Sobrino del secretario de Hacienda de Vicente Fox, Francisco Gil Díaz, yerno de uno de los políticos veracruzanos de mayor alcurnia, Dionisio Pérez Jácome, casado con una famosa ex conductora de TV Azteca, Gloria, y cuñado de Dionisio, el hermano, secretario de Comunicaciones en el gobierno de Felipe Calderón, y actual representante de México en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, Díaz tenía unas de esas redes familiares donde la opulencia y el poder infinito parecen venir con el acta de nacimiento. Y lo exudaba.
Casas en la ciudad de México, Acapulco, Miami y Sevilla; rancho en Huixquilucan. Ferraris –le encantan los autos de lujo-, viajero permanente en jets y helicópteros privados que usaba para sus negocios y relaciones públicas. Su logística causaba tanta envidia como suspicacia. Invitaba siempre a peleas de box de pugilistas patrocinados por sus empresas en Las Vegas, y su enjambre empresarial incluía políticos, personalidades y algunos sujetos de proceder sospechoso.

En los 90 fue yerno efímero del empresario de transporte marítimo José Serrano, mientras escalaba su carrera financiera.

En esa misma década, dos muy amigos de él, Guillermo y Tomás Braniff –este último su compañero en la Asociación de Golf del Valle de México-, obtuvieron la primera concesión aduanal para operar un recinto dentro del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. Lo inusual es que su empresa Braniff Air Freight & Co., había sido creada el día anterior y la adjudicación directa fue 72 horas antes de que el gobierno de Carlos Salinas propusiera al Congreso pasar los recintos aduanales al sector privado.

En la víspera que esa investigación se publicara en la primera plana de El Universal, en enero de 2007, Díaz le habló por teléfono a la reportera Carolina Rocha y la amenazó con “meterla a la cárcel”. Díaz pensaba que él era parte central de esa investigación. “No soy ningún coyote”, le espetó. ¿De dónde venía la paranoia? Quien le dio la concesión a sus amigos había sido el entonces subsecretario de Hacienda, Gil Díaz, su tío.

Fue un susto momentáneo que pasó pronto. En sociedad con los empresarios Pablo e Israel Brener Brener, y el ex secretario de Hacienda Pedro Aspe, Díaz sumó a la Compañía Tequilera Hacienda La Capilla para elaborar una botella de tequila. La llamaron “Ley del Diamante”, fabricada con dos kilos y medio de platino y cuatro mil 200 incrustaciones de diamantes de corte perfecto, que le dio pase automático al libro Guiness de Récords en 2010 como la más cara del mundo. El costo: 3.5 millones de dólares.

En esa sociedad estuvieron también un par de empresarios queretanos, Víctor David Mena Aguilar, director general de Desarrollos Residenciales Turísticos, y su socio –que murió el año pasado-, José Oleszcovski. Querétaro, ahora se sabe, era un estado donde Oceanografía operaba fuera de sus negocios tradicionales, exhibido porque Yáñez Osuna adquirió el equipo de futbol de Los Gallos, que junto con Oceanografía, fue intervenida por el gobierno hace unas semanas.

Los Gallos de Querétaro quedaron atrapados en la estructura de propiedad que entrevera a la empresa petrolera con la Caja Libertad Servicios Financieros y los casinos Big Bola, cuya sede está en la capital de ese estado, en donde la PGR está investigando un posible lavado de dinero obtenido de la venta de combustible robado.

La investigación se centra actualmente en los hermanos Francisco Javier y Óscar Rodríguez Borgio, sobrinos Ángel Isidoro Rodríguez, a quien apodan “El Divino”, y que fue acusado –y exonerado años después- de fraude. Los hermanos manejaban el Grupo Gasolinero Mexicano (GGM), cuyas estaciones vendían presuntamente gasolina robada por Los Zetas a través de una red de 60 gasolineras, cuyas ganancias se lavaban en la Caja Libertad.

Díaz fue hasta hace poco más de una semana, presidente del Consejo de Administración de la Caja Libertad, cuyos principales accionistas, los hermanos Rodríguez Borgio, que también han invertido en la cadena de hoteles española NH, viven desde hace tiempo en España, para enfrentar a distancia los procesos en su contra.

Experto en ingenierías financieras, Díaz, ingeniero industrial de la Universidad Panamericana, estuvo vinculado a varios bancos privados como IXE y Consultora Internacional, CI Banco, y es parte de Financiera Fortaleza, una sociedad financiera de objetos múltiples, Operadora Petrolera e Hidrocarburos del Pacífico. Su expertise en materia energética lo llevó a relacionarse con los hijastros del ex presidente Fox, Manuel y Jorge Bribiesca Sahagún, que encontraron en aquella administración la alfombra roja para incursionar en los negocios.

Las versiones que Díaz fue su prestanombres nunca pudieron ser corroboradas. Pero visto en el plano empresarial, Díaz tenía lo que nunca pudieron tuvieron los ambiciosos vástagos de Martha Sahagún, talento, sofisticación e inteligencia financiera. Tampoco tenían la soberbia de Díaz ni su audacia o su suerte, que aún no ha trazada por la PGR, aunque el lienzo sobre el cual se dibuja su futuro no se ve nada promisorio.

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