Ya se encuentra en cuenta regresiva la campaña por la presidencia del Partido Acción Nacional y aún no se logra posicionar una sola idea de fuerza en el debate ni mucho menos entusiasmar ya no digamos a la ciudadanía, sino tan siquiera a la militancia.
Más que propuestas se han esgrimido insultos; más que abrir caminos al entendimiento, se han quemado los puentes de la tolerancia. Piense usted, estimado lector, ¿recuerda una sola de las propuestas de Ernesto Cordero o Gustavo Madero?
Esta falta de espíritu propositivo proviene del profundo desconocimiento que ambos candidatos tienen del PAN y de la misma nación. Se trata de dos políticos con una experiencia muy limitada y con serias carencias en su formación, que suplen sus taras con ocurrencias y bravuconadas.
Ambos llegaron a las posiciones que ocupan no como fruto de carreras esforzadas o de talento, sino en el río revuelto del calderonato que permitió escalar posiciones a políticos improvisados.
Además, cuando se revisa paso a paso el perfil de los dos candidatos y de sus equipos, encontramos cuadros marcados por escándalos de corrupción y severas dudas sobre su proceder público. Como dice la sabiduría popular: ni a cuál irle.
Para los pocos mexicanos que aún se interesan en el destino del PAN, este es un panorama desolador. Bien harían en apelar a los principios del humanismo político y recordar que, desde el punto de vista ético, la libertad es elegir el mejor entre dos bienes, no optar por “el menos malo”.
En estas circunstancias, actuar con ética no es de ninguna manera recurrir a la tesis de “el mal menor”, sino aprovechar el proceso electoral para enviar un duro mensaje a la dirigencia de Acción Nacional, un mensaje que deje claro el hartazgo ante la falta de opciones reales y el repudio a las figuras de pasado corrupto.
Quizá por primera vez en la historia de las elecciones del presidente del PAN, lo más positivo para esa institución que pueden hacer sus simpatizantes es abstenerse de votar.
Hay que decirlo con claridad: acudir a las urnas en estas condiciones implica validar un sistema antidemocrático y hacerse cómplices de grupos que han amparado a políticos corruptos.
Muy por el contrario, la abstención es una opción políticamente realista y éticamente impecable, pues solo con una sacudida al actual sistema cupular que dirige los destinos del PAN podrán ser de nueva cuenta políticos honestos, experimentados y capaces quienes tomen las riendas de ese partido para reconciliarlo con la sociedad, para regresarle su prestigio y su talante democrático.
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