lunes, 15 de septiembre de 2014

Jesús Silva-Herzog Márquez - Un PAN aguado

El Partido Acción Nacional celebra los 75 años de su fundación sumido en una de las peores crisis de su historia. Decirlo no es cualquier cosa. La vida de Acción Nacional ha estado plagada de desafíos y peligros. Apostar por la edificación de instituciones pluralistas implicaba un riesgo: tejer para el autoritarismo, involuntariamente, el disfraz de la legitimidad. Participar o no participar en elecciones tramposas fue la disyuntiva histórica de Acción Nacional. Soledad Loaeza y Alonso Lujambio reconstruyeron las tensiones de esa aventura en sus trabajos académicos. No fue un trayecto sencillo, no fue un camino recto, no estuvo ausente de contradicciones y retrocesos, pero es una historia que, de alguna manera, nos pertenece ya a todos. En esas discusiones, en esas decisiones estratégicas se fue definiendo el curso de nuestra democratización.








Siempre estuvo presente el desacuerdo dentro del PAN; durante mucho tiempo fue latente el peligro de la extinción. Con ese pasado espinoso, parece difícil creer que ahora, con una importante representación en el Congreso, con responsabilidades ejecutivas en varios estados y municipios, viva uno de sus peores momentos. Lo creo porque, siendo una crisis distinta, no encuentra por ningún lado la luz que pueda sacarlo del hoyo. Mala sincronía: crisis de identidad y crisis de liderazgos. ¿Qué significa lo primero? La expresión “crisis de identidad”, como han dicho algunos, puede ser excesivamente vaga: significa todo y nada. Creo que algo dice de los organizaciones políticas que han perdido una noción combativamente unificante. Todo partido político se cohesiona frente a sus rivales y requiere una idea de lo que busca en confrontación con las alternativas. Necesita una idea de orgullo y una imagen de futuro. La avidez de poder requiere un impulso cohesivo, una pista de reclutamiento, un sentido de dirección. Eso es lo que el PAN perdió con el poder.


Tuvo razón Daniel Cosío Villegas: lo peor que le podría pasar al PAN era ganar el poder. Sus dos gobiernos fueron los golpes más severos al orgullo, la identidad y el propósito de ese partido. Los golpes del adversario nunca son tan dolorosos como los golpes del amigo. Vicente Fox creyó que la democracia sería el fin de esa actividad sospechosa que es la política. Tras las elecciones libres, el país viviría el florecimiento de todas las posibilidades nacionales. Fox impuso la demagogia antipolítica e inició abiertamente la claudicación ideológica. Imaginó un liderazgo por encima de su propio partido y se alió a los grupos de poder a los que el panismo había combatido durante toda su historia. Terminó su gobierno conspirando contra la alternancia. Un hijo auténtico del partido, ahondaría la crisis. Felipe Calderón profundizó la alianza con las pandillas sindicales, al tiempo que declaraba la guerra al crimen organizado. No tuvo ideas, tuvo una obsesión. Su bosquejo de modernidad se deshizo en un contexto de polarización irremontable. En el PAN se impuso como un cacique arbitrario.

La crisis del PAN es una crisis de identidad y de liderazgos. No es una crisis de sobrevivencia, como llegó a decir en algún momento el senador Lozano, confundiendo la desgracia de su camarilla con la suerte de un partido histórico. Acción Nacional no corre peligro de muerte. El peligro es sumirse una temporada larga en la irrelevancia. El PAN es un partido sólidamente implantado en el país, tiene un electorado leal y una posición tan ventajosa en el régimen de partidos que parece flotar por encima de los riesgos. Brincando de un escándalo a otro, alimentando cotidianamente la burla, el PAN encara, sin embargo, una crisis profunda en el momento en que al país le urge una oposición firme y lúcida, tenaz y efectiva. El pulpo priista vuelve a extender por todos lados sus tentáculos, mientras las oposiciones se disuelven en pleitos internos. Es indispensable una firme oposición partidista. El nuevo ciclo político representa la gran oportunidad para la recuperación histórica del PAN. Si durante, los primeros meses de la administración de Peña Nieto fue la oposición indispensable, hoy parece desechable para el gobierno. La conclusión del episodio legislativo de las reformas obligará al PAN a repensarse. ¿A dónde quiere ir? Los panistas necesitan terminar la comilona de sus escándalos para plantearse, con seriedad, esa pregunta.


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