Amado Yáñez Osuna solía llamar a su socio minoritario en Oceanografía “El Loco”. ¿Por qué razón? Yáñez Osuna y muchos de quienes conocen y han tratado con Martín Díaz, dicen sin dudarlo un segundo, porque sí está loco. Lo describen como alguien impredecible, explosivo y violento. Mencionan siempre un trato arrogante, presuntuoso y déspota. Ni siquiera en estos meses de desgracia, donde los dueños de Oceanografía pasan por un laberinto judicial acusados de fraude, Díaz ha tenido humildad. Al contrario, sigue amenazante como si el poder político que alguna vez detentó, mantuviera el blindaje sobre sus excesos.
Martín Díaz, a quien en Yáñez Osuna identifica como el responsable del manejo financiero en Oceanografía que llevó al quebranto de Banamex por más de cinco mil millones de pesos, es desde el jueves pasado un hombre perseguido por la justicia mexicana. El procurador general, Jesús Murillo Karam, reveló que se había pedido la orden de aprehensión en su contra, y una petición al gobierno de Estados Unidos para su extradición. Díaz se encuentra en Miami y es posible, por el tiempo que ha estado en esa ciudad, que su visa por seis meses haya expirado y sea deportado, con lo cual su regreso a México sería expedito.
Díaz se vinculó con Yáñez Osuna por medio de un amigo del principal accionista de Oceanografía, a quien le ofreció incrementar sustancialmente sus líneas de crédito. Con una carrera financiera exitosa como antecedente, Yáñez Osuna, que necesitaba crecer en el momento en que las condiciones se habían alineado a favor de su empresa durante los primeros años del gobierno de Felipe Calderón, lo incorporó a la empresa. Su pago sería el 15% de las acciones de Oceanografía –que después aumentó a 20% con la adquisición de las acciones del ex tenista internacional Oliver Fernández-, y cumplió lo ofrecido. Las líneas de crédito en Banamex subieron en forma meteórica y Yáñez Osuna canceló su vieja relación con Bancomer para convertirse en cliente platino en su nueva institución.
Oceanografía, como se publicó en este mismo espacio en marzo pasado, utilizó una red de relaciones políticas edificadas durante los gobiernos del PAN, y convirtió una situación financiera incómoda en los 90s, en un negocio espectacular en la primera parte de este siglo, durante el cual armó la principal flota petrolera en el mundo. Díaz, primo del secretario de Hacienda de Vicente Fox, Francisco Gil Díaz, yerno de uno de los políticos veracruzanos de mayor alcurnia, Dionisio Pérez Jácome, casado con una famosa ex conductora de TV Azteca, Gloria, y cuñado de Dionisio, el hermano, secretario de Comunicaciones en el gobierno de Felipe Calderón, y actual representante de México en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, fue el agente de ese cambio.
Le presumía a Yáñez Osuna que él podía hacer todo en Banamex, que daba órdenes, movía personal. La forma como Banamex y su matriz Citigroup rearmaron toda el área de factoraje por el volumen de negocios con Oceanografía, respaldaba con acciones, para muchos, sus dichos. Díaz exudaba poder. Tenía casas en la ciudad de México, Acapulco, Miami y Sevilla, y rancho en Huixquilucan. Manejaba un Ferrari y sólo volaba en jets y helicópteros privados que usaba para sus negocios y relaciones públicas. Publirrelacionista, era anfitrión en las peleas de box en las Vegas donde patrocinaba a los pugilistas, y anteponía como demostración de músculo, su red de poder familiar y empresarial.
Esa certidumbre de intocable exhibía algunas de las características más ruines de la condición humana. A su primera esposa, hija de uno de los más grandes transportistas de México, la hizo pasar por un infierno, cuando empapado en alcohol la maltrataba y con una pistola en la mano corriendo por las escaleras del condominio de lujo donde vivían, amenazaba con matarse. En 2007 amenazó con “meter a la cárcel” a la reportera Carolina Rocha en la víspera de que publicara las irregularidades en la entrega de la primera concesional aduanal para operar un recinto dentro del aeropuerto internacional de la ciudad de México, 72 horas justo antes que el gobierno de Carlos Salinas –cuyo subsecretario de Hacienda era Gil Díaz- propusiera pasar los recintos aduanales a la iniciativa privada.
La intervención de la PGR en Oceanografía en febrero de este año, cuando comenzó la penuria judicial de la empresa, tomó por sorpresa a Díaz en Vail, Colorado, el destino de invierno más apreciado por el jet-set mexicano. En las vísperas, Díaz y Yáñez Osuna habían cruzado llamadas telefónicas porque habían escuchado rumores de que las cosas no iban bien para la empresa con el nuevo gobierno. Díaz lo tranquilizó, pero al aparecer en la prensa la acción contra Oceanografía, desde Vail exigió en noticieros de televisión que le abrieran espacio para decir su verdad. Los noticieros le cerraron los micrófonos de manera voluntaria.
Díaz continuó buscando acceso a medios y contrató al publirrelacionista Carlos Salomón, quien empezó a entregar información falsa a la prensa. Como era de esperarse, le resultó contraproducente. En forma directa, desde Miami, a donde se fue tras regresar de Vail brevemente para hablar con Yáñez Osuna, se comunicó con el director de uno de los principales periódicos de la ciudad de México, a quien le pidió espacio para poder decir su verdad. Se lo abrirían, por supuesto, le respondió el directivo, cuando una llamada a Díaz interrumpió por unos minutos su conversación. Al reanudarse, Díaz era otro. Comenzó a insultarlo, a agredirlo con todo tipo de palabras y a amenazarlo. Entonces, colgó.
No se sabe que Díaz haya tenido contactos adicionales con los medios, salvo a través de su publirrelacionista. Pero rápidamente su credibilidad continuó en picada. De todos los involucrados en el caso de Oceanografía –es el quinto con orden de aprehensión; Yáñez Osuna y tres empleados de Banamex son los otros-, es la papa más caliente de todos. En muchos sentidos. Su familia política, su familia de sangre, sus relaciones con algunos de los más altos funcionarios del sector público financiero en los 90s. Todo este enjambre, vinculado por su personalidad bipolar, terriblemente explosiva y totalmente incierta. Uno sabe dónde comienza una conversación con él, pero no dónde termina. Eso no lo ayuda en definitiva, al ser en las investigaciones de la PGR, la persona clave en el quebranto millonario a Banamex.
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