martes, 16 de septiembre de 2014

Salvador Guerrero Chiprés - La independencia que fue también será



La independencia de México es un mito.

Las independencias de otras naciones latinoamericanas ocurrieron en la misma época en que se vivía el reajuste europeo entre monarquías y revoluciones en la primera década del siglo XIX.

Las élites de aquella época apelaron a la reivindicación de la influencia intelectual de las revoluciones estadounidense y francesa de 1776 y 1789, respectivamente. No todos, no todas, poblaciones y grupos de mediación, subordinados y esclavos, estaban urgidos de la terminación total del predominio monárquico o de la decapitación de los virreyes.

Lo que llamamos “la independencia”  es parte del proceso el acompañamiento subordinado y ocasionalmente protagónico y heroico de segmentos de la población mexicana, y en general latinoamericana, que surgiría del colapso del control colonial.








Es un mito en este sentido: es una convención mediante la cual un grupo social acepta que en un espacio de tiempo específico sucedieron acontecimientos bélicos y sociales que se proyectaron hacia el futuro como el origen de aquello que llamamos hoy la nación mexicana.

La idea misma de “nación” es otro mito en el mismo elaborado sentido de reconocer fronteras territoriales y normativas por una convención que se modifica de acuerdo a la conveniencia de los grupos sociales predominantes. Sus contornos frente al mundo y las dimensiones de la prosperidad, la satisfacción de necesidades o la pobreza se modifican.

Las clases sociales y la distribución del ingreso indican sentidos distintos para las “independencias” de cada segmento.

Cada grito de nuestra independencia modifica en una porción aparentemente minúscula la interpretación concedida a la gesta del inicio de construcción de la independencia nacional.

Tan incompleta estaba la independencia que se agregan otros mitos que dan forma a movimientos sociales especialmente relevantes para las élites de cada época –y posteriormente se incorporan al aprendizaje del conjunto supeditado de clases subalternas mediante lo que en cada época se aceptará como educación pública- como la Reforma o la Revolución o, posteriormente la expropiación petrolera,  o algún elemento sexenal  cada administración.

Ese futuro, cada año, se convierte en el pasado de una generación o una administración. Cada año se matiza y modifica algún elemento de ese pasado.

Tan relativo es el valor de la independencia que en cada año el grupo político dominante imprime cierto sello y, al mismo tiempo, aquellos que buscamos identificarnos con una dimensión de la popular encontramos mayor valor en el grito mismo que en su articulación ceremonial desde las élites políticas.

En este 2014 la línea será que las reformas estructurales nos preparan para ser más independientes.

Las élites de las oposiciones más radicales insistirán en que seremos más dependientes de los grupos dominantes “tradicionales”, especialmente aquellos que esas oposiciones no han querido o podido vencer con el apoyo popular en cuyo nombre, paradójicamente, expresarán que pueden hablar como ningún otro grupo político.

Mientras “el pueblo” gritará su simpatía por el pasado cuya gloria arroja sus ecos hasta cada futuro vivido como presente en cada zócalo del territorio nacional.

La independencia que fue también será y el grito popular estará ahí en cada rincón para recordar, vivir y proyectar.

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