Compactas, ultraviolentas y con fuerte implantación territorial. La
brutal guerra abierta que México libra desde hace ocho años contra los
carteles de la droga ha generado una nueva tipología de organizaciones criminales.
La época de los grandes capos, al estilo de El Chapo Guzmán, con redes
que operaban en todo el país, capaces de arbitrar en las disputas
territoriales y con conexiones privilegiadas en capitales
internacionales, ha llegado a su fin y ha dado paso a una era de
pequeñas bandas zonales, de estructura ligera y capaz de multiplicarse
en ambientes extremadamente hostiles.
En este universo fragmentado, sometido a presión constante por los
clanes rivales y la intervención militar, estos organismos virales han
dejado de lado, como principal fuente de ingreso, el negocio de la droga
y, según los especialistas, se han lanzado al beneficio obtenido por la
extorsión, el robo y el secuestro, tres delitos que les han deparado el
dominio territorial, pero que requieren del uso constante de la
violencia para su mantenimiento.
Este es el caso de los Guerreros Unidos, acusado del asesinato de los 43 estudiantes normalistas
desaparecidos en Iguala. "Las nuevas bandas son más locales y
depredadoras; en el caso de Guerrero el fenómeno ha alcanzado el
paroxismo por la histórica debilidad institucional del territorio; nada
les ha frenado y se han apoderado de poblaciones como Iguala. Guerreros
Unidos es el ejemplo más claro. Son poco sofisticados, operan a nivel
local y la venta de drogas internacional la hacen con intermediarios.
Son hijos de la fragmentación", señala el analista de seguridad
Alejandro Hope.
La organización nació de las cenizas del imperio de Arturo Beltrán Leyva, el llamado Jefe de Jefes,
un antiguo aliado de El Chapo Guzmán, al que la Marina dio muerte a
tiros el 16 de diciembre de 2009. Su caída dejó sin cetro un vasto
territorio que abarcaba amplias franjas del Pacífico y del centro de
México. El resultado fue una virulenta desmembración que dio origen a
múltiples células criminales (solo en Guerrero, según fuentes de
inteligencia, operan en la actualidad 10 grupos) que empezaron a
disputarse el botín. Una de ellas destacó rápidamente.
Su embrión había sido una cohorte de sicarios de enorme ferocidad que
Beltrán Leyva ordenó crear en 2005 para controlar Guerrero, el Estado
más violento y pobre de México, y hacer frente a otros carteles. El
encargo de abrir esta sucursal recayó en dos hermanos hábiles en el
traslado de la droga que llegaba a Acapulco desde Colombia y Venezuela.
Se llamaban Alberto y Mario Pineda Villa, y eran precisamente los
hermanos de la esposa del alcalde de Iguala. Formaron un grupo
denominado Los Pelones, que con el tiempo formarían la espina dorsal de
Guerreros Unidos. En 2009, los Pineda Villa acabaron asesinados,
supuestamente por haber intentado traicionar al Jefe de Jefes. Y cuando
este, meses después, murió a manos de la Marina, el control de esta
sucursal del crimen fue tomado por Cleotilde Toribio Rentería, alias El
Tilde, y más tarde por un temible matón, Mario Casarrubias Salgado, alias Sapo Guapo.
Bajo su mando, la banda experimentó un crecimiento acelerado. Sin
escrúpulos a la hora de mutilar, torturar o asesinar, el cartel logró
infiltrarse en la vida policial y política de Guerrero, donde ha
extendido el pago de cuotas hasta límites nunca vistos. Su expansión ha
venido acompañada de una lucha sin cuartel contra los clanes rivales,
especialmente Los Rojos, a cuyo malherido líder, Crisóforo Rogelio
Maldonado Jiménez, eliminó con silenciador un sicario disfrazado de
médico el 14 de diciembre de 2012 en una unidad de vigilancia intensiva
de Ciudad de México. Esta liquidación dio inicio a una brutal guerra que
dejó, sólo en el Estado de México, más de 70 cadáveres sobre el
asfalto. Este baño de sangre puso sobre aviso a las autoridades,
temerosas de que la violencia llegase a la capital.
El 29 de abril pasado, Casarrubias, de 33 años, fue capturado. Como
es habitual, fue sustituido con celeridad. El puesto lo ocupó su hermano
Sidronio, el capo que tomando a los normalistas por integrantes de Los
Rojos dio luz verde a su exterminio en "defensa del territorio". Sidronio cayó en manos de la policía hace dos semanas. A estas horas, otro sicario debe ocupar su puesto, preparando el próximo ajuste de cuentas.
Leído en http://internacional.elpais.com/internacional/2014/11/11/actualidad/1415666834_096555.html
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