Admiro enormemente lo que el sacerdote Alejandro
Solalinde hace, arriesgando su propia vida, para mejorar la situación de
los migrantes mexicanos, centro y sudamericanos que enfrentan miles de
peligros y a la muerte misma para ir del sur al norte de nuestro país
con el objetivo de llegar a Estados Unidos y encontrar las oportunidades
para tener una vida digna que les es imposible disfrutar en sus países
de origen.
Solalinde es admirado por defender a esos migrantes y
denunciar a las autoridades mexicanas que abusan y explotan a esas
personas que han dejado todo en busca del llamado sueño americano. Es,
indudablemente, un hombre valiente como pocos.
Debido a que es
reconocido y admirado, cuando dice algo la gente lo escucha y le cree.
Goza de una gran credibilidad y por eso sus palabras nunca son
cuestionadas.
A principios de octubre, cuando policías federales,
soldados, policías comunitarios y civiles buscaban a los 43 estudiantes
de la normal rural de Ayotzinapa que fueron secuestrados por policías
municipales de Iguala y Cocula, se descubrieron en el primero de esos
municipios varias tumbas clandestinas que contenían 38 cuerpos.
El
17 de octubre, antes de que se estableciera la identidad de alguno de
los cadáveres, antes de que se supiera el destino que habían corrido los
43 estudiantes desaparecidos, Solalinde aseguró que los normalistas
estaban muertos. A la agencia de noticias rusa Novosti le dijo: “Estaban
heridos, y así como estaban heridos, los quemaron vivos, les pusieron
diésel. Eso se va a saber. Dicen que hasta les pusieron madera, algunos
de ellos estaban vivos, otros muertos”.
En torno a lo que dijo el
sacerdote comenté en mi programa de radio y TV. Dije que Solalinde es
una persona admirable pero que estaba obligado a aportar pruebas que
confirmaran lo que aseguró.
Pasaron los días y lo que Solalinde
dijo el 17 de octubre resultó ser cierto. El viernes 7 de noviembre, el
Procurador General de la República, Jesús Murillo Karam, informó que las
investigaciones señalaban que los 43 estudiantes muy probablemente
fueron asesinados y sus cuerpos incinerados en el basurero municipal de
Cocula, en donde se encontraron restos humanos calcinados. Habrá que
esperar semanas o meses para saber a ciencia cierta si los huesos y
dientes encontrados pertenecen o no a alguno o algunos de los
desaparecidos.
El lunes pasado, Solalinde dijo algo que nuevamente
ha generado turbulencia y puesto en aprietos al gobierno federal. Ante
estudiantes de la Universidad de Guadalajara aseguró que el expresidente
municipal perredista de Iguala, José Luis Abarca, no fue capturado en
Iztapalapa, como lo informó la PGR. Solalinde dijo, entre otras cosas,
que “lo encontraron en Veracruz y lo fueron a sembrar a territorio
opositor en el Distrito Federal, en Iztapalapa, donde hay tantos
electores”.
En vista de que este hombre no se ha equivocado en sus
anteriores señalamientos es lógico suponer que la mayoría de los
mexicanos creen sin cuestionar lo que sañaló. Yo mismo no me
sorprendería si lo que afirma resultara ser verdad.
Sin embargo,
es el que acusa y no el acusado quien debe probar lo que afirma. Por
eso, nuevamente le pido a Solalinde que aporte las pruebas que
demuestren que la captura de Abarca fue un montaje ideado y ejecutado
por el gobierno federal. Mientras no lo haga, no le creeré y no le
debería creer nadie.
¡Pruebas! don Alejandro. ¡Pruebas!
Leído en http://criteriohidalgo.com/notas.asp?id=274860
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