MÉXICO, D.F. (apro).- Para explicar el destino de los 43 normalistas
de Ayotzinapa, el gobierno de Enrique Peña Nieto tendrá que dilucidar la
relación del grupo delictivo Guerreros Unidos con la coalición política
Guerrero Nos Une, que encabezó el PRD en la campaña para gobernador del
estado y para presidente municipal de Iguala.
Parecidos hasta en el nombre, esas organizaciones son hasta ahora la
más clara muestra ante el mundo del fracaso de “la guerra al
narcotráfico” impulsada por Felipe Calderón y mantenida por Peña Nieto,
sólo que sin la propaganda violenta del expresidente panista.
Ahora enfrentadas en su afán de negar la paternidad de la candidatura
de José Luis Abarca a la alcaldía de Iguala, las tribus del PRD
implicadas pretenden deslindarse del papel que tuvieron en el triunfo
del ahora procesado, en julio de 2011, bajo la misma coalición que había
llevado a Ángel Aguirre al gobierno de Guerrero, en enero de 2011.
Integrada por PRD, PT y Movimiento Ciudadano (MC), la coalición cobró
fuerza política en momentos en que Guerreros Unidos se iban haciendo
del control del estado en su lucha contra Los Rojos, gracias a la fuerza
que concentró el clan de los hermanos Pineda Villa, al que perteneció
María de los Ángeles, esposa de Abarca y desde el martes 4 bajo arraigo
de la Procuraduría General de la República (PGR).
La llegada de Abarca y su esposa al poder político se explica más
allá de la división del PRI con la salida de Aguirre al no obtener la
candidatura del que había sido su partido y que lo había llevado a
ocupar durante tres años, de forma interina, el gobierno tras la matanza
de Aguas Blancas, en 1996.
Es también consecuencia de los efectos de la fallida estrategia de
Calderón. Su decisión de atacar a las cabezas de los cárteles, lo único
que provocó fue el surgimiento de nuevos y más violentos grupos como
Guerreros Unidos, que actúan de forma autónoma sin más control que el
que ellos imponen.
Productor de mariguana y amapola, Guerrero ha sido por años también
un importante corredor de drogas en la costa del Pacífico. Hasta la
ejecución de Arturo Beltrán Leyva, El Barbas, en Morelos, por parte de
Infantes de Marina, en diciembre de 2009, la entidad estaba controlada
jerárquicamente por la organización sinaloense de los hermanos Beltrán
Leyva.
Los cuñados de Abarca, Mario Pineda Villa, El MP, y Alberto, El
Borrado, muertos poco antes que Beltrán Leyva, tenían el control de
Morelos y Tierra Caliente, en Guerrero. La zona norte del estado,
Montaña, Centro y Costa Chica estaban bajo el control de Jesús Nava, El
Rojo, y fundador de la banda criminal de Los Rojos.
En Acapulco, el control era de Edgar Valdez Villarreal, La Barbie, y
en la Costa Grande, Gerardo Álvarez Beltrán, El Indio. Muerto El Barbas,
fueron detenidos Valdez y Álvarez, tras lo cual Los Rojos y el otro
hermano de la esposa de Abarca, Salomón, El Salo, de Guerreros Unidos,
se disputaron el control del negocio.
Fueron los años de la definición de candidaturas y en las que los
pragmáticos partidos de izquierda postularon a Aguirre y a Abarca.
El gobierno de Peña Nieto no podrá explicar lo ocurrido con los 43
normalistas si no esclarece además esas relaciones político
delincuenciales. Nunca como ahora tiene una gran oportunidad para
revelar toda la estructura política, policial, empresarial y social
detrás de Abarca y sus promotores fuera de Guerrero.
Ahora el evidenciado es el PRD y de paso el PT y MC. Pero no son los
únicos. El PRI y el PAN tienen sus propias historias de colusión con el
narcotráfico, sólo que no se han desbordado como en Guerrero, pero
también tienen que dar cuentas de la proliferación del narco en la
entidad cuando y donde han sido gobierno.
Durante la administración pasada, Calderón tuvo una oportunidad
similar cuando el alcalde del PAN en Chinameca, Veracruz, Martín Padua
Zúñiga, murió como parte de una célula de Los Zetas en un enfrentamiento
con el Ejército en Veracruz, en abril de 2012. Como era su partido y
contrario a su perorata de combate al narcotráfico, Calderón ni hizo ni
dijo nada.
Peña Nieto sabe que un “Pacto por la seguridad” es una salida falsa.
Un principio de solución pasa por revelar las estructuras del poder
fáctico en Guerrero, pero también en Tamaulipas, Michoacán, Estado de
México, Morelos, gobernados por el PRI, a excepción del último, que está
en manos del PRD. Veracruz, Chihuahua, Jalisco, por mencionar otros, no
se escapan.
Sólo una operación a fondo contra los actuales implicados en el
narcotráfico en Guerrero –civiles o militares, funcionarios federales,
estatales y municipales, empresarios y todos aquellos que le sirven–
podrá ser una respuesta satisfactoria a México y al mundo por la
desaparición de los 43 normalistas. Lo demás, sólo será para salir del
paso.
Comentarios: @jorgecarrascoa y jcarrasco@proceso.com.mx
Leído en http://www.proceso.com.mx/?p=386908
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