sábado, 1 de noviembre de 2014

Manuel Espino - Corrupción generalizada

En días recientes el presidente del gobierno Español, Mariano Rajoy, ofreció disculpas a los ciudadanos por los últimos casos de corrupción que afectan a su hogar político, el Partido Popular. Ante el pleno del senado, el primer mandatario afirmó: “entiendo y comprendo la indignación de los ciudadanos. Pido perdón en nombre del PP a todos los españoles por haber situado en puestos de los que no eran dignos a quienes en apariencia han abusado de ellos”.Este mea culpa llegó tras el arresto de más de 30 empresarios y funcionarios públicos que se coludieron para adjudicar indebidamente obras públicas, algo que en nuestro país es sumamente común (el ya famoso “diezmo”) y que, sin embargo, aquí jamás conduce a arrestos y mucho menos a una disculpa pública de un gobernante o del presidente de un partido.









Muy por el contrario. La corrupción es ya algo tan común y cotidiano que los partidos no sienten la obligación de aceptar que se trata de un yerro cuando sus militantes roban dinero público. No es un asunto de siglas: si algo tienen en común PAN, PRI y PRD es que todos cuentan con militantes que en otro país serían incómodos, pero que en el nuestro hasta exhiben con cinismo la fuente de su poder.

Del lado de las autonombradas izquierdas, podemos poner como ejemplo el caso del Gobierno del Distrito Federal: su contralor reveló que este año “3 mil 361 servidores públicos han sido sancionados administrativamente por cometer actos de corrupción”. Esto, que sin duda es un logro, al mismo tiempo revela lo extendida que se encuentra la deshonestidad entre la burocracia. Más serio aún es el caso de los aliados de Andrés Manuel López Obrador hoy envueltos en escándalos relacionados con la delincuencia organizada, los cuales el tabasqueño busca superar no hablando con la verdad y aclarándolos, sino lanzando acusaciones a sus adversarios.

En los medios también está muy presente la propuesta del PAN y el PRI de crear un sistema “radical e integral” contra la corrupción. La pregunta a los panistas sería, ¿a quién van a proponer para presidirlo? ¿A César Nava? ¿A Yunes? Se trata de una institución tan corroída por ese mal que resultaba una paradoja ver en la presentación del mencionado sistema a Ricardo Anaya, protagonista de la controversia de “los moches”, jamás aclarada a cabalidad.

Los mismos priistas cuentan entre sus filas a tal cantidad de militantes envueltos en escándalos que carecen de credibilidad ante los ciudadanos para atajar esta amenaza social, especialmente porque han fallado en operar la propuesta presidencial de crear la Comisión Nacional Anticorrupción, uno de los compromisos primordiales del licenciado Enrique Peña Nieto en su campaña.

Aunque en todos los partidos hay ciudadanos honestos y congruentes, el sistema en sí mismo tiene ya tal grado de descomposición que a sus dirigentes les es imposible desterrarla.

Por ello, el verdadero combate a la corrupción solo vendrá desde la sociedad, desde los grupos independientes y desde las denuncias ciudadanas, desde aquellos mexicanos sin militancias ni ideologías que saben que en el México de hoy el más grande acto de patriotismo es luchar contra la corrupción.
 

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