Decidí
escribirle a usted, pues como Primer mandatario de la nación sé que me
puede entender cabalmente. He sido tratado demasiadamente
ignominiosamente, y todo por ser pobre e ignorante. Aunque déjeme
aclararle que no soy tan ignorante ya que siempre leo todo lo que cae en
mis manos y me gusta mucho la cultura. También por eso me tienen
envidia mis vecinos porque ellos ni siquiera se saben el nombre de su
Presidente.
Pero déjeme explicarle el motivo de mi misiva ya que no quiero que piense que es por ociosidad que me atrevo a distraerlo siendo Usted tan importante y yo una persona tan ínfima, o sea tan poca cosa. Me sacaron de mi vivienda, señor, que porque se terminó la ley de la renta congelada y no sólo me sacaron a la calle (duermo en la banqueta, al lado de un zaguán rojo en donde se guardan tambos de aceite y toda la banqueta está hasta grasosa y maloliente), sino que lo hicieron con premeditación, alevosía y ventaja y todos se estaban riendo. Con perdón de Usted, me gritaban pinche viejo pendejo ojalá y te mueras. Así con esas palabras, señor. Luego Cenobio, el de la tienda, dice, no, tú no eres ni hombre, eres un trapo mugroso que apestas, pero es por lo del aceite y no se deben ensañar así porque ¿yo qué les hago? Al contrario, muchas veces barro la calle porque vienen a tirar la basura de otras colonias, ojalá que un día pase por aquí con su comitiva para que vea lo feo del rumbo y los perros muertos que nadie entierra y eso es insalubre, y como le digo, así me dicen desde esa vez trapo viejo, asqueroso, cagado. No quiero engañarlo, Licenciado, sino decirle la verdad, aunque se oiga feo y hasta vulgar, pues eso sí, quiero ser sincero como un caballero que soy. Y digamos pulcro por dentro, usted sí sabe de moral y me entiende lo que quiero decir con eso de pulcro por dentro, o sea decente y con educación. Otra cosa, mis cosas no me las quieren dar. Son prepotentes e hijos de la chingada.
No le voy a decir que tengo joyas o ropa buena o papeles importantes, no para qué más que la verdad, pero mi taladro, señor, ¿por qué se lo van a quedar? Y mi radio y mi cama con mis cobijas no valen tanto pero las saqué en abonos, no es justo no sé por qué lo hacen, dónde que ya no tengo con qué responder para comprar lo humanamente indispensable a la tienda que me fiaba.
Son chingaderas, Señor Presidente. Usted que es nuestro Prócer, la cabeza del Sistema, el abanderado del partido, que está pendiente día y noche desde su silla presidencial viendo que no se cometan injusticias, sí sabe de leyes y por eso me dirijo a Usted con todo respeto para que no me sigan jodiendo.
Tengo ochenta años. Usted tiene un padre y no creo que no se compadezca de un ciudadano que es su más fiel servidor. Soy de la tercera edad, como ahora dicen para no decir que está uno en las últimas. Aunque eso es un decir porque yo todavía hago ejercicio, camino por el canal del desagüe hasta el Peñón y no me siento acabado pero no tengo pensión y no me pude jubilar y eso que tuve bastantísimos trabajos, pero en el seguro no me guardaron la antigüedad que dizque perdieron mi cédula cuarta y que no era yo, pero eso es otra cosa que no viene al caso.
Hágame justicia Licenciado, yo siempre he votado por Usted y conozco nuestra Historia Patria, ya ve que los héroes nos dan su ejemplo para no cometer los errores del pasado, comprender el presente y prepararnos para un futuro mejor. Ahí me verá siempre en los desfiles del Zócalo y sí canto nuestro Himno Nacional que muchos, aunque usted no lo crea porque está en su oficina atendiendo los asuntos del país, muchos se pitorrean de su insigne letra y hasta hacen chistes majaderos, Señor presidente, para que vea que no todos somos patriotas como yo que sí respeto el lábaro patrio.
Sólo le pido que me dé un empleo de lo que sea y si se puede de velador en alguna oficina de gobierno en donde pueda dormir en la noche pues hace mucho frío en la calle y no aguanto las reumas y la canija tos.
Yo como le digo a los chamacos que me avientan cáscaras de plátano y hasta piedras, señor, nomás que lleguen a mi edad y la vida les va a dar una lección dejándolos solos y muertos de hambre porque hay un Dios y todo se paga, tiéntese tantito el corazón no me traten como perro, aunque eso está mal dicho porque fíjese Usted que como quiera los perros tienen su cuero lleno de pelitos y no pasan tanto frío aunque sí mucha hambre como yo. No, les digo, no sean inhumanos, compadézcanse de este viejo que está solo, que ni una buena mujer le dio Dios para pasar sus últimos días. Puto, hijo de la chingada, me dicen y me avientan orines que juntan en latas de cerveza y yo ni cómo defenderme. Por eso le digo lo del trabajo, Señor Presidente, ya con mi uniforme de velador, hasta el Cenobio me respetaría. Claro que lo principal es cumplirle a usted, fíjese, yo podría hacer muchas cosas también en las mañanas, como comprarles las tortas a las secretarias para que atiendan bien al personal o comprarles el periódico a los Licenciados que hay tantos y se preocupan por cumplir con el programa de gobierno que Usted tan dignamente encabeza. O ir por los cigarros.
Si tiene dudas de lo que le digo, infórmese como debe ser, nomás es cosa de venir a la colonia caracoles, aquí junto al canal del desagüe, que muchos conocen como Río de los Remedios, pero no es un río, río, sino un canal, luego hasta me dicen los chamacos, esos que le digo que no me tienen ninguna consideración, dicen te vamos a echar a la mierda pinche viejo culero y eso duele bastante, su excelencia, ahora sí que ni fuera uno de qué o qué para no sentir rabia o más bien impotencia porque ellos están jóvenes y en un descuido sí me lo cumplen, capaz que me agarran dormido y me avientan al muladar, y nomás por divertirse no crea que por otra cosa. Yo claro que no soy un santo, ni más faltaba, pero hay que reconocer lo que uno vale como ser humano, como hombre que es uno, y no es por nada, Licenciado, pero yo soy una buena persona, honrado como pocos porque todos transan, a cual más y en donde se pueda, yo los he visto, señor, bueno hasta las limosnas de la virgen se roban y yo no, estoy fregado pero tengo mi dignidad. Yo no le robo a nadie ni tampoco ando ay pidiendo limosna, no, eso sería lo último, primero Dios y usted ha de socorrerme. Además, no tomo. Había de ver cómo envidian mi don de gentes los teporochos de la esquina, más cuando me ven leyendo, porque eso sí le digo a mí la cosa de la lectura me gusta bastante. Tengo mis libritos, como uno que trae los grandes poemas románticos, y novelas así de gordas, también leo de política, no crea que ando viendo la nota roja como los ignorantes que les gusta ver fotos de gente degollada o que alguno mató a su hijo porque estaba chille y chille y lo descuartizó para que se callara. Cuánta gente no habrá que le gustaría hacer esas fechorías pero se aguantan porque es horrible estar en la cárcel y más peor cuando uno es inocente porque ya que viene al caso también le quería decir (si se puede decir que esto sí es una denuncia) que me dan miedo los agentes que ya me amenazan con que me van a llevar al reclusorio ¿por qué? Les digo, no, dicen, pues por daños a la Nación, así dijeron, señor, pero con palabrotas y es que les caigo gordo porque yo sí defiendo mis derechos como dormir en la calle y no saben que yo ya le escribí a Usted y las cosas no se van a quedar así.
Señor Presidente, tómeme en cuenta mi carta yo mismo no lo voy a defraudar y hasta puede que un día este pobre viejo le pueda hacer un gran favor, como pasa en una novela de Alejandro Dumas Padre, donde un lacayo se entera de toda la intriga y salva al rey de Richeliu que lo quería matar luego así pasa en la historia. Tal vez un día, Dios no lo quiera, esté usted en un aprieto, y yo, el más humilde y discreto de sus servidores le preste un servicio muy delicado a Usted que es tan sabio y sabe dirigir los destinos de nuestra Nación.
En espera de su pronta respuesta, no es que lo esté apurando sabiendo cuantísimo trabajo tiene pero a mí sí me re urge por las lluvias que ya no tardan, y sin más por el momento, me honro en presentarle mis más finas consideraciones y a ver si me dejan entrar al Palacio Nacional a entregarle este sobre que en la esquina derecha tiene una crucecita negra que le pinté para la buena suerte y para que sepa que es mío y esa sea nuestra clave secreta.
Atentamente
Nicéforo López Madariaga
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