martes, 27 de enero de 2015

Denise Maerker - Vivir sin oposición

La idea del Pacto por México no era acabar con la oposición, y sin
embargo parece que fue una de sus consecuencias. La semana pasada,
cuando le preguntaron al coordinador de la bancada perredista en la
Cámara de Diputados, Silvano Aureoles, qué opinaba de lo revelado por
The Wall Street Journal en torno a la casa de campo del Presidente,
respondió: “...habría que identificar quiénes están interesados en que
por esa vía [la revelación de casas] se desgaste al gobierno; es obvio
que hay una intencionalidad de golpeteo al gobierno, de eso no me queda
ninguna duda, por eso es importante que se aclare y que se investigue de
dónde salen tantas filtraciones”.



Dicho así, lo importante no es
investigar si se ha estado privilegiando a un contratista que le vendió
una casa al entonces gobernador Peña Nieto, sino saber quién, y por qué
inconfesables razones, está desde fuera queriendo debilitar al gobierno.
Si César Camacho, el presidente del PRI, hubiera hecho esta declaración,
lo habríamos calificado como un exabrupto digno del viejo PRI. Dicho por
la oposición, nos obliga a reflexionar. ¿Qué pasó en estos dos años?
¿Cómo los partidos de oposición acabaron recordándonos tanto a los
viejos partidos satélites del viejo sistema como el PARM o el PPS?

Desde que se conoció el Pacto, sus críticos advirtieron que se corría el
riesgo de que esa alianza debilitara la necesaria función de contrapeso
que le toca jugar a toda oposición. El objetivo del Pacto, fortalecer al
Estado frente a los poderes fácticos y sacar una agenda de reformas
compartidas, parecía justificar que se corriera ese riesgo. Sin embargo,
dos años después, la respuesta no es tan evidente. Porque ya nadie esta
jugando el rol de contrapeso.

Por si la declaración de Aureoles no fuera suficiente, hay que recordar
que por unanimidad, en la Junta de Coordinación Política de la Cámara de
Diputados, los partidos decidieron no crear una comisión especial para
investigar la legalidad y ausencia de conflictos de interés en el
otorgamiento de contratos del gobierno federal al Grupo Higa. Uno de los
argumentos esgrimidos, sin rubor, fue que ya había demasiadas comisiones
especiales.

En la confección del Pacto se tejieron relaciones personales y de
confianza que sirvieron para sacar reformas, como la fiscal y la de
telecomunicaciones, pero que también llevaron a este fatal eclipse de la
oposición. A través de esos vasos comunicantes se descubrieron intereses
comunes. Por ejemplo, que el gobierno y Los Chuchos compartían un
adversario: López Obrador. Entonces, más allá de lo pactado en materia
legislativa, se ayudan en asuntos políticos, incluso internos de los
partidos. Que a nadie sorprenda que el gobierno ayude al PRD de Los
Chuchos a no sucumbir frente a Morena en los próximas elecciones. No
poniéndole muchos obstáculos a Silvano Aureoles para que gane en
Michoacán la gubernatura, por ejemplo, o mimando a un jefe de gobierno
que abandonó la función de contrapeso ideológico que habían mantenido
sus predecesores.

Si a esto le agregamos que todos, PRI, PAN y PRD, llevan años
repartiéndose el presupuesto con suficientes márgenes de
discrecionalidad como para que cada uno invente su sistema de moches, se
endeude o se financie como quiera, no puede asombrarnos la ausencia de
verdadera crítica. Hay demasiados intereses comunes y mucha complicidad.

Enorme peligro y gran reto para una democracia tan nueva.

Fuente: http://www.eluniversalmas.com.mx/columnas/2015/01/110850.php

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