Peña Nieto
goza del mismo golpe de fortuna de aquél a quien felicitan por ser el
único sobreviviente de un accidente automovilístico, aunque en el trance
haya perdido una pierna. O al que roban justo después de haber gastado
la mayor parte de su cartera.
Y es que, todos los sondeos lo muestran, Peña Nieto lo está haciendo
mal, sólo que la oposición lo está haciendo peor. Las últimas encuestas
de opinión revelan que la popularidad del presidente sigue cayendo, pero
también el rechazo a los dos principales partidos rivales del PRI: el
PAN a la derecha y el PRD a la izquierda.
Las razones de la caída del PAN no son un secreto. Aún no se repone
del fracaso de sus 12 años en el poder, de la lucha fratricida entre
calderonistas y maderistas por el control del partido y de los continuos escándalos de corrupción.
Los motivos de la izquierda son igualmente obvios. La emergencia de Morena, la organización liderada por Andrés Manuel López Obrador escindida del PRD y convertida en partido político, dividirá casi por la mitad el voto de la izquierda.
Resulta difícil precisar el impacto que supondrá presentar candidatos
distintos en la misma boleta electoral en las elecciones del próximo
junio. Están en juego nueve Gubernaturas, 300 distritos electorales,
casi mil presidencias municipales y delegaciones del Distrito Federal.
Pero podemos dar por descontado que la izquierda perderá distritos,
municipios y delegaciones que de otra manera habría obtenido. Y sin
duda, el beneficiario principal será el partido del Presidente.
Alguien podría decir que no se trata de un golpe de suerte del PRI,
sino de la simple recolección de los frutos sembrados. Aquellos que se
salieron del PRD acusan a los Chuchos,
la corriente que domina a ese partido, de haber sido enajenados por los
hombres del Presidente. Aseguran que a partir de las negociaciones por
el Pacto por México
con el que arrancó la actual administración, la cúpula del PRD se ha
convertido en un aliado de Los Pinos a cambio de canonjías
inconfesables. Bajo esas circunstancias, afirman, la escisión de Morena
era impostergable.
Los dirigentes del PRD responden con argumentos políticos que abrevan
en la tradición de la socialdemocracia. “Es mejor sentarse a hacer
política con la derecha que dejarla gobernar sola”. Los Chuchos han
validado una y otra vez las reformas del Presidente con el argumento de
que para otorgar su beneplácito han logrado modificaciones a favor de
las causas democráticas. Lo que ellos ven como una tarea de
parlamentarismo responsable, López Obrador lo califica como un
entreguismo oficialista y una traición a las causas del pueblo.
El hecho es que hoy en día un abismo separa a las dos fuerzas
políticas de la llamada izquierda, y para efectos prácticos constituye
una tragedia electoral. Algunos responsabilizan del previsible fracaso a
Los Chuchos, otros a López Obrador. Como en todo divorcio las dos
partes tienen que ver con el encono que ahora se prodigan, de lo que no
hay duda es que son un agua y aceite irreconciliables.
Según la empresa encuestadora Parametría, la intención de voto de los
mexicanos sigue favoreciendo al PRI, pese a la desaprobación que
provoca la gestión del gobierno de Peña Nieto. El partido en el poder
concentraría 23 % de las preferencia brutas del electorado mexicano por
18% del PAN, 9% del PRD y 6% de Morena. Si se eliminan las respuestas
“no contesta” y similares, la preferencia efectiva queda en 32%, 26%,
13% y 9% respectivamente para PRI, PAN, PRD y Morena (PT y Movimiento
Ciudadano, más cercanos a Morena que al PRD, aportarían otro 5%). Es
decir, en conjunto la izquierda sumaría 27%, ligeramente por encima del
PAN. Pero esa es una cifra platónica que sólo existe en el Excel. En la
práctica Morena y PRD se harán pedazos mutuamente. Peor aún, ya lo han
hecho. Frente a la debacle del PRI, la izquierda ha sido incapaz de
capitalizar el descontento popular debido al enorme deterioro de imagen
que resulta, entre otras cosas, de la enconada y caníbal confrontación
de ambas fracciones.
El gobierno enfrentará las elecciones de junio con una ventaja que,
sin ser amplia, le otorga cierto margen de maniobra. Por lo general las
elecciones intermedias suelen ser una dura prueba para la presidencia en
funciones, por el desgaste que supone la gestión gubernamental. Y vaya
que el gobierno de Peña Nieto se ha desgastado como ninguno. Sus niveles
de desaprobación son los más altos desde que se tiene registro en la
historia política reciente y, no obstante, no enfrentará mayor peligro
en las urnas. Lo dicho, un sobreviviente con suerte.
Twitter: @jorgezepedap
Leído en http://internacional.elpais.com/internacional/2015/02/19/actualidad/1424302235_967700.html
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