¿Es válido calificar a la democracia mexicana como “coprocracia” cuando el Poder Ejecutivo soborna a billetazos a los representantes del Congreso de la Unión a cambio de que la supuesta oposición vote de acuerdo a los deseos del partido en el poder? ¿Democracia? ¡Ja! ¿Acaso la sociedad mexicana está representada en la cámara de diputados o en la de senadores integradas mayoritariamente por personajes de rancia catadura moral como los plurinominales, por quienes nadie vota pero disfrutan una curul impune y de una dieta que ya soñaría el 99 por ciento de los mexicanos, sin olvidar al resto de los legisladores que representan a sus partidos, pero no a México?
El uso del término “coprocracia” implica, sin duda alguna, el arribo de un neologismo en el diccionario de nuestra terminología política. El hecho de que se me haya ocurrido etiquetar, de esta suerte, a la realidad política que vive nuestro país en la actualidad de ninguna manera significa que eventos parecidos o similares, conocidos a lo largo de nuestra historia patria, no hubieran ameritado ser catalogados de la misma forma. Los ejemplos de “coprocracia” sobran, sólo que los que padecemos en nuestros días en nada desmerecen de los anteriores…
Comencemos por definir el término. Sus raíces etimológicas se remontan al griego. Copro, kópros, elemento compositivo prefijo que significa excremento: coproanálisis, coprofagía, coprófago… como podría ser el caso de muchos perredistas, priístas, panistas y niños verdes o multicolores, es decir, candidatos a puestos de elección popular que han pertenecido a diferentes partidos políticos, etc… ¿No son auténticos coprófagos?
La segunda parte del neologismo cracia significa poder, del griego kratía, de la raíz krátos, fuerza, aristocracia, tecnocracia, etc…
Así encontramos la fórmula perfecta para definir “coprocracia”: el poder o la fuerza de la mierda… ¿Fuerte el terminajo? ¡Claro que lo es!, sólo que andar de campaña electoral lucrando políticamente con la aberrante ignorancia y el hambre de los millones de marginados que lamentablemente heredamos después de 70 años de fétido priísmo (ahora ya 72…) y, además explotando sin piedad alguna la depresión centenaria y la desesperanza de quienes escasamente visten trajes de manta y huaraches cubiertos por costras históricas de lodo, me parece un auténtico engendro de maldad demoníaca. Ya sabemos, desde luego, que el populista es aquella persona que predica ideas que sabe falsas entre sujetos que sabe imbéciles, sí, pero el término populista de pronto me resultó insignificante para definir a estos pillos que cometen de entrada un fraude electoral de carácter moral, desde que engañan arteramente e inducen dolosamente al error a quienes difícilmente saben leer y escribir. ¿Qué tipo de país heredan los populistas?
Un ejemplo claro de “coprocracia” queda de manifiesto cuando se conoce el monstruoso importe de miles de millones de pesos que reciben como subsidio los partidos políticos, auténticas cajas de reptiles en donde nadie se atreve a meter la mano. Miles de millones de pesos destinados a fondo perdido que en buena parte se traducen en franquicias cuasi familiares que ninguna autoridad audita al tratarse de ahorros propiedad de la nación. ¡Qué maravilloso sería que una buena parte de los recursos de los partidos políticos provinieran de las aportaciones de sus militantes y no de los recursos fiscales que deberían utilizarse para financiar los servicios públicos…!
¿Quién cree en los contenidos de las campañas electorales de los candidatos que denuncian y prometen para hacerse de votos en la inteligencia que, de llegar al poder, se olvidarán de lo prometido y se dedicarán al trinquete y a los acuerdos económicos inconfesables?
La política mexicana es un gran negocio y, por lo tanto, es una “coprocracia…”
fmartinmoreno@yahoo.com
twitter: @rivapa
Leído en http://www.vanguardia.com.mx/columnas-democraciaocoprocracia-2298894.html
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