lunes, 22 de junio de 2015

Jesús Silva-Herzog Márquez - El eclipse del tripartidismo

La elección del 2015 rompió los equilibrios fundadores del pluralismo mexicano. El diseño y el azar dieron a tres partidos políticos la conducción inicial de la democracia. Esas tres formaciones daban norte a la competencia: el viejo partido hegemónico, ideológicamente gelatinoso, se colocaba en el centro del escenario. Lo flanqueaban una organización de derecha y otra de izquierda. Tres opciones en la contienda nacional que en las regiones se reducía, normalmente, a dos. Ahí estaban los pedales esenciales de la maquinaria de gobierno: los tres partidos se alternaban acelerador y freno. Durante un breve periodo coincidieron en la necesidad de olvidar las precauciones y apretar solamente el acelerador. Inmóvil o desbocada, la democracia mexicana dependía de esas tres fuerzas porque representaban a una apabullante mayoría electoral. Ahí estaba el secreto de la legislación y de las reformas constitucionales. Pero más allá de esa aritmética parlamentaria, esos tres partidos poseían las llaves del futuro. Es sobre todo esto último lo que cambiado. El futuro ya no es lo que era porque no lo escriben solamente PRI, PAN y PRD. Lo escriben también Morena, el partido ascendente, y esa nueva política que ya no necesita partido.





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