Hace algunos años, cuando la corrupción tenía forma de “discreta” aunque no dejaba de “graduar” a decenas de nuevos ricos en cada sexenio –usted puede identificarlos cuando visita mansiones propias de la aristocracia y se topa con el mal gusto de quienes no dejan espacios libres con sus tibores y jarrones chinos, por ejemplo, rebosantes de pedantería-, conversé con Emilio Gamboa Patrón -hay que comerse muchas ranas cuando se ejerce esta profesión-, quien sin tener la menor idea de los servicios de salud en nuestro país había sido designado director del Seguro Social siguiendo una relampagueante carrera, armada por Carlos Salinas, que le llevó a ocupar las más variadas oficinas con una venda sobre los ojos.
Si, de verdad, en los breves lapsos en que fue director de INFONAVIT, de la Lotería Nacional, de Fonatur y la Secretaría de Comunicaciones, además de una subsecretaría en Gobernación, alternadas con sus tareas legislativas –siempre sin hacer alguna campaña, a la vera de las posiciones de representación proporcional como dilecto servidor de la parte más oscura del priismo, Gamboa sería un talento de altos niveles por su conocimiento de tantas y productivas ramas. Pero no. Simplemente, el señor Gamboa, optó por el disfrute de la política indecente al grado de convertirse en uno de los grandes clientes del pederasta de Cancún, Jean Succar Kuri; los niños y niñas abusados lo señalaron once veces en sus declaraciones ministeriales ¡y jamás se procedió contra el nefasto yucateco!
En fin, cuando fungía como director del Seguro Social, me atreví a sugerirle -en otras ocasiones nuestras audiencias han terminado a gritos-, que la Institución del que era titular justificaba, por sí, las demandas de la tan difamada Revolución Mexicana, un término que ahora resulta caduco y hasta fuera de lugar más cuando se trata de explicar que sus “banderas” siempre recalaron en un factor principal: El intento de equidad entre las clases sociales, un objetivo utópico ante las diferencias abismales entre la nueva aristocracia y quienes vivimos de nuestros ingresos cotidianos.
El pobre gamboa, colocado en un lugar que no merecía salvo por eliminación y de acuerdo a los proyectos continuistas y de permanencia de Salinas, quien mucho debía al primero por sus intervenciones claves con el ahora extinto Miguel de la Madrid -seguro huésped de Aztlán, el inframundo de los aztecas; a Xibalbá, el de los mayas, lo tengo reservado para mí-, se sorprendió ante mis palabras y hasta, en su tremenda ingenuidad, las tomó como un elogio para él cuando, en realidad, significaban una advertencia: No dejar que el legado histórico se le fuera de las manos; pero su incultura no permitió conservarlo y la institución fue hundiéndose, poco a poco, muy a pesar de las dotaciones de material de vanguardia y las inversiones reiterativas en un sector muy lastimado, sobre todo después de los sismos de 1985. Después, recuérdese bien, el auditorio del Centro Médico Siglo XXI sirvió de sede al Legislativo luego de que se provocara un incendio en el Palacio de San Lázaro para convertir en cenizas el descarado fraude electoral de 1988... acaso por iniciativa de Diego Fernández de Cevallos, quien siempre insistió en proceder a ello hasta que el edificio sede sufrió los estragos. Nunca se investigaron, a fondo, los hechos en cuestión.
Hoy, por desgracia, la salud de los mexicanos está situada muy por debajo de las prioridades nacionales. El torpe mandatario federal que padecemos ha dicho que su intención es “domar” la condición humana para superar la corrupción que vive en él y sus esbirros, quienes han dado muestras fehacientes de sus prioridades muy alejadas de los intereses del colectivo o, mejor dicho, situados en otro plano en donde la miseria no les alcanza ni se puede observar el horror de la violencia cotidiana ni la deformación terrible sobre la preeminencia de los “capos” sobre las autoridades. No olvidemos a los veinticuatro asesinados durante el proceso electoral reciente; si estos incomodaban a los sicarios debe concluirse que los vencedores de la jornada los tienen sin cuidado porque están debidamente cooptados. No es necesario ser una lumbrera para entenderlo.
En materia de salud, todos los valores se han hecho pedazos. Los derechohabientes del IMSS y del ISSSTE, deben esperar hasta enero, aunque tengan los brazos fracturados y el alma rota, para obtener una cita con un médico apurado quien acaso les dispensará unos quince minutos y una nueva cita para la operación respectiva mientras extiende una receta con un verdadero catálogo de calmantes. Pero esto, ¿le importa a alguien?
Por supuesto, el asunto se agrava y mucho cuando se trata de hospitales públicos a cargo de la secretaria de Salud, Mercedes Juan López, en donde los servicios están, literalmente, por los suelos. Quienes han debido internar a un familiar en ellos, o lo han visitado, se han encontrado con una podredumbre similar a la que reflejan los filmes belicosos en donde se amputan las piernas sin el menor analgésico y se deja a los pacientes en los pasillos, a veces días enteros, sin que reciban la menor atención, ni un vaso de agua siquiera, porque no están en zona de tratamiento ni, mucho menos, en salas de terapia intensiva. No son pocos quienes han muerto por causa de esta negligencia criminal por la cual solo alzan las voces, con la timidez de la impotencia, las otras víctimas, quienes se quedan en esta tierra y este país en manos del arbitrio de la corrupción.
Pero hay más todavía. En algunas entidades se abandonan a los hospitales por celos políticos. La alternancia en el poder es devastadora cuando se trata de infamar al partido contrario... dejando de usar o sin terminar obras emprendidas por la administración antecesora adversaria. Hace unas semanas, el exgobernador yucateco Patricio Patrón Laviada, criticado por este columnista en torno a la apropiación de centenares de hectáreas en la periferia meridana sobre la carretera a Hunucmá, inició valerosamente una caminata entre Mérida y Temax, una distancia de aproximadamente cien kilómetros, para reclamar por el hospital abandonado en esta... solo por descalificarlo a él, quien inició la construcción y dejó listo el edificio faltando solo los muebles de algunas áreas, con costo de quien sabe cuántos pacientes que no pudieron viajar hasta la capital yucateca para atenderse. Cada muerto, a la vista del centro hospitalario, es una afrenta a la sociedad y un severo baldón para la sociedad en su conjunto. Este columnista se lo toma personal porque, de otra manera, el concepto de fraternidad universal se saldría por la borda.
La noticia de la caminata, a diferencia de otras emprendidas por líderes sociales como el doctor Salvador Nava Martínez en San Luis, fue poco divulgada por cuanto tocaba igualmente a quienes tanto presumieron del “seguro popular”, esto es el señor calderón y José Ángel Córdova Villalobos, quien quiso ser presidente por las candilejas del N1H1 y se quedó en gendarme: Ni la alcaldía de León, su tierra, pudo ganar ya fuera del PAN.
Este es el caso. No hubo programa más publicitado por el repulsivo régimen calderonista que el del “Seguro Popular”, así como Peña inició la “Cruzada contra el hambre” que se quedó solo en hambre y no en cruzada. El Seguro fue como un pequeño torbellino de polvo que se diluyó tan pronto cesaron los proyectos de felipe y este se encomendó a la tarea de preparar y negociar la alternancia, con el visto bueno de quienes dominan de verdad el territorio mexicano, a favor de Peña, llevando a la doncella, Josefina Vázquez Mota, hasta la pila de los sacrificios de la mano del execrable catalán Antonio Solá Recquer a quien, por cierto, tampoco se investiga para, siquiera, señalarlo como persona non grata; es más, Calderón le “regaló” la nacionalidad mexicana para impedir el otro procedimiento.
Democracia en su mejor expresión con el sello de quienes levantan la cara para sentirse conquistadores en Latinoamérica y la bajan ante los poderosos europeos al norte de los Pirineos. Un duelo permanente de falacias históricas.
Sin salud, sin alimentos, sin viviendas dignas, sin democracia, ¿qué le queda al colectivo inquieto? Solo el hondo rencor por los engaños reiterados. Por eso la crispación que no quieren ver los huéspedes de Los Pinos por donde circulan los ajuares de modistas del primer mundo, se controla la enfermedad del presidente con medicamentos no recomendables y se nos dice que nos van a “domar” para que cambiemos, nosotros y no la aristocracia gobernante, nuestra condición humana. ¡Al demonio, señor Peña!
Web: http://www.trinchera.mx
E-Mail: loretdemola.rafael@yahoo.com
Leído en
http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/salud-por-los-suelos-1435725926
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