viernes, 21 de agosto de 2015

Luis Pablo Beaudegard - El ilusionista en las sombras

Hace algunos días, los legisladores despidieron a Manlio Fabio Beltrones en el Congreso. El líder de la bancada del PRI dejaba la Cámara de Diputados para ocupar la dirigencia del partido. En la sesión hubo muchos elogios, la mayoría procedía de la oposición. “Reconozco su compromiso para crear acuerdos y desatorar las cosas. Siempre cumple su palabra”, decía José González Morfín, del partido de derecha PAN.

Beltrones, nacido en Sonora en 1952, es un hábil operador político en las sombras. Ayer se convirtió en presidente del PRI tras 33 años de carrera, en los que ha sido subsecretario de Gobernación (Interior), gobernador de Sonora (1991-1997), y funcionario de los sectores corporativos del partido. El pasado 14 de agosto culminó 12 años ininterrumpidos en el Congreso. Fue diputado en dos ocasiones y senador durante la presidencia de Felipe Calderón (2006-2012). En la actual legislatura fue el motor que facilitó la aprobación de las reformas de Enrique Peña Nieto.









“Conducía la Cámara como un faraón egipcio”, dice el exdiputado Alfonso Durazo, de Morena (el partido de Andrés Manuel López Obrador). El legislador recuerda el trámite de julio de 2014 para aprobar la reforma energética, una de las más difíciles en el paquete de Peña Nieto por las reticencias de la izquierda. “El PRD tomó la tribuna y Beltrones improvisó un pleno a las cinco de la tarde. Al otro día, estaba todo resuelto”. La oposición presentó más de mil reservas a las leyes. “¿Cuántas crees que se discutieron? Ninguna”, afirma Durazo. “Recuerdo cuando el PRI arrollaba con elegancia, no con desparpajo y ostentación, como ahora”.

Beltrones usa sus encantos de viejo priísta para hechizar a sus interlocutores. Los cables del Departamento de Estado de EE UU filtrados en Wikileaks dan parte de ello. “Es suave en sus formas, está siempre impecablemente peinado y arreglado. Exuda confianza”, aseguran los estadounidenses. Los textos del espionaje diplomático no mencionan uno de los grandes mitos que mellan la reputación de Beltrones: que su entrada al país vecino no está permitida y que le han prohibido la visa.

El departamento de Estado, sin embargo, sí menciona la acusación de vínculos con el narcotráfico que hicieron Sam Dillon y Craig Pyes en The New York Times, en febrero de 1997. Los reporteros afirmaban que Amado Carrillo Fuentes, alias El señor de los cielos, capo del cártel de Juárez, había tenido nexos con Beltrones cuando era gobernador de Sonora, un Estado al norte de México con un intenso tráfico de drogas hacia EE UU. Un mes después de la publicación, Beltrones envió una carta al editor del diario desmintiéndola. Dijo que durante su mandato había confiscado propiedades al narcotraficante en Hermosillo, la capital de la entidad.

Beltrones gobernó Sonora al viejo modo priísta, donde nada ocurría sin el conocimiento del gobernador. En 1996, Felipe Calderón, presidente del PAN, envió al Estado a Manuel Espino con una misión. “El partido estaba controlado por Beltrones, me enviaban a recuperarlo”, recuerda Espino por teléfono. Cuando llegó descubrió que los autos y las computadoras de su partido eran propiedad del Gobierno del Estado. “Había panistas en la nómina del gobernador. El PAN era un instrumento de Manlio”, afirma.

En Hermosillo, un empresario le advirtió: “Manlio es un encantador de serpientes”. “No le tenían respeto, sino miedo. Sabían que quien fuera en su contra corría un riesgo. Lo envolvía la fama de duro”, dice Espino, que años después se convirtió en presidente del PAN.

Beltrones es un avanzado discípulo del fallecido Fernando Gutiérrez Barrios, un barón del PRI de antaño que destacó por su estilo cimentado en la política en la sombra, en extender redes de inteligencia y espionaje a sus adversarios políticos.

Como presidente del PRI, Beltrones tendrá una dura prueba en junio de 2016, cuando 12 Estados voten nuevo gobernador. Solo una figura como la suya puede inyectar vida al priísmo, que vive el desgaste del presidente y su núcleo cercano. “Hará un buen papel al frente del PRI”, dice Espino. Si triunfa, Peña Nieto podría integrarlo en su gabinete como recompensa, aunque no es, ni de lejos, uno de sus hombres cercanos. Esta sería una gran señal en el añejo lenguaje del PRI. Nunca en la historia un presidente priísta ha nombrado candidato a alguien que no esté en su gabinete. Una cartera es el único hito que le hace falta a Manlio Fabio Beltrones en su larga carrera política en la sombra.



Leído en http://internacional.elpais.com/internacional/2015/08/21/actualidad/1440123679_140841.html




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