Lo más grave en la investigación del exprocurador Jesús Murillo Karam sobre el crimen de los normalistas de Ayotzinapa, en Iguala el año pasado, es lo mucho que parece haber mentido. O si no actuó con dolo, peor aún: lo muy incompetente que resultó como investigador. No hay nada peor a la perversidad en la política que la ignorancia. La verdad histórica en torno a la investigación sobre un crimen que tiene todavía sus páginas abiertas, tendrá como capítulo especial el papel de Murillo Karam y el daño que hizo al presidente Enrique Peña Nieto y a su gobierno.
La investigación de Murillo Karam no debe analizarse bajo el énfasis de una externalidad: si en el basurero de Cocula, cerca de Iguala, se incineraron los cuerpos de 43 normalistas, aunque introduzca el cuestionamiento sobre la cadena de custodia de las evidencias recogidas en ese lugar. El dato es muy relevante para determinar si, como dijo el grupo de expertos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, no fueron incinerados en ese lugar –la Fiscalía General de Guerrero tampoco mencionó nunca en su informe a escasas dos semanas del crimen el basurero-, porque abriría hipótesis sobre quiénes, además de Guerreros Unidos y policías municipales, participaron en la desaparición de los normalistas. El colapso del trabajo de Murillo Karam empieza en Cocula, donde, en todo caso, termina.
No debe quedar atrapada por el ensordecedor ruido del basurero de Cocula las grandes fallas de Murillo Karam, quien a partir de las mismas evidencias que analizó el grupo de expertos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, y de los mismos testimonios recogidos por la Fiscalía General de Guerrero, hizo su “verdad histórica” una distorsión histórica. El estudio de la investigación fallida comienza, hasta que Murillo y la PGR demuestren los contrario, en la línea de tiempo que dio a conocer el 7 de noviembre sobre la sucesión de hechos en Iguala.
Murillo Karam afirmó que los normalistas llegaron a las 13 horas y secuestraron camiones. Poco después de las 14 horas, al salir de la terminal de autobuses, se enfrentaron con la policía, que ante su inferioridad numérica, se retiraron. Entonces comenzaron a botear con el fin de obtener recursos para viajar a la ciudad de México y participar en la marcha del 2 de octubre. Para llegar a esta conclusión, el exprocurador dijo que utilizó los videos del C-4, el sistema de vigilancia de la policía local. En su reconstrucción de hechos, agregó:
“El expresidente municipal de Iguala (José Luis Abarca), quien tenía designado en la comunicación interna de la policía municipal el código ‘A-5’, fue quien dio la orden a los policías municipales de contener a las personas que viajaban en esos cuatro camiones, según declara el propio operador de la central de radio de la policía municipal de Iguala, David Hernández Cruz, y la ratifica uno de los vigilantes que ellos conocen como halcones, que recibía comunicación. Es en este mismo evento, como se ha informado, los policías municipales de Iguala privaron de la vida a tres normalistas. El expresidente municipal se encontraba en esos momentos en el informe que daba su esposa (María de los Ángeles Pineda Villa) sobre sus actividades frente al DIF municipal”.
Con los mismos videos del C-4, el grupo de expertos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos estableció la línea de tiempo del crimen pasadas las nueve de la noche; es decir, ocho horas después. Con los mismos testimonios, la Fiscalía General de Guerrero afirmó que los normalistas llegaron a Iguala pasadas las nueve de la noche. Murillo Karam dijo que todo empezó al mediodía, cuando todo apunta a que comenzó muchas horas después. La diferencia es, literalmente, del día a la noche. El problema es que no se puede quedar todo en un error por el cual tuviera que enfrentar a la justicia.
La versión de Murillo estableció responsabilidades directas sobre exfuncionarios y policías que se encuentran en la cárcel. Identificó a Abarca como el autor intelectual del asesinato y señaló como móvil del crimen el sabotaje al evento de su esposa. El 4 de noviembre, Peña Nieto reconoció a las autoridades que capturaron a el exalcalde y a su esposa y expresó su confianza en que la detención contribuyera “de manera decisiva” al esclarecimiento de los hechos. El 14 de noviembre, un juez federal dictó el auto de formal prisión en contra de ambos por su presunta responsabilidad en el crimen.
¿Qué hizo Murillo Karam que sea tan grave? La primera posibilidad es que todos aquellos detenidos en función de la línea de tiempo establecida por el exprocurador tendrían que ser puestos en libertad porque los delitos por los que les dictó el auto de formal prisión, nunca existieron. La segunda es que al haber engañado al juez para obtener ese auto, habría incurrido en un fraude procesal que tiene como pena la cárcel. La tercera es que indujo al presidente a hablar de Abarca y su esposa como los responsables de un crimen que, a partir del error de Murillo Karam en la investigación, no cometieron. Todo apunta a una sucesión de timos. ¿Cómo pudo equivocarse tanto Murillo Karam? Es una buena pregunta que bien podría hacer el Ministerio Público Federal, cuando lo llame a rendir cuentas.
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