sábado, 21 de noviembre de 2015

UN POEMA DE:

El odio
Ojalá que la espera no desgaste mis sueños. 
Marilyn Monroe.

El odio

Tornasolando el flanco a su sinuoso
paso va el tigre suave como un verso
y la ferocidad pule cual terso
topacio el ojo seco y vigoroso.
Y despereza el músculo alevoso
de los ijares, lánguido y perverso
y se recuesta lento en el disperso
otoño de las hojas. El reposo…
El reposo en la selva silenciosa.
La testa chata entre las garras finas
y el ojo fijo, impávido custodio.
Espía, mientras bate con nerviosa
cola el haz de las férulas vecinas,
en reprimido acecho… así es mi odio.

Enrique Banchs


Oráculo del odio

Muerde calaveras, engulle el pan marchito,
ronca en el desaire del ojo que te observa.

Quema el mar en llamas, al húmero quebrado,
enreda tu quietud. Ahora clama y llora.

Las parcas, las eneidas, las madres que reclaman
habrán de abrir tu lecho de piedras en la muerte.

Nada quede entonces en el fulgor, la ira,
águilas y cuervos o hienas por la noche:

Todo se derrumbe encima de tus sueños.

Andrés Morales


El enemigo

Nos mira. Nos está acechando. Dentro
de ti, dentro de mí, nos mira. Clama
sin voz, a pleno corazón. Su llama
se ha encarnizado en nuestro oscuro centro.
Vive en nosotros. Quiere herirnos. Entro
dentro de ti. Aúlla, ruge, brama.
Huyo, y su negra sombra se derrama,
noche total que sale a nuestro encuentro.
Y crece sin parar. Nos arrebata
como a escamas de octubre el viento. Mata
más que el olvido. Abrasa con carbones
inextinguibles. Deja devastados
días de sueños. Malaventurados
los que le abrimos nuestros corazones.

José Hierro


Odio

Me faltan algunos odios todavía.
Estoy seguro de que existen.
Céline

El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con el locutor deportivo
de la radio del vecino
esos domingos por la tarde.

El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con el macaco de uniforme
que sentencia -arma
al cinto- que el semáforo
no estaba en ámbar, sino en rojo.

El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con el cívico paleto
vestido de payaso
que te dice
que no se permiten perros
en el parque.

El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con la gente que choca contigo
por la calle
cuando vas cargado
con las bolsas de la compra
o un bidón de queroseno
para una estufa
que en cualquier caso
no funciona.

El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con los automovilistas
cuando pisas un paso de peatones
y aceleran.

El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con el neandertal en cuyas manos
alguien ha puesto
ese taladro de percusión.

El odio son las cosas
que te gustaría hacer
cuando le dejas un libro a alguien
y te lo devuelve en edición fascicular.

El odio es una edición crítica
de Góngora.

El odio son las campanas
de la iglesia
en mañanas de resaca.

El odio es la familia.
El odio es un cajero
que se niega a darte más billetes
por imposibilidad transitoria
de comunicación con la central.

El odio es una abogada
de oficio
aliándose con el representante
de la ley
a las ocho de la mañana
en una comisaría
mientras sufres un ataque
de hipotermia.

El odio es una úlcera
en un atasco.

El odio son las palomitas
en el cine.

El odio es un cenicero
atestado de cáscaras de pipa.

El odio es un teléfono.

El odio es preguntar por un teléfono
y que te digan que no hay.

El odio es una visita
no solicitada.

El odio es un flautista
aficionado.
El odio
en estado puro
es retroactivo
personal
e intransferible.

El odio es que un estúpido
no entienda
tu incomprensión,
tu estupidez.

El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con este poema
si tu pluma
valiera
su pistola.

Roger Wolfe


Odio el amor

Odio el amor que lleva irremediablemente a escribir sobre él y odio mis poemas de amor porque odio que esos poemas sean mis poemas más sinceros.

Odio el amor que obnubila los sentidos y aletarga las ganas de vivir.

Odio el amor pasajero porque se olvida en la neblina del recuerdo

Odio el amor que no es recíproco porque es un amor incompleto y odio el amor verdadero porque representa la soga que ahoga la libertad.

Odio el amor irracional y sus consecuencias, odio verme envuelto inexorablemente en él y odio reconocerlo.

Odio el amor de las novelas, el de los cuentos y el de los dramas, pero sobre todo odio el amor de los poemas que son el nicho de las palabras tejidas por la mentira y el engaño.

Odio el amor que lleva al odio y odio odiar el amor, pero un corazón tan repleto de amor no puede hacer más que odiarse a sí mismo.

Bruno González Lázaro








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