En el abanico del gabinete, el Secretario de Gobernación Miguel Ángel Osorio Chong es el mejor calificado, y el único en este momento con posibilidades reales de competir. La encuesta de El Universal en noviembre lo tenía con el 23% de las preferencias electorales, duplicando en porcentaje al resto de sus colegas; a principios de diciembre, el diario Reforma lo empató con el puntero Andrés Manuel López Obrador en 18% de preferencias electorales; y a mediados de ese mes, Consulta Mitofsky lo ubicó con el 23.7%, cinco veces más que el Secretario de Hacienda, Luis Videgaray, y borrando al de Desarrollo Social, José Antonio Meade (2.9%), y al de Educación, Aurelio Nuño (0.9%). Si el Presidente Enrique Peña Nieto tuviera que decidir hoy quién sería el candidato del PRI en 2018, Osorio Chong sería el ungido.
El largo trabajo de Osorio Chong le ha dado resultados. No lo admite en privado, menos en público, pero tiene un equipo que desde hace casi dos años revisa cada lunes la ruta estratégica para llevarlo a la candidatura del PRI a la Presidencia, que se definirá entre octubre y noviembre del próximo año. Ese cuarto de guerra revisa las encuestas de preferencia electoral y marca las acciones que debe seguir para cumplir con el cronograma. Sólo la fuga de Joaquín El Chapo Guzmán, cuya responsabilidad caía en su área, pareció cancelarlas al habérsele esfumado, literalmente de las narices del CISEN, a quien le había encargado la vigilancia personalizada del jefe del Cártel del Pacífico cuando fue detenido por la Marina en febrero de 2014, el Director del CISEN, su incondicional Eugenio Imaz, a quien mantuvo mantuvo al frente del Organismo –incluso cuando pudo relevarlo a fines del año por el duro tratamiento al que se sometió en Houston para controlar el cáncer-, ante las intensas críticas por ineficiencia, frente a la disyuntiva de perder toda la fuerza dentro del gabinete si se deshacía de él.
Su necesidad de sobrevivencia política fue ayudada por un golpe de suerte: la detención de Guzmán por parte de dos agentes de la Policía Federal en la carretera de Los Mochis a Culiacán, luego de que la operación para recapturarlo de la Marina y el CISEN había fracasado. Su reciente recaptura y la catarata de filtraciones desde Bucareli a la prensa de detalles morbosos de la investigación, lo revivieron y colocaron una vez más como el aspirante a vencer dentro del PRI. El renacimiento de Osorio Chong se dio en el ánimo de Peña Nieto, que es lo que realmente importa en la definición de la candidatura presidencial. La imagen del secretario nunca cayó en las percepciones populares, desde que comenzó a despuntar en lo alto de la tabla de preferencias electorales en noviembre de 2014. El mes y el año son altamente relevantes. Crecía el escándalo por la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa y volaban como lanzas las acusaciones de corrupción por el caso de la casa blanca de la esposa del Presidente, y la casa de descanso de Videgaray en Malinalco.
Desde ese momento, con la aprobación del Presidente en su caída más acentuada desde comenzó la desaprobación en agosto de 2013 como consecuencia de la Reforma Fiscal, Osorio Chong mostró tener un teflón ante la opinión pública. La crisis presidencial por los normalistas obedeció a una mala decisión de Peña Nieto de no ordenar de inmediato la intervención del gobierno federal, que fue acompañada por un proceso deficiente de información y procesamiento del crimen y su contexto en el CISEN y la Secretaría de Gobernación. Pero los negativos iniciales de esa falla en la toma de decisiones no se le acreditaron a Osorio Chong, sino a Peña Nieto. Más adelante, nuevos negativos se añadieron al ex procurador Jesús Murillo Karam, sin que tocaran en absoluto al secretario de Gobernación. Caso contrario es el de Videgaray, donde los negativos de la Reforma Fiscal no recayeron en el Presidente, pero de manera letal sobre él.
Videgaray es el secretario más influyente del gabinete y por años ha sido el alter ego de Peña Nieto. Durante la campaña electoral de 2012 fue el gran estratega y arquitecto del camino hacia Los Pinos, mientras Osorio Chong fue el operador de tierra del candidato, y el negociador de las alianzas con los gobernadores para el respaldo a Peña Nieto. Osorio Chong no tiene la mente más sofisticada del gabinete, ni tampoco quien mejores resultados le ha dado al gobierno –la crisis de seguridad y la violencia nacional, resultado de una fallida estrategia en el inicio de la administración es un ejemplo-, pero ante los ojos de los electores, como muestran las encuestas, es lo mejor que tiene Peña Nieto para ir a 2018 y que el PRI mantenga el poder.
El Secretario de Gobernación se encuentra en una posición donde sólo tiene que administrarse y cuidar que no se le vuelva a escapar El Chapo Guzmán, porque ya se vio que sus deficiencias y errores en gobernabilidad y seguridad no se le acreditan a él. Si logra mantener al criminal en la cárcel, probablemente llegará a otoño de 2017 como el priista mejor evaluado por los electores y Peña Nieto, que ha dado pruebas objetivas que toma decisiones electorales sobre las encuestas, lo escogerá. Evitar lo que hoy parece claro, dependerá de lo que hagan sus colegas del gabinete con aspiración presidencial, cuyos casos se irán explorando en este espacio más adelante.
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