La visita del papa Francisco a nuestro país ha hecho que un buen número de mexicanos se olviden de otros asuntos. Y no se les puede culpar, porque frente a las noticias que durante los últimos días han acaparado la atención de los medios y el público -la mayoría de ellas preocupantes o francamente desagradables-, la presencia, las palabras y el rostro del papa argentino les dan paz a unos, esperanza a otros, y hasta ponen de buen humor a otros más.
Desde el viernes pasado y hasta el miércoles entrante Francisco es LA noticia.
De repente, ya nadie comenta la ineptitud del Bronco y la manera en que trató de echarle la culpa al gobierno federal por los 49 reos que murieron en la cárcel estatal cuya administración es de su absoluta responsabilidad; ya a nadie parecen preocuparle las debilitadas finanzas públicas, o que el viernes el dólar se llegara a vender en 19.21 pesos después de que nuestra monedita cayera 2.8 por ciento durante la semana; ya nadie recuerda que el martes el Inegi anunció que los precios al consumidor en México subieron 0.38 por ciento en enero, y que la tasa anual de inflación fue de 2.61 por ciento, acabándose así el período de ocho meses en que las tasa anuales de inflación estuvieron en niveles mínimos históricos; para casi todos pasó desapercibido el hecho de que en el municipio sinaloense San Ignacio aparecieran los cadáveres de nueve hombres y cuatro mujeres que fueron muertos a balazos.
En pocas palabras, no hay noticia, aunque sean las de los 49 muertos en Nuevo León, o los 13 asesinados en Sinaloa, lo suficientemente importante para distraer la atención que la mayoría de los mexicanos ha decidido poner en la visita papal a nuestro país, la séptima desde que el 26 de enero de 1978 llegara Juan Pablo II a la Ciudad de México, y la primera desde que Benedicto XVI llegara a León, Guanajuato, el 23 de marzo de 2012.
La visita de Francisco recibe una cobertura mediática como ningún otro acontecimiento.
Desde la mañana, en que se le ve salir de la Nunciatura en la colonia Guadalupe Inn de la Ciudad de México, hasta que regresa por la noche a la misma para dormir, cada uno de sus pasos y gestos es captado por las cámaras de las cadenas nacionales e internacionales de televisión, cada una de sus palabras es recogida por los micrófonos de las cadenas televisivas y radiofónicas de México y el mundo, todo lo que dice y hace es analizado, tanto por los especialistas en asuntos eclesiásticos, religiosos o políticos, como por los que de plano no saben mucho de lo que hablan.
Ya habrá tiempo para analizar este viaje papal y sus efectos sobre la realidad política, económica, social y religiosa del país. En los días por venir sabremos si en serio regañó o no a la mayoría de los obispos y arzobispos mexicanos; si sus palabras tuvieron algún efecto, aunque mínimo, sobre los que son dueños de la mayor parte de la riqueza nacional o sobre los delincuentes organizados que curiosamente no han sido ni anatemizados o excomulgados por autoridad eclesiástica alguna o sobre los que son corruptos o sobre los que permiten que la impunidad permita que actúen a sus anchas todo tipo de delincuentes.
Mientras… Yo seguiré los pasos de Francisco y escucharé cada una de sus palabras. No soy creyente, pero ¡qué bien me cae este obispo de Roma! En cuestiones que no tienen que ver con la iglesia católica estoy cada vez más de acuerdo con él.
Disfruten de su visita.
Leído en
http://www.criteriohidalgo.com/a-criterio/francisco-es-la-noticia
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