Como Humberto Moreira, Gonzalo Contreras Rincón era un enamorado de España; igual que el exgobernador de Coahuila, el joven queretano se fue a estudiar entre ellos, y al igual que el político, el joven ejecutivo fue detenido y sometido a investigación por la justicia ibérica. Allí terminan las similitudes. Gonzalo fue sentenciado a nueve años de prisión y a pagar una multa de cuatro millones de euros por un crimen del que se declara inocente y por el cual ha recurrido al Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Moreira, en cambio, tras unos días de detención, volvió a México y se pasea ufano clamando que su liberación es la prueba de su inmaculada inocencia.
La mayor diferencia entre ambos casos, más allá de la que existe entre un exgobernador cuyos principales colaboradores están prófugos de la justicia norteamericana por malversación de fondos y lavado de dinero y la de un joven emprendedor que hasta el momento del juicio exhibía una trayectoria ejemplar, reside en el contraste radical de las autoridades mexicanas ante tribunales españoles.
El diario EL PAÍS reveló hace algunos días la manera en que el gobierno mexicano se volcó de manera inusitada para apoyar al político y para indagar al más alto nivel la situación de Moreira y las vías para ayudarlo. Según la nota (José María Irujo, “Misión: salvar en Madrid a Humberto Moreira”, 22 de febrero), la propia Procuradora General de la República, Arely Gómez, llamó a su homóloga, Consuelo Madrigal, Fiscal General del Estado, para enterarse de los pormenores. La embajada mexicana y el Servicio Exterior pusieron la maquinaria diplomática y legal al servicio del expresidente del PRI. La acusación sobre Moreira fue sobreseída por los fiscales anticorrupción al no poder demostrar que los recursos usados por el político en España tenían un origen ilícito. Notas periodísticas en México (entre otras El Financiero, 16 de enero, 2016) revelaron que los flujos procedían de una empresa que en realidad no existía o era una fachada, pero difícilmente los fiscales tendrían acceso a esa información sin ayuda de las autoridades mexicanas. Algo que, evidentemente, nunca iba a ocurrir.
El pecado de Gonzalo Contreras es pertenecer a los de a pie, a los que no han sido dirigentes del PRI, gobernadores o amigos de presidentes. El joven vivía en España desde 2007. En ese país estudió Comercio Internacional y una maestría en Comercialización de Vinos y Licores. En 2012 fue invitado a participar en un negocio de importación de mármol. Gonzalo se encargó del papeleo y en uno de esos embarques las autoridades encontraron un cargamento de cocaína, por el cual fue acusado y sentenciado por narcotráfico a los 26 años de edad (nota de Shaila Rosagel en el diario digital Sinembargo.mx, 23 de febrero).
“Ser mexicano lo hundió”, asegura su madre. 16 testimonios afirman que el joven desconocía que había drogas adentro del material importado, pero los jueces desestimaron la evidencia, añade doña Iliana Rincón. Su mayor enojo es contra la embajada mexicana. Esta ofreció de manera nominal un abogado de oficio, pero la familia optó por una litigante española (que tras unos meses ya no pudo pagar). Luego de la visita de un miembro consular, el joven recibió un libro de Octavio Paz y a partir de allí las autoridades mexicanas se desentendieron del caso. La madre de Gonzalo afirma que pese a las cartas dirigidas al gobierno, entre ellas una a Peña Nieto, no han recibido ningún apoyo en la larga cruzada de esta familia para demostrar ante tribunales superiores e internacionales que la presunción de inocencia no fue respetada por jueces y fiscales.
“De qué ha servido ser como soy”, dice Gonzalo en una carta publicada en la cuenta de Facebook Gonzalo es Inocente, creada por sus familiares y amigos. Y en efecto, lleva tres años en la cárcel por ser quien es; por no ser Moreira.
@jorgezepedap
Leído en
http://internacional.elpais.com/internacional/2016/02/24/mexico/1456340718_826412.html
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