jueves, 4 de febrero de 2016

Rafael Loret de mola - Ante la realidad

Nuestros ojos recogen una realidad muy distinta a la que ofrecen, con demagogia feroz, las autoridades. Hace unos días comenté, molesto, los desorbitados precios de la reventa con relación a la corrida de toros del domingo pasado:

Una barrera de sombra se cotizó hasta en 145 mil pesos –sí, ciento cuarenta y cinco mil- cuando su valor real es de novecientos sesenta pesos.

Un disparate que exhibe, en gran medida, el éxito pujante de la economía del narcotráfico aunada al crecimiento paralelo de la aristocracia mexicana.

No me propuse hablar del espectáculo –ya saben que soy aficionado a la tauromaquia y así será-, sino de señalar a la lacra social de revendedores con complicidades con empresarios y autoridades sin el menor pudor.









Luego supe que no pocos aficionados, ante los precios de calle, optaron por vender sus localidades –aunque se perdieran la corrida histórica-, con tal de obtener los frutos de las cotizaciones propias de los pudientes... y llegaron en su lugar una parvada de personajes, vestidos a la última moda y con prepotencia sin igual –los guaruras llenaron las escaleras-, como si el festín se consumiera en exclusiva para ellos.

Una vergüenza que no pude soslayar entre el glamour y cuanto ocurría en el ruedo.

Así que las estrellitas de la farándula, los políticos ladrones y los empresarios cómplices con fortunas derivadas de la explotación popular –y a veces de la esclavitud-, hicieron fila para dejarse ver antes que salieran los toros de lidia, verdadero numen de la tauromaquia tan estigmatizada, con argumentos baladíes cabe agregar, por quienes han contraído el virus de la cursilería anglosajona que no permite el sufrimiento animal pero incluso se alegra de cuanto sucede a los seres humanos, malvados o no, condenados o no, en el círculo diabólico de la incomprensión.

Insisto en que para este escritor, con más de sesenta años sobre las espaldas –y me siento bien pero no tanto para pelearme por un boleto sobrevaluado-, el animalismo tiene como límite esencial el humanismo.

Es imposible equiparar, y no lo haré nunca, a los seres racionales con los irracionales aun cuando en algunos condados de Estados Unidos ya se utilice un vocablo incorrecto, el de asesinos, a quien mate a mansalva a una mascota sin reparar, entonces, que los cazadores, pescadores, proveedores de zoológicos y dueños de acuarios, deberían ser juzgados con el mismo rigor exorbitante.

A cambio de ello, nos aparecen las imágenes de millones de niños, en todo el mundo, bajo el flagelo del hambre mientras algunos perritos de pedigrí gozan ya hasta de restaurantes exclusivos.

Mientras no pretendan cambiar la escala zootécnica debo decirles a los animalistas que me gustan mucho las mascotas, la fauna mágica y el vigor de la naturaleza.

Nada más esplendoroso que observar, por ejemplo, a un toro en las dehesas en donde se les trata con mimo y hasta reverencia durante cuatro o cinco años; luego, como es lógico, cumplen su ciclo y su destino al igual que los seres humanos quienes, a través de sus existencias, deben enfrentar las vicisitudes de una sociedad egoísta y, tantas veces, implacable.

Cuando el dueño de una mascota que come al pie de la mesa sea capaz de sentar en la misma a sus servidores domésticos, ganarán con ello un buen punto de la discusión sobre el humanismo llamado a preservarse como un instinto natural de nuestra especie para sobrevivir.

Es curioso: quienes atacan a los hombres por cazar y proveerse de la nutrientes animales, por lo general aceptan que los leones cacen a las cebras y a los cervatillos justificándolos porque así se cumple el ciclo de la naturaleza. ¿Y las mujeres y hombres no formamos parte del mismo? Esta sería la cuestión a resolver antes de que las cursilerías mal intencionadas nos atrapen para siempre.

Pero más allá de todo esto, que es cimiento para una aguda deformación de cuantos formamos la sociedad universal, preocupan las largas inercias a causa de los efectos económicos creados artificialmente por la especulación.

Siempre he sostenido que sin economistas, sobre todo los “sabios” con escritorios de burócratas, el mundo sería mejor y el viejo trueque ya habría sido formalizado de acuerdo a los esfuerzos de cada cual y no a la deleznable especulación de los herederos quienes jamás dan golpe pero pasan por esta tierra cuál si fueran dioses, conformando la nube de la oligarquía de difícil acceso para quienes, en serio, producen y siembran riqueza duradera.

Mientras los valores se tergiversan en este grado, el presidente peña nieto acude a los foros internacionales a hablar de la desigualdad de Latinoamérica; esto es, reconociendo el hecho, doloroso, pero sin ofrecer un análisis serio de los orígenes para, con ello, poder combatir el flagelo.

Ahora mismo, en México, país gobernado por enrique, norma las interrelaciones entre gobernados y gobernantes la violencia aunque persista en negarlo la vocería oficial.

La pobreza es generadora de la mayor violencia, según han dicho innumerables pensadores incluso el querido Papa Juan Pablo II muerto en 2005 –sin obviar los saldos negativos que dejó en México como la negligencia en torno del crimen del Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo y la extendida impunidad sobre la Congregación de los Legionarios de Cristo y su fundador, el pederasta Marcial Maciel-; y es, por ello, que los gobiernos se afanan en ocultarlo porque han perdido su compromiso esencial: el aumento de satisfactores para asegurar vidas dignas entre sus gobernados.

Ningún gerente de sucursal podría sostener su puesto con reiterados números rojos; en cambio, los mandatarios, año con año, repiten las mismas justificaciones ante el dolor social sin remediarlo, vamos sin siquiera un analgésico comunitario para paliar el sufrimiento.

Y, sin embargo, se quedan; algunos, como sabemos, pese al conocimiento cabal de sus tropelías, desviaciones, prevaricaciones y cuanto tales vicios conllevan incluyendo las turbias alianzas, debajo de la mesa, con las grandes mafias dominantes. Quien pueda demostrar lo contrario que levante la voz.

Por supuesto, México no es la excepción y ello se traduce en una profunda depresión, no sólo económica, sino de la conciencia ante los altísimos muros que se nos presentan en un ámbito en el que el mal, materializado por los cárteles y sus socios camuflados, parece haber derrotado al bien, que empuñan quienes desean, a toda costa, no sólo salir del atolladero actual sino evitar que sus hijos y nietos, cuantos vienen detrás de nosotros, sufran de los mismos males endémicos de una estructura gubernamental corroída. Esta es la verdadera cuestión.

El señor peña y buena parte de los gobernadores del país no quieren escuchar hablar de ello pero es evidente que detrás de los “capos” está el propósito del norte, en donde anidan los grandes “padrinos”, de reducirnos a la condición de “estado fallido” con la observancia de que las mafias cuentan con mejores pertrechos que las fuerzas armadas, con ellas la Armada infiltrada, y solo sufren rasguños cuando cae uno de sus “capos” conocidos y ya reemplazados.

Como “El Chapo” traicionado por Ismael “El Mayo” Zambada García, verdadero jefe de la Confederación de Sinaloa a la que rinden cuentas los gobernadores de la entidad para salvarse de las amenazas y asechanzas.

De allí que los gobernadores con riesgo territorial, digamos Mari López Valdés, MALOVA, saliente ya, prefieran negociar con los mafiosos ante la probabilidad cercana de ser asesinados por los mismos en cuestión de semanas o meses.

Joaquín Guzmán Loera amenazó así al ex gobernador del Estado de México en 2008 pero no cumplió su cometido: peña nieto llegó a la Presidencia y el delincuente está en la cárcel con conocimiento pleno de los planos del reclusorio de alta seguridad a donde volvió.

No obstante, ha dejado al mandatario tan comprometido y vulnerable que no sabemos si está a plenitud, menos a sabiendas de la enfermedad que controla, semana por semana, en el Hospital Militar de la ciudad de México... visitado por él al igual que su esposa Angélica pero ésta por otras causas imputables a daños físicos. Abundaremos.

Por desgracia, en esta hora, México dilapida su presente como lo hace con el petróleo: lo vendemos más barato de lo que cuesta extraerlo en una operación mercantil funesta: Nos acabamos las reservas y seguimos sin el repunte prometido.

La demagogia, la aristocracia, nos han colocado la soga al cuello.

E-Mail: loretdemola.rafael@yahoo.com



Leída en http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/ante-la-realidad-1454569906



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