viernes, 12 de febrero de 2016

UN POEMA DE:

Boleros
El que escucha música siente que su soledad, de repente, se puebla.
Robert Browning (poeta inglés:1812-1889)

Señor Bolero

La música hoy consigue un novio llamado bolero
bolero que recorres las grietas del alma,
y las fisuras de mi corazón cuanto te escucho
Bolero que me traes arrancados recuerdos
con perfume de mujer

Donde se juntan las ansias de tenerte, y la soledad cuando
te vas fusionando en mis pesares, y las alegrías
en cada nota que bordonea la guitarra

Esa guitarra confidente de este bohemio
que entrega su alma
en cada noche de farra y alegrías
donde el señor del bolero es:
El recuerdo.....y la nostalgia su compañera

Camin

Señor Bolero

Señor Bolero
Le doy las gracias por estar conmigo
Tu que has sido mi mejor amigo
Señor bolero las gracias le doy

Como recuerdo aquellas noches llenas de locura
Aquellas noches llenas de ternura
Que me llevaron hacia la aventura.

Con tus canciones olvide mi dolor
Por ti aprendí que en el amor
a veces se sufre, a veces se llora, por una traición.

Tus melodías que fueron tan bellas
y el destino que me trajo hacia ella.
Por ser buen amigo, señor bolero
Las gracias le doy.

Señor Bolero,
tu bien sabes lo mucho que he sufrido
Que en mi mente yo todavía no he podido,
borrar las huellas de ese gran amor.
Y con sus notas yo se que llegare a su corazón
Yo se escuchara en mi canción,
lo que en otros tiempos la supo enloquecer

José Feliciano


Bolero

Qué vanidad imaginar
que puedo darte todo, el amor y la dicha,
itinerarios, música, juguetes.
Es cierto que es así:
todo lo mío te lo doy, es cierto,
pero todo lo mío no te basta
como a mí no me basta que me des
todo lo tuyo.

Por eso no seremos nunca
la pareja perfecta, la tarjeta postal,
si no somos capaces de aceptar
que sólo en la aritmética
el dos nace del uno más el uno.

Por ahí un papelito
que solamente dice:

Siempre fuiste mi espejo,
quiero decir que para verme tenía que mirarte.

Y este fragmento:

La lenta máquina del desamor
los engranajes del reflujo
los cuerpos que abandonan las almohadas
las sábanas los besos

y de pie ante el espejo interrogándose
cada uno a sí mismo
ya no mirándose entre ellos
ya no desnudos para el otro
ya no te amo,
mi amor.

Julio Cortázar


Música

Dijo el poeta al numen: «Ya que inspirarme quieres,
inspírame algo nuevo,
que jamás por los hombres haya sido pensado...
»Ancho es el Cosmos, numen; tan ancho, tan profundo,
que ni siquiera logra la razón asignale
un límite... Y en este semillero de soles,
de mundos, de cometas, de nebulosas tenues
como mantos de hadas,
como la tela misma del ensueño, ¿no puedes
tú, invisible potencia, mente sutil y pura,
cosechar el gran lirio
de un pensamiento nunca por los hombres pensado ?
»Tiende las alas, numen,
las alas impalpables.
Boga como un gran soplo sobre el mar de las causas.
Contempla los jardines místicos que florecen
en lejanos planetas;
escucha al ave de oro que derrama sus trinos
en los bosques de Venus,
al borde de los anchos canales del rojizo
Marte o en los milagrosos anillos de Saturno.
Salva nuestro sistema, y al ALFA del CENTAURO,
sol duplo y el más próximo
de nuestro sol, acércate.
Llega a Sirio si puedes: ígneo coloso azul,
cuyo «punto de vista» preocupaba a Renán. . .
Escucha a los filósofos
que en algún manso valle de algún remoto mundo,
departen de las cosas arcanas y esenciales.
»Y cuando vuelvas, todo salpicado del trémulo
y diamantino polvo de las constelaciones,
numen, dime al oído tu hallazgo prodigioso,
a fin de que, expresándolo, me torne yo inmortal».
Y el numen le responde: «¡La idea que codicias
existe, y yo te diera sus divinas primicias;
pero tú no eres músico, y ella es toda orquestal!
»Sólo las claves, sólo las pautas y las notas,
revelarán al mundo sus bellezas ignotas.
Platón oyó a los orbes su concierto ideal,
y Beethoven, a veces, lo escuchó en el mutismo
nocturno. Todo es música: los astros, el abismo,
las almas... ¡y Dios mismo
es un Dios musical!»

Amado nervo


A la música

Encántame, adorméceme y consúmeme con tus deliciosas armonías;
Déjame arrebatado alejarme en tranquilos sueños.
Alivia mi mente enferma, adorna mi lecho,
Tú, poder que puedes librarme de este dolor;
Hazlo rápidamente, aunque no consumas mi fiebre.

Con dulzura, tu conviertes su fuego voraz en una llama cálida,
Y luego la haces expirar; ayúdame a llorar mis penas,
Y concédeme tal descanso que yo, pobre de mi,
Crea que vivo y muero entre rosas.

Cae sobre mi como un rocío silencioso,
O como esas lluvias virginales que en la aurora
Esparcen su bautismo sobre las flores.
Diluye, derrite mis sufrimientos con tus suaves acordes;
Que yo pueda entre deleites abandonar esta luz,
y alzar mi vuelo hacia el Paraíso.

Robert Herrick





 


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