Cada vez les cuesta más esfuerzos a los presidentes nacionales del PRI encontrar palabras convincentes que expliquen la actualidad del partido, sobre todo después de que terminó en 1976 el ciclo de dirigentes ideólogos. Por eso nadie entendió que el PRI es el partido de la “revolución” del siglo XXI.
El PRI ha querido ser explicado desde la teoría cuántica de los campos continuos pero la realidad ofrece elementos suficientes para explicarlo desde la teoría del caos o de los sistemas inestables, imprevisibles, complejos y desorganizados.
Desde siempre, la teoría política se ha dado de frentazos frente al sistema político mexicano y al PRI como partido único/dominante/hegemónico/mayoritario-minoritario. En 1968 el politólogo y analista priísta Mario Ezcurdia demostró en Análisis teórico del Partido Revolucionario Institucional (B. Costa Amic Editor) que el PRI no cabía en la teoría de los partidos.
El PRI ha tenido tres etapas muy claras: como pieza del proyecto de desarrollo de la Revolución Mexicana hasta 1975, como fugaz partido de los trabajadores en 1976 con Porfirio Muñoz Ledo y como maquinaria de poder desde 1982. La fugaz presidencia de Luis Donaldo Colosio quiso refundar al PRI pero en el vacío político: el PRI no podía ser el partido del bienestar sirviendo al proyecto neoliberal de desarrollo fundado por Carlos Salinas en 1979.
Por eso nadie entendió --aunque ni falta que hace-- el discurso del presidente nacional del PRI, Manlio Fabio Beltrones, el pasado viernes 4 de marzo: ceremonia sin encanto, un PRI balcanizado, gobernadores hundidos en el desprestigio, candidatos a doce gubernaturas marcados por la disociación con la sociedad. Y un texto al viejo estilo de la retórica política ajena a la definición funcional del partido en el actual modelo de desarrollo.
El problema fue de la retórica discursiva. Como nunca antes, el modelo de desarrollo en funcionamiento está claramente definido, se han realizado las reformas constitucionales para legalizarlo y en el 2012-2014 contó con el aval de las oposiciones de izquierda y derecha. Sólo que se trata de un proyecto de modernización que carece de su fundamento político: desarrollismo a la brasileña.
Ahí estaba el desafío para la dirigencia actual del PRI, con la seguridad que para darle el marco político fueron aprobados los dirigentes por el presidente Peña Nieto y desde luego que los priístas están más que urgidos de una definición del proyecto político-ideológico del PRI no sólo para explicarlo y explicarse, sino para consolidar la correlación de fuerzas sociales que debe dinamizar el nuevo esquema productivo.
Pero el discurso del dirigente Beltrones careció de funcionalidad, dejó entrever que quiso recuperar la ideología de la Revolución Mexicana que Carlos Salinas enterró en 1991 con el aval de los priístas y sólo mostró el retroceso político del partido en el gobierno a los espacios del poder como maquinaria política-electoral de Benito Juárez y Porfirio Díaz, dos de los antecedentes del sistema político priísta.
El discurso de Beltrones evidenció la retórica del desencanto del PRI… hacia sí mismo, como si el PRI tuviera vergüenza de ser el partido en el gobierno. O como si no hubiera algo qué defender. El proyecto de modernización del regreso del PRI al poder presidencial está urgido de una explicación a los priístas y a los votantes priístas, a menos que al final de cuentas el PRI haya perdido para siempre ideología y sea sólo una maquinaria de poder electoral. La debilidad del proyecto político presidencial radica en la ausencia social del PRI.
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Política para dummies: La política es la realidad vendida como ilusión.
Sólo para sus ojos:
La gran pregunta es sencilla: ¿hasta cuándo aguantará el PRI la estructura corporativa que no le sirve, que le cuesta y que es vista con repudio por la ciudadanía?
La única explicación que se tiene para que el líder del sindicato de ferrocarrileros, Víctor Flores, siga no sólo al frente del gremio sino como líder del PRI es la complicidad con priístas incrustados en los altos mandos.
Preocupación en los equipos de Luis Videgaray, Aurelio Nuño, José Antonio Meade, Ricardo Anaya porque no aparecen con posibilidades en las primeras encuestas de las presidenciales del 2018. Aún es temprano pero sin presencia en encuestas podrían quedar fuera.
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