jueves, 28 de abril de 2016

Carlos Ramírez - Marihuana para distraer y dopar a la crisis

Ante la incapacidad del sistema político para resolver la crisis estructural del propio sistema, la próxima autorización de marihuana legal para consumo recreativo no tiene más intención más que la de drogar la realidad: no aportar soluciones sino drogas para el entretenimiento.

El tema de la marihuana --primero medicinal y pronto recreativa-- no era en realidad prioritario; importa más a la sociedad los mecanismos contra la corrupción, el agobio de la crisis de bienestar y el dominio electoral del PRI.

Lo más grave es el hecho de que la marihuana sí es una droga que afecta la salud y que sea el Estado --gobierno, partidos y élites-- quien legalice la marihuana, cuyo consumo produce daños a la salud y una evasión de la realidad. Así, el Estado provocará un nuevo problema de salud pública que daña a la sociedad.











La decisión de aumentar la portación de yerba a 28 gramos es el indicio de la próxima aprobación para su consumo legal para diversión y ayudará no sólo a liberar narcos que vendían marihuana y otras drogas sino que por efecto natural aumentará el consumo de la yerba alucinógena: pintar la realidad con elefantes verdes y rosas.

La marihuana es una droga que causa daños a la salud, genera estados de excitación artificial y a la larga produce dependencia. En lugar de equiparar el consumo de marihuana con el de otras drogas legales --analgésicos, bebidas alcohólicas y tabaco--, la política de salud pública del Estado legaliza el consumo social de una droga.

En los EE.UU. el consumo legal de droga obedece a una configuración de la sociedad de consumo, realidad artificial y despilfarro; los gobiernos estadunidenses prefieren permitir la droga ilegal en zonas y grupos sociales marginados para mantenerlos bajo control. En los ochenta el gobierno de Reagan, inclusive, autorizó a la CIA a vender crack en zonas afroamericanas de Los Angeles para disminuir las protestas sociales y el dinero se usó para financiar la contrarrevolución nicaragüense.

La marihuana medicinal debió de haberse restringido al mecanismo de autorización de nuevas medicinas y no meterlo en el debate nacional inclusive involucrando al poder legislativo. Los datos sobre los beneficios del uso médico de la marihuana son aún insuficientes, salvo su uso como analgésico para pacientes de enfermedades dolorosas que exigen medicinas que desvíen el dolor. La marihuana es sucedánea de la morfina, que se usa como droga medicinal para atenuar el dolor.

Pronto México se parecerá a los EE.UU., pero no en bienestar sino en una sociedad para el consumo legal de droga como forma de evasión de la realidad.

Las sociedades que tienen el uso recreativo legal de la marihuana responden a participaciones sociales decrecientes, pasivas y desmovilizadoras de su potencialidad porque los gobiernos prefieren a usuarios de droga y no a ciudadanos concientes y demandantes.

La conciencia social requiere de salud personal y estabilidad emocional, de claridad en el razonamiento; el hecho de que la marihuana evada al consumidor de la realidad y lo aísle de su entorno no es otra cosa que legalizar su uso para disminuir la potencialidad de la protesta social y política. La droga produce un estado de enajenación social en los consumidores. Así, el consumo legal de droga es una agenda de la derecha que quiere una sociedad enajenada --dopada-- de su realidad.

En lugar de salarios y bienestar, la clase dirigente está dando droga.

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Política para dummies: La política es la sordera del poder como discapacidad funcional.

Sólo para sus ojos:

El nuevo subsecretario encargado de los EU, Paulo Carreño, ha sido rebasado por el activismo de los medios. El The New York Times metió a México y el reporte de la CIDH en la agenda estadunidense electoral: un reportaje parcial, un editorial y comentarios. El gobierno de Peña descuidó la relación con los medios extranjeros.

Se acabó el periodo legislativo y muchos temas centrales se pospusieron: marihuana, corrupción, reformas judiciales. El PRI jugó a gastar el tiempo, cuando tuvo la oportunidad de asumir la agenda para cambios de fondo.

Acapulco debe ser una prioridad federal. El problema no radica en la falta de decisión sino en la herencia priísta y perredista de gobiernos anteriores en corrupción de policías, jueces y empresarios. En Guerrero hace falta mucho trabajo político y social desde el gobierno federal.

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