¿Quieres saber cómo se deja a Enrique Peña Nieto en suspenso? Al final te digo. Por lo pronto, déjame contarte que la semana pasada tuve oportunidad de viajar a Fresno, California, y lo primero que me sorprendió fue que la discriminación contra los paisanos empieza ¡en México!
La ciudad de Fresno es fundamental para la comunidad mexicana en Estados Unidos, porque de ahí se distribuyen miles de migrantes hacia las miles de hectáreas que necesitan mano de obra. Fresno es el corazón del Valle de California, que viene siendo algo así como el cajón de las frutas y verduras de los gringos. Vas por uno de los freeways, volteas a la derecha y se pierden los ojos sin alcanzar el final de los árboles, cientos, miles, cargados de naranjas. Volteas a la izquierda y lo mismo: uno tras otro, en perfecta línea recta, árboles que parecen osos pachones se llenan de naranjas por cientos.
Bueno, dicho lo anterior, resulta que, para empezar, sólo hay dos vuelos directos: uno de Volaris y otro de Aeroméxico. Bueno, directos desde Guadalajara, porque de ninguna otra parte salen para allá.
Y ahí es donde empieza la discriminación: se trata de uno de los vuelos más solicitados y, pese a eso, tratan a los pasajeros como si fueran de segunda. Van hasta el tope. El avión en el que me fui iba tan lleno, que me dio miedo que me tocara irme parado, como en microbús.
Cualquiera pensaría que por tratarse de un vuelo con taaanta demanda, a la aerolínea (en este caso Aeroméxico) le interesaría tratar bien a sus clientes. Y que conste: no hablo de mí, sino de cientos de pasajeros que, realmente, padecieron el viaje, especialmente los de la tercera edad.
Para empezar, por alguna extraña razón, en el vuelo de ida iban como 15 ancianos en silla de ruedas, cada uno por su lado. Y aunque se supone que tenían prioridad para subir al avión, la realidad es que la aerolínea no tenía personal suficiente ni la capacidad técnica para darles el servicio. Ahí veías a los viejitos, ¡en plena pista!, esperando a que los subieran. Aunque se suponía que serían los primeros, en realidad fueron los últimos. Luego, arriba, una señora se sintió mal y el sobrecargo se puso a regañarla porque “cómo era posible que si se sentía mal estuviera viajando y sola”. ¡Ah, chinga!, ¿pues que no por eso les pagaron el extra que exige la aerolínea? Por si fuera poco, al resto de los pasajeros no los acomodaron para subir por zonas como -se supone- debe ser. Nada: formación TNB (todos en bola). Y todo para descubrir, ya arriba del avión, que el espacio entre una fila y otra era más pequeño que el cerebro del director de operaciones de Aeroméxico que decidió meter tantos asientos en un avión en el que no caben. Total, debe haber pensado este infeliz, son paisanos y los tratan peor en Estados Unidos.
¿Y qué pasó con los viejitos si querían ir al baño? Pues ojalá llevaran pañales, porque ninguna sobrecargo les echó la mano para que pudieran cumplir con el llamado de la naturaleza. ¡Ah, y se me olvidaba! Como el ascenso a la aeronave fue a nivel de pista, eso significa que quienes no podían caminar tuvieron que medio arrastrarse por las escaleras para poder treparse al avión. Y al llegar a Fresno, ¡lo mismo! Nada de gusano ni camioncito, chínguenle como puedan, porque su silla de ruedas los espera abajo, no aquí arriba. Total que, por esta vez, los agentes de Migración resultaron ser más amables, atentos y serviciales que los empleados de Aeroméxico. ¡A volar! Bueno, ya: ¿sabes cómo dejar en suspenso a alguien tan inteligente como Peña Nieto? ¡Mañana te digo! ¡Nos vemos el martes!
Leído en
http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/a-volar-paisanos-1463040884
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