De acuerdo con Andrés Manuel López Obrador, tengo un problema: vivo en una casa llena de “traidores” porque mi esposa y mis hijos piensan diferente que yo. No sólo eso. Mi mujer y yo somos culpables de haber fomentado la “traición” de mis hijos al haberles inculcado que piensen por ellos mismos, saquen sus propias conclusiones y tengan sus convicciones personales. Así la perspectiva de López Obrador. Creo, con todo respeto, que está profundamente equivocado.
Resulta que uno de los hermanos de Andrés Manuel, Pedro Arturo, vive en Veracruz y abiertamente está apoyando a Héctor Yunes, candidato del PRI al gobierno de ese estado. AMLO, por tanto, lo ha tildado de traidor. No sólo eso, lo ha desconocido como su hermano porque el miembro familiar que piensa diferente automáticamente deja de ser parte de la familia. El presidente de Morena demuestra, así, un talante autoritario muy preocupante para alguien que pretende gobernar al país.
Regreso a mi familia donde tenemos una postura distinta. Mi esposa y yo creemos en los valores de la libertad, el pluralismo, la tolerancia y la democracia. Esto implica educar a nuestros hijos a pensar por ellos mismos. Sabemos que pueden terminar teniendo convicciones muy diferentes a las nuestras. Lo mismo aplica para la familia extendida —abuelos, hermanos, tíos, etcétera—: cada quien tiene el derecho a pensar diferente. Eso hace que nuestra familia sea muy plural (y divertida). Aquí tenemos de todo, pero lo importante es que todos respetan la diversidad. A nadie se le considera traidor por pensar diferente.
Una de las cosas que más me molesta de AMLO es su postura diametralmente distinta: o se está con él o se es un traidor. Punto. No hay más opciones. Ni siquiera para sus hermanos. Se trata de un mundo en blanco o negro. Sin grises, mucho menos otros colores. Aquí hay “amigos” o “enemigos” incondicionales. A los primeros se les protege bajo el manto de la santidad del líder, a los segundos se les expulsa del Paraíso.
Andrés Manuel tiene todo el derecho de pensar que su hermano está equivocado al apoyar al Yunes priista. Si fuera un político de valores democráticos, nos explicaría por qué con argumentos lógicos y evidencia empírica. Incluso invitaría a Pedro Arturo a un debate abierto para ver quién tiene la razón. Pero, en lugar de eso, de un plumazo, lo tacha de traidor y expulsa del seno familiar. Apela a las emociones mostrando un autoritarismo ramplón o, si lo endulzamos un poco, un déficit de convicciones democrático-liberales.
México, como todos los países del mundo, es una nación cada vez más diversa en términos étnicos, raciales, culturales, religiosos, sexuales y políticos. Qué bueno. Esto implica una pluralidad de ideas e intereses que deben procesarse a través de las reglas democráticas cuyo basamento es el valor de la tolerancia. A mí no me gustan muchas de las ideas de López Obrador pero nunca lo consideraría un traidor. La diferencia es que él sí me pondría esta etiqueta, como ya se la puso a su hermano, porque así lo hace con todos aquellos que tienen convicciones diferentes a las suyas.
Hay gente muy inteligente que piensa que AMLO no sería un riesgo para el país si gana la elección presidencial siguiente. Que muchas cosas las dice para provocar pero que, a la hora de la verdad, sería un gobernante pragmático que se comportaría de manera distinta. Quizá. Lo mismo andan diciendo, por cierto, de Donald Trump en Estados Unidos. A mí lo que me preocupa es que alguien que tiene grandes posibilidades de convertirse en nuestro Presidente, trate de esta forma a sus seres más queridos. Con una intolerancia y rudeza demoledoras. Si así se porta con su familia…
La pluralidad en las ideas y la libertad de expresión son valores fundamentales de la democracia. Pedro Arturo tiene todo el derecho de ser priista y no por eso es un traidor. Andrés Manuel tiene todo el derecho de pensar que su hermano está equivocado y tampoco por eso es un traidor. Esa es la maravilla de una democracia-liberal: que cada individuo puede tener convicciones diferentes que deben debatirse con apertura y respeto. En cambio, los juicios sumarios, las aseveraciones de que “yo ya no tengo hermanos”, son propias de políticos autoritarios que les gustan las telenovelas más chafas. Pero, claro, esto lo está diciendo alguien que piensa diferente a López Obrador y que, por tanto, debe considerarse como otro “traidor” más a la causa “verdadera”.
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http://www.enlagrilla.com/not_detalle.php?id_n=68754
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