Queremos pensar que la decisión que toma al mundo por sorpresa y
provoca consternación y nerviosismo a lo largo de todo el planeta, es el
resultado de un deseo por el cambio de la mitad de los estadounidenses.
El cuestionamiento en contra de los políticos es un fenómeno mundial, el impulso al cambio también. Lo que no está claro es el tipo de cambio que pueda ofrecer Trump más allá de su crítica obsesiva a lo que a su juicio funciona mal. Una campaña basada en la crítica con tan poco cuidado en ofrecer propuestas es, en muchos sentidos, un salto al vacío.
Sensaciones de incertidumbre y preocupación sacuden las principales capitales del mundo. En México mucho más que eso. El temor es puntual y las amenazas son bastante precias. Han sido explicitados una y otra vez por el ahora presidente electo virtual. Expulsión de migrantes, la construcción del muro y el fin del Tratado de Libre Comercio como lo conocemos, tiene impactos brutales en la vida social, política y económica de México. La devaluación del peso en materia de horas es un anticipo de la manera específica y concreta de que lo que el mundo mira con preocupación, México tiene que asumir como una tragedia. Un desastre no natural, de consecuencias mucho más prolongadas y potencialmente devastadoras.
Desde luego, hay una distancia entre las amenazas de un candidato y las posibilidades reales de un presidente, considerando todos los contrapesos que existen en la sociedad norteamericana. Imposible saber cuántas de las advertencias de Trump contra México habrán de concretarse y a qué velocidad. Pero la realidad también se construye de percepciones. Y lo que acaba de suceder este martes asesta un duro golpe a México y sus posibilidades para salir adelante.
Estoy convencido que el triunfo de Trump y su impreparación para gobernar perjudicarán a Estados Unidos; pero hoy, el gran perdedor es un país que el candidato decidió satanizar. Inseguridad pública, pobreza, desigualdad, corrupción: y ahora, Trump. Tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos, decían los clásicos.
Leído en http://internacional.elpais.com/internacional/2016/11/09/mexico/1478674781_760715.html
El cuestionamiento en contra de los políticos es un fenómeno mundial, el impulso al cambio también. Lo que no está claro es el tipo de cambio que pueda ofrecer Trump más allá de su crítica obsesiva a lo que a su juicio funciona mal. Una campaña basada en la crítica con tan poco cuidado en ofrecer propuestas es, en muchos sentidos, un salto al vacío.
Sensaciones de incertidumbre y preocupación sacuden las principales capitales del mundo. En México mucho más que eso. El temor es puntual y las amenazas son bastante precias. Han sido explicitados una y otra vez por el ahora presidente electo virtual. Expulsión de migrantes, la construcción del muro y el fin del Tratado de Libre Comercio como lo conocemos, tiene impactos brutales en la vida social, política y económica de México. La devaluación del peso en materia de horas es un anticipo de la manera específica y concreta de que lo que el mundo mira con preocupación, México tiene que asumir como una tragedia. Un desastre no natural, de consecuencias mucho más prolongadas y potencialmente devastadoras.
Desde luego, hay una distancia entre las amenazas de un candidato y las posibilidades reales de un presidente, considerando todos los contrapesos que existen en la sociedad norteamericana. Imposible saber cuántas de las advertencias de Trump contra México habrán de concretarse y a qué velocidad. Pero la realidad también se construye de percepciones. Y lo que acaba de suceder este martes asesta un duro golpe a México y sus posibilidades para salir adelante.
Estoy convencido que el triunfo de Trump y su impreparación para gobernar perjudicarán a Estados Unidos; pero hoy, el gran perdedor es un país que el candidato decidió satanizar. Inseguridad pública, pobreza, desigualdad, corrupción: y ahora, Trump. Tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos, decían los clásicos.
Leído en http://internacional.elpais.com/internacional/2016/11/09/mexico/1478674781_760715.html
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