El problema con los ajustes en los precios de las gasolinas y sus efectos sociales y delincuenciales no radica en la justificación técnica de teoría económica, sino en la falta de sensibilidad para prever complicaciones sociales y políticas.
A nadie deberían sorprender las movilizaciones urbanas violentas y rupturistas. A los saqueos de tiendas que venden alimentos y bienes de uso popular --la sociología del plasma-- le han precedido los linchamientos, la violencia del crimen organizado con descabezados, encostalados y ahorcados, los bloqueos inventados por narcos y ahora con uso de protesta social, las autodefensas, los asaltos en las calles y en los últimos años la violencia urbana en el pavimento: insultos y peleas a golpes entre transeúntes y automovilistas.
Mucho se ha escrito diciendo que se cuiden las formas de ejercer el poder para evitar respuestas de la desesperación y poco se ha logrado por la insensibilidad de la clase gobernante. Los dirigentes políticos se han olvidado de advertencias anteriores, como la del discurso de 1978 el entonces secretario de Gobernación, Jesús Reyes Heroles, advirtió:
“Nuestra disyuntiva es clara: no podemos, lisa y llanamente, mantenernos en la democracia que tenemos; o avanzamos en ésta, perfeccionándola, o retrocedemos. Pensemos precavida o precautoriamente que el México bronco, violento, mal llamado bárbaro, no está en el sepulcro; únicamente duerme. No lo despertemos, unos creyendo que la insensatez es el camino; otros aferrados a rancias prácticas. No rehuyamos la responsabilidad quienes formamos parte del Ejecutivo Federal --exclusivamente por confianza del presidente, entiéndase--; nos toca demostrar con hechos que México seguirá progresando dentro de los cauces de una revolución en evolución revolucionaria. Atengámonos a esta expectativa real y promisoria. Una pérdida no es una derrota; puede ser una victoria cuando ayuda globalmente a la evolución nacional. Todos seriamos derrotados si despertamos al México bronco”.
Lo peor que le puede ocurrir a los políticos y gobernantes es equivocarse en el análisis de la realidad. Los aumentos en las gasolinas para tener más ingresos públicos o liberar subsidios son parte de la vieja política económica. Las marchas, las quejas y los saqueos de tiendas recuerdan que la crisis del modelo de desarrollo mexicano sigue vigente e in crescendo.
Las protestas violentas y saqueos son la expresión de una crisis general de posibilidades alimentadas y de expectativas frustradas, pero sobre todo de fracasos gubernamentales prometiendo desde siempre el paraíso pero llevando al país a los infiernos. Lo descubrió en 1966 el escritor distópico Thomas Pynchon en un artículo en el The New York Times a propósito de la violencia racial en Watts, recordado por Ryan Gattis en su novela Todos involucrados sobre la violencia racial en Los Angeles en 1992 por el caso Rodney King:
“¿Por qué a todo el mundo le preocupa que estallen más disturbios; ¿acaso la situación en Watts no ha mejorado desde los últimos?, se pregunta mucha gente blanca. Por desgracia, la respuesta es no. Puede que el barrio esté abarrotado de asistentes sociales, inspectores, observadores voluntarios y otros miembros diversos del establishment humanitario, todos ellos provistos de las intenciones más puras del mundo. Pero casi nada ha cambiado. Siguen estando allí los pobres, los derrotados, los criminales, los desesperados, todos allí metidos y haciendo gala de una vitalidad que debe parecer terrible”.
Las protestas y rapiñas muestran el desastre de partidos y gobernantes. Ya despertaron al México inconforme; a ver ahora cómo lo apaciguan.
Política para dummies: La política es la última salida en la primera puerta de entrada.
Sólo para sus ojos:
http://indicadorpolitico.mxA nadie deberían sorprender las movilizaciones urbanas violentas y rupturistas. A los saqueos de tiendas que venden alimentos y bienes de uso popular --la sociología del plasma-- le han precedido los linchamientos, la violencia del crimen organizado con descabezados, encostalados y ahorcados, los bloqueos inventados por narcos y ahora con uso de protesta social, las autodefensas, los asaltos en las calles y en los últimos años la violencia urbana en el pavimento: insultos y peleas a golpes entre transeúntes y automovilistas.
Mucho se ha escrito diciendo que se cuiden las formas de ejercer el poder para evitar respuestas de la desesperación y poco se ha logrado por la insensibilidad de la clase gobernante. Los dirigentes políticos se han olvidado de advertencias anteriores, como la del discurso de 1978 el entonces secretario de Gobernación, Jesús Reyes Heroles, advirtió:
“Nuestra disyuntiva es clara: no podemos, lisa y llanamente, mantenernos en la democracia que tenemos; o avanzamos en ésta, perfeccionándola, o retrocedemos. Pensemos precavida o precautoriamente que el México bronco, violento, mal llamado bárbaro, no está en el sepulcro; únicamente duerme. No lo despertemos, unos creyendo que la insensatez es el camino; otros aferrados a rancias prácticas. No rehuyamos la responsabilidad quienes formamos parte del Ejecutivo Federal --exclusivamente por confianza del presidente, entiéndase--; nos toca demostrar con hechos que México seguirá progresando dentro de los cauces de una revolución en evolución revolucionaria. Atengámonos a esta expectativa real y promisoria. Una pérdida no es una derrota; puede ser una victoria cuando ayuda globalmente a la evolución nacional. Todos seriamos derrotados si despertamos al México bronco”.
Lo peor que le puede ocurrir a los políticos y gobernantes es equivocarse en el análisis de la realidad. Los aumentos en las gasolinas para tener más ingresos públicos o liberar subsidios son parte de la vieja política económica. Las marchas, las quejas y los saqueos de tiendas recuerdan que la crisis del modelo de desarrollo mexicano sigue vigente e in crescendo.
Las protestas violentas y saqueos son la expresión de una crisis general de posibilidades alimentadas y de expectativas frustradas, pero sobre todo de fracasos gubernamentales prometiendo desde siempre el paraíso pero llevando al país a los infiernos. Lo descubrió en 1966 el escritor distópico Thomas Pynchon en un artículo en el The New York Times a propósito de la violencia racial en Watts, recordado por Ryan Gattis en su novela Todos involucrados sobre la violencia racial en Los Angeles en 1992 por el caso Rodney King:
“¿Por qué a todo el mundo le preocupa que estallen más disturbios; ¿acaso la situación en Watts no ha mejorado desde los últimos?, se pregunta mucha gente blanca. Por desgracia, la respuesta es no. Puede que el barrio esté abarrotado de asistentes sociales, inspectores, observadores voluntarios y otros miembros diversos del establishment humanitario, todos ellos provistos de las intenciones más puras del mundo. Pero casi nada ha cambiado. Siguen estando allí los pobres, los derrotados, los criminales, los desesperados, todos allí metidos y haciendo gala de una vitalidad que debe parecer terrible”.
Las protestas y rapiñas muestran el desastre de partidos y gobernantes. Ya despertaron al México inconforme; a ver ahora cómo lo apaciguan.
Política para dummies: La política es la última salida en la primera puerta de entrada.
Sólo para sus ojos:
- Esta semana será clave para saber si México ya entendió a Donald Trump o si están esperando un milagro.
- Por lo pronto, el atentado contra el funcionario consular estadunidense en Guadalajara --presuntamente de la DEA-- mostró la presencia en México del terrorismo musulmán en su peor expresión: la de los lobos solitarios. Otro tema para la agenda del muro de Trump.
- El programa de apoyo a la economía familiar debió haber salido junto con la aplicación del aumento en las gasolinas. A destiempo, siempre será insuficiente.
- De nueva cuenta los medios andan por su cuenta, no tanto por esperar controles sino porque el gobierno ya no digamos que no comunica: ni siquiera informa o filtra para construir consensos mínimos.
carlosramirezh@hotmail.com
@carlosramirezh
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