miércoles, 21 de septiembre de 2011

Itinerario de Alemán

Peña Nieto, el legítimo

Ricardo Alemán.

En una decisión que parece ociosa y que, en opinión de no pocos electores se antoja que es una farsa, Enrique Peña Nieto confirmó sus aspiraciones de ser candidato presidencial del PRI.
Como todos saben, en horario AAA de Televisa, el ex gobernador mexiquense dijo que sí, que aspira a ser candidato de su partido y se declaró listo para ganar el proceso interno de selección del aspirante presidencial, que se llevará a cabo mediante una consulta abierta a todos los ciudadanos y con urnas en todo el país.

Sin embargo, muchos se preguntan la razón por la que un partido y un candidato que encabezan todas las encuestas aceptan someterse a un proceso interno de selección de su candidato presidencial. En otras palabras, ¿para qué hacer la pantomima de selección interna en el PRI, si todos saben que el candidato se llama Enrique Peña Nieto? ¿O alguien cree que, en el PRI, existe algún aspirante capaz de arrebatarle la candidatura presidencial a Peña Nieto?

Lo cierto es que —a querer o no—, el proceso de selección del candidato del PRI va mucho más allá de la mera ratificación de Peña Nieto en el cargo de aspirante presidencial. En realidad se trata de un proceso que tiene distintos objetivos y pretende capitalizar los efectos mediáticos de esa suerte de elecciones primarias en que se convertirán los procesos presidenciales de cada uno de los partidos. ¿Y cuáles son los objetivos de ese proceso?

En primer lugar, con la selección interna del aspirante presidencial del PRI se intenta legitimar —ante la opinión pública en general—, la candidatura presidencial de ese partido. Es decir, que al someterse a esa elección interna, Peña Nieto será el candidato de todo el priismo, no sólo del grupo político al que pertenece. De esa forma, el equipo del ex gobernador mexiquense habrá terminado con el sambenito de que Peña Nieto es el candidato del “Grupo Atlacomulco”, el candidato “de las encuestas” o de tal o cual grupo.

En segundo lugar, la contienda interna del PRI le permitirá a otros grupos, como el de Manlio Fabio Beltrones, procesar un proyecto de gobierno en cuya elaboración participarán distintos sectores del priismo que, al mismo tiempo, serán contrapeso para contener las cargadas, los destapes anticipados y, sobre todo, la división interna del partido, divisa fundamental sobre la que el PRI ha fincado su regreso al poder presidencial.

En tercer lugar, con un proceso de selección interna se procesarán, dentro de la maquinaria del viejo PRI —en todo el país, más allá de los grupos regionales—, el acercamiento del candidato con los electores tricolores de todo México —lo que Peña Nieto llamó “picar piedra”—, al tiempo que se conseguirá que los candidatos a gobernadores, senadores y diputados se aprovechen de la imagen, la maquinaria y los reflectores que suelen acompañar al candidato presidencial.

Y, en cuarto lugar, esa suerte de elecciones primarias en que se convertirán los procesos de selección del candidato presidencial —en todos los partidos y, sobre todo, en el PRI— permitirá que cada grupo político dentro del tricolor reconozca su identidad, su peso y, en especial, el compromiso político con su partido. Vale recordar que, en 2006, no pocos gobernadores del PRI hicieron todo para mover el voto en sus estados a favor del PAN, de la candidatura presidencial de Felipe Calderón.

Es decir que, en el PRI, muchos o casi todos saben que el candidato presidencial se llama Enrique Peña Nieto. Pero en el proceso de selección los tricolores harán los amarres, los acuerdos, las alianzas y los pactos necesarios para que, como partido, el tricolor regrese al poder presidencial.
Y ese trabajo político es necesario porque, hoy, los menos interesados en que en Los Pinos exista un presidente del PRI, son los gobernadores de priistas.
 ¿Por qué? Porque hoy los gobernadores son verdaderos señores feudales, dueños de las entidades que gobiernan, y no le rinden cuentas a nadie. Y en la anterior etapa del priato, el Presidente en turno era el dueño de los gobiernos de los estados, de los municipales, del Congreso y, en general, de la vida de todos y cada uno de los integrantes de la clase política.
Por eso hoy el PRI intenta construir una estructura partidista institucional, que no sea el instrumento del Presidente ni su juguete, sino un equilibrador del poder presidencial. De eso habla, entre otros, el senador Manlio Fabio Beltrones. Al tiempo.


EN EL CAMINO.  ¿Qué tal, el IFE, cuyo papel es el de árbitro, ahora también quiere meter goles? Enfermos de ambición.
2011-09-21 00:00:00

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor, sean civilizados.