Los gringos quieren bien a Calderón
La historia en breve
Ciro Gómez Leyva
Me quedo con la impresión de que los estadunidenses quieren bien al presidente Calderón, le digo al embajador de México, Arturo Sarukhán, al salir de la conferencia sobre cambio climático de la Clinton Global Initiative, donde, sin despeinarse, Calderón ha sido la figura entre siete jefes de Estado y el propio Bill, que estrena un cano copete injertado.
Quitando a los antimigrantes más duros, sin duda, responde Sarukhán: “Yo diría que lo respetan mucho, que lo ven como un hombre resuelto, decidido, que ha tomado decisiones difíciles, valientes”.
Segundo día en un enloquecido Manhattan de calles atascadas que la policía cierra para abrirle paso a medio centenar de mandatarios que, en cualquier momento, cruzan a toda velocidad por la Quinta y la Sexta y Broadway y Madison con sus convoyes de diez camionetas y patrullas camino a las Naciones Unidas.
La noche del lunes, cuando íbamos a pie al hotel Waldorf Astoria, tuvimos que esperar 15 minutos en el cruce de la 50 y Park, porque Barack Obama estaba por salir. New York, New York: 15 minutos con el embajador Sarukhán, los secretarios Chertorivski, Ferrari, Guevara, Elvira y quién sabe cuántos diplomáticos árabes, africanos y nativos neoyorquinos ensardinados en una banqueta porque Mr. President and wife se van a cenar.
En el Waldorf Astoria, Calderón recibe la Insignia Dorada del Consejo de las Américas y el mexicanólogo Thomas McLarty dice en el clímax de los elogios: “Usted ha sido el hombre indicado, en el lugar y momento indicados, para conducir esta tan difícil etapa de su país”.
No sé si McLarty esté en lo cierto. De lo que tendría menos dudas es del respeto que tienen por Calderón en el Imperio. No sé si sea poca o mucha cosa ni qué tanto sirva. Pero de que los gringos lo respetan, lo respetan.
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