El priista Emilio Chuayffet continuó tejiendo ayer en Guadalajara la telaraña del “espionaje telefónico” denunciado por su relevo en la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, el perredista Guadalupe Acosta Naranjo:
Durante su año en la Presidencia, dijo, “no hice ninguna revisión, confiando en que trabajábamos en plena libertad”.
Según él, algunas negociaciones pudieron estar en riesgo, así fuera por “el simple deseo de conocer cuáles eran las ideas que fluían en la Mesa Directiva y en los órganos de representación partidaria...”.
Ante la pregunta de si habría “complicidad” de trabajadores de la Cámara en la instalación de artefactos para “espiar” y acicateado con el recordatorio de que fue secretario de Gobernación “y conoce cómo funciona el sistema”, soltó lo que se antoja confesión de parte:
“Sí se puede hacer, sin que haya colaboración de parte de los empleados…”.
¡Gulp!
Haiga sido como haiga sido, la sola denuncia de la Cámara es confesión, también, de lo frágil de uno de los constitucionales tres Poderes de la Unión.
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