por Sergio Aguayo Quezada.
Señor Presidente, México necesita un IFAI autónomo, ¡respételo!
Con el desollamiento público de Baltasar Garzón brotó en España la veta
bananera. ¿Estamos ante una regresión temporal o definitiva? Acompaño la
opinión con una ojeada a la relación entre México y España.
En los años setenta la transformación española maravilló al mundo. Temerosos
de un golpe de Estado los diversos acordaron una ruptura pactada, aprobaron una
nueva Constitución y se incorporaron a Europa. En lenguaje castizo: fue una
transición "acojonada".
España se abrió al mundo autoasignándose el papel de puente entre Europa y
América Latina. Las relaciones con México se reanudaron en 1977, año en el
cual aprobaron allá el Pacto de la Moncloa y acá una profunda reforma electoral.
Creció el mito de que España era plenamente democrática y fue espaciándose en
México la evocación del conquistador sanguinario y del gachupín avorazado. Las
cifras confirman el viraje.
Una profesora del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE),
Guadalupe González González, tiene años haciendo unas útiles encuestas sobre
lo que pensamos los mexicanos de otros países. Los más apreciados son Canadá
y Estados Unidos con 68 puntos, seguidos por España con 64, un país al que se
tiene mucha más confianza que a Estados Unidos. Para las mayorías España es
respetado y admirable.
Hay partes brillantes en la relación pero también hay un lado sombrío
generalmente minimizado pese a que la evidencia muestra que las élites
españolas han sido muy tibias a la hora de respaldar nuestra democratización.
Hay episodios clave en el historial de la España cómplice. Después del fraude en
la elección presidencial de 1988, Felipe González se apresuró a felicitar a Carlos
Salinas incluso antes siquiera de que fuera nombrado Presidente por la autoridad
correspondiente; Porfirio Muñoz Ledo le reprochó públicamente ese apoyo a una
"especie de franquismo mexicano" recordándole cuán solidario había sido
México. Según fuentes bien informadas, en 2001 Felipe González tuvo un papel
importante en convencer a Vicente Fox de no investigar el pasado, reproduciendo
así lo dejado de hacer por la transición española.
En la elección presidencial de 2006 vino una Misión de Observación europea
encabezada por el eurodiputado español del Partido Popular José Ignacio
Salafranca, quien tuvo un papel estelar en la operación de supresión, distorsión y
manipulación de información hecha para favorecer a Felipe Calderón.
Fue una pantomima grotesca que contribuyó a la polarización que tanto daño ha
hecho a la democracia mexicana.
El ralo compromiso español con la democracia mexicana tiene una explicación:
la prioridad de Madrid está en la defensa de las empresas españolas que se han
multiplicado durante los años de panismo en el gobierno federal. En 1999 sólo
eran mil millones de dólares de inversión española; en 2011 son ya 41 mil
millones, lo que los ubica en segundo lugar después de Estados Unidos. Una
parte de esa inversión se ha esmerado en imitar la voracidad depredadora de los
legendarios bucaneros sajones. Lo confirma el comportamiento de Telefónica
Movistar, de sus bancos y de empresas constructoras.
La parte sombría del modelo español se ha hecho visible en el Caso Garzón, una
vergüenza para su discurso de civilidad y valores democráticos. Inconcebible que
lo castiguen por investigar una corrupción condonada simultáneamente a
personajes del Partido Popular como el valenciano Francisco Camps; absurdo
que lo persigan por querer investigar los crímenes del pasado, una asignatura
pendiente en España y en México. Carlos Jiménez Villarejo, ex fiscal
anticorrupción, sintetizó en una frase lo cavernario de sus poderes fácticos: el
Tribunal Supremo actuó como una "casta de burócratas al servicio de la
venganza" (El País, 10 de febrero de 2012).
Hace varias décadas la United Fruit Company, multinacional platanera
estadounidense, popularizó el término de "país bananero", el cual se caracteriza
por la corrupción y el servilismo de gobiernos débiles hacia los poderosos. El
concepto sigue utilizándose y Paul Krugman, premio Nobel de economía, incluso
ha escrito que varios estados de la Unión Americana son "gobernados como
repúblicas bananeras".
El trato dado a Garzón por el Tribunal Supremo español es propio de país
bananero porque sus máximas instituciones judiciales parecen columnas de
sólido concreto pero son muy frágiles porque les falta la estructura de acero. En
este tema y momento es inevitable evocar la frase atribuida a Pío Baroja: "Europa
acaba en los Pirineos".
El maltrato español a la democracia mexicana y la voracidad de algunas de sus
empresas en nuestro país se facilita por la mentalidad de país bananero que tienen
algunos de nuestros gobernantes. Reaparece la maldición de la Malinche puesto
que México sigue dándole oro al extranjero a cambio de espejitos.
Colaboró Rodrigo Peña González.
Leído en: http://www.sergioaguayo.org/articulos/2012/Aguayo_Paisbananero_150212.pdf
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