Ciro Gómez Leyva. |
No había visto a Enrique Peña Nieto desde una comida que tuvimos con él un grupo de periodistas el 18 de octubre. Todo le salía bien entonces. Llegó de buenas, hizo bromas, reclamó serenamente algunas columnas, se tomó un tequila, contestó cada pregunta, soltó carcajadas, fijó posición sobre varios temas, toreó provocaciones, revisó a sus probables adversarios y se marchó en santa paz.
Ayer se repitió la comida. Mediaron cinco meses, la ruina y caída de Humberto Moreira, el papelón en la Feria del Libro de Guadalajara, revelaciones sobre su vida privada y una reducción de la ventaja en las encuestas. Pero él parecía el de octubre.
Sigue sin ofender ni hacer parodia de nadie. Habló de su proyecto de grabar spots en las 32 entidades. Explicó por qué no aceptará la invitación para estar en la misa del Papa en el cerro del Cubilete. Calculó que, aunque el PRD acertó con la candidatura de Miguel Ángel Mancera, la votación en el DF no será ninguna catástrofe para el PRI. Perfiló su estrategia para los debates de candidatos de mayo y junio. Y se sumó a las bromas sobre el teleprompter en su toma de protesta, el lunes en Dolores Hidalgo.
En octubre escribí, hoy lo repito, que es probable que jamás haya profundizado en los principios ontológicos y epistemológicos, pero trae la política en la yema de los dedos. Y la información en la primera sala del cerebro. Y una carta de navegación en la mano.
Faltaban entonces ocho meses y medio para la elección. Ayer restaban poco más de 100 días. Pensé aquella vez, y lo volví a pensar ayer, que parece un hombre que está viviendo gozosamente su momento.
Que parecen los días felices de Peña Nieto.
Leído en: http://www.vanguardia.com.mx/losnuevosdiasfelicesdepenanieto-1239202-columna.html
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