La Universidad Iberoamericana, el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), los debates convocados por MVS Noticias con Carmen Aristegui y el Grupo Milenio tienen en común una cosa: Enrique Peña Nieto ha dicho no, gracias, a invitaciones que le hicieron para dialogar y/o debatir.
¿Es “miedo” lo que provoca que el candidato del PRI-PVEM evada esas comparecencias? Difícilmente. Pero esa negativa tampoco se explica sólo como un asunto de estrategia, de no exponerse, de cuidar la ventaja. Se trataría, más bien, de un tema que podría resultar tan preocupante como el pensar que un eventual presidente es incapaz de defenderse en un debate: el mexiquense podría estar dándonos una muestra de que su talante es uno que desdeña el diálogo, que privilegia la fuerza de ser el puntero sobre las demandas de la ciudadanía crítica que pide interlocución, argumentos, relación horizontal.
Hay que reiterar que los que mejor han aprovechado la fama de que Peña Nieto es incapaz de debatir o interactuar sin teleprompter, apuntador o asesores, o en ambientes no controlados al cien por ciento, son el candidato y su equipo. No será su fuerte, pero el priista ha dedicado meses a prepararse para entornos lejanos a la comodidad a la que estaba acostumbrado en el Estado de México. El descalabro de la Feria Internacional del Libro fue una oportuna alerta, lección que ha sido entendida por asesores y candidato. Así que hay que buscar razones de su negativa a debatir en otras partes.
¿Puede Peña Nieto llegar a Los Pinos sin asistir a universidades y evitando debates no oficiales? Sí, pero el cuidado de una estrategia tiene límites. Su equipo ha diseñado un mensaje que reconoce que hay muchos Méxicos: por eso hay 32 spots con temática estatal, otros más serán dirigidos para grupos poblacionales específicos como son jóvenes, mujeres, adultos mayores y discapacitados; y habrá spots para distintos sectores productivos. Pero además de publicidad electrónica y fotogénicas vallas, qué mensaje hará llegar Peña Nieto al México de la opinión pública que demanda debates y diálogos públicos.
Hace años, en su calidad de gobernador Peña Nieto visitó China. Volvió maravillado sobre cómo las autoridades de aquel país podían mover sin mayor titubeo, ni resistencia, poblaciones enteras cuando hacía falta construir, por ejemplo, una presa que ocuparía el lugar donde se asentaba una comunidad. Todo lo contrario al México paralizado por las protestas y resistencias de diversos grupos, es cierto. Pero también todo lo contrario a lo que se ha ganado desde los noventa: grupos que demandan ser escuchados, tomados en cuenta.
Porque incluso aceptando que su negativa surja de un asunto eminentemente estratégico, las señales cuentan y si Peña Nieto impone hoy la lógica de su ventaja electoral para no debatir fuera de lo que marca el IFE, surge la duda sobre si mañana no tendrá la tentación de recurrir como herramienta de gobierno al peso de su victoria. ¿Tiene el candidato priista miedo de debatir? Para nada. ¿Estamos ante el signo de un eventual gobierno refractario a demandas de diálogo? Ojalá no
Leído en http://www.razon.com.mx/spip.php?page=columnista&id_article=119635
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