Debemos hablar de las nuevas
estrellas de la política. Estrellas sin dueño, que para desasosiego de
las televisoras no son producto suyo ni forman parte de la pléyade a la
que controlan: son estrellas reales y están reaccionando con valentía en
contra de la manipulación mediática de la que hacen gala estos
poderosos grupos.
El firmamento mexicano se ve iluminado con el grito unánime de una
juventud que ha despertado a la política, y exige lo que los mexicanos
debimos haber demandado siempre -la democratización de los medios
masivos de comunicación. En 15 días, este "puñado" de estudiantes,
"envenenados" e "intolerantes", han conseguido lo que muchos otros no
pudimos: doblegar la arrogancia de las televisoras.
¿Quién hubiera podido vaticinar que un grupo de estudiantes, convertido
en decenas de miles, muchos miles más que 132, pondrían contra la pared a
Televisa y TV Azteca?
¿Cómo siquiera anticipar que el encubrimiento de los desaciertos y el
ensalzamiento de la imagen del aparente candidato de las pantallas,
cuando aplicado cínicamente a lo que estos jóvenes vieron y vivieron,
detonaría un movimiento que día a día, y a paso veloz, va adquiriendo
dimensiones hasta hace muy poco inimaginables?
El clamor de este movimiento estudiantil por la apertura mediática ha
logrado convertir "las mentiras del sospechosismo y las teorías de la
conspiración" en una realidad de la que todos hablan en la sobremesa,
que ha forzado a las televisoras a hacer un esfuerzo por intentar
revertir su imagen de tendenciosas y manipuladoras.
El movimiento de los 132 ha hecho posible que los señores de los cielos
estrellados den marcha atrás en su intentona de intimidar y doblegar al
Instituto Federal Electoral, por lo menos en lo que se refiere a los
debates entre presidenciables. Y así, para disgusto de aquellos que
incluso hoy defienden el derecho de las televisoras de transmitir lo que
se les dé la gana, aun en contra de los objetivos por los que fueron
conferidas concesiones a estos "negocios", el duo-monopolio se ha
comprometido a transmitir el próximo debate; y hasta a hacerlo a través
de sus principales canales: los canales 13 y 2.
La fuerza que va adquiriendo este movimiento ha cimbrado los cimientos
de nuestra política en época electoral; y aunque las encuestas midan
como mínimo su impacto en términos de intención de voto, cualquiera que
sea el desenlace de la contienda del próximo 1o. de julio, los efectos
irán mucho más allá.
¡Qué lástima que el presidente Felipe Calderón Hinojosa haya
desperdiciado la oportunidad de ser el héroe de la telenovela! Pudo
serlo pero se quedó en el camino por doblegarse ante el poder mediático
de las televisoras, con tal de no ganarse su enemistad justo antes de
las elecciones.
¡Qué vergonzoso que la actual legislatura se haya prestado a defender
los intereses de estos poderosos grupos, obstaculizando la posibilidad
real de la aparición de competencia, usando como excusa la interferencia
del Ejecutivo en las facultades de la Comisión Federal de
Telecomunicaciones!
¡Qué decepción que el Poder Judicial admitiera suspender la exigibilidad
del decreto en tanto no fuera resuelta la controversia de fondo,
sirviendo de instrumento para congelar la posibilidad de licitar dos
nuevas cadenas de televisión abierta!
¡Qué cinismo que la Cofetel haya decidido dar marcha atrás a su decisión
de publicar el programa de licitación de frecuencias para nuevas
cadenas de televisión, dando cumplimiento al decreto del Ejecutivo
convalidado por la Suprema Corte de Justicia después de más de un año,
justificando su decisión en la opinión de la consejería jurídica de la
Presidencia; qué ironía de las ironías sostuvo que es posible no dar
cumplimiento a un decreto del Ejecutivo!
Hay quienes piensan que la aparición de nuevas cadenas de televisión
comercial no resolverá el problema, puesto que existe el riesgo de que
también caigan en el esquema de manipulación de la información. Pero el
proceso de licitación va de la mano de la introducción de nuevas
tecnologías, que permiten que en donde hoy se transmite un canal de
programación se transmitan varios.
Esta posibilidad tecnológica, sumada a la obligación de los nuevos
concesionarios de asignar un canal para la transmisión de la
programación de la televisión del Estado, haría posible el sueño de
tener, también, una televisión pública que llegue a todos los mexicanos.
El movimiento "Yo soy 132" apenas está naciendo y tiene un gran futuro.
Ojalá que sea una fuerza transformadora que llegue hasta las últimas
consecuencias y consiga aquello por lo que tantos luchamos: la
pluralidad de medios y la democratización mediática y real de nuestro
país.
Leído en http://www.reforma.com/editoriales/nacional/659/1317258/
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